25 metros

Hola, mi nombre es Juan Pablo. Esto ocurrió el 2020, en plena pandemia. Yo tenía 20 años, era alto y muy delgado —mido 1,80 y en ese tiempo pesaba 55 kilos. Sí, flacuchento, aunque por suerte eso ya cambió.

Vivía en una ciudad pequeña del sur de Chile. Por esos días me masturbaba casi todos los días, pero llegó un momento en que ya no sentía lo mismo. Como si el cuerpo me pidiera algo más. Algo distinto. Algo adentro. Nunca había sido pasivo. Solo había tirado con mujeres y una vez, mucho antes, de forma muy anecdótica con un weón desconocido con el que me hice un 69 en una plazita. Nada más.

Esa noche sentí el deseo de experimentar. Me descargué la app de la máscara amarilla, a ver qué salía. Me hice el perfil, oculté la distancia (por miedo a que alguien me reconociera), y empecé a mirar. Siempre he sido un poco amanerado, y en ese momento estaba en el clóset. Que los vecinos sospecharan algo me aterraba.

En eso, me sale un perfil a 25 metros. Me cagué de miedo. ¿Quién chucha era? En mi barrio todos se conocen. No habían edificios, salvo los que estaban construyendo justo atrás de mi casa.

El perfil decía:
“Dotado caliente, de paso por Angol”
Activo ⬆️
Estatura: 1.83

Conchetumadre. Ese de paso me mató. imagine debía ser un familiar de un vecino con la casa sola o un arrendatario nuevo. Me llega un tap y un mensaje:

— Hola, ¿qué buscas?
+ Viendo qué sale
— ¿Rol?
+La verdad… versátil, supongo. Pero con ganas de que me lo pongan. Bien sumiso.

El corazón me latía como loco. Le estaba hablando como una zorra y al mismo tiempo estaba cagadísimo de nervios y nunca me había hecho siquiera una ducha anal en mi vida.

— Yo activo. ¿Mandas foto?

+ Manda tú y te sigo.

No podía arriesgarme a que fuese alguien conocido. Me llegó una foto: un weón exquisito. Le dije que vivía ahí de toda la vida y nunca lo había visto. Le pregunté de dónde era.

— Arriendo acá en una casa en la esquina. Trabajo en la construcción de los departamentos nuevos.

+ [foto] (Obvio que no era mía. Había buscado en Instagram a alguien que se pareciera un poco a mí: flaco, alto, piel clara).

— Ven, estoy caliente. Te lo quiero poner.

Me lavé. Me preparé. Era mi primera vez. Me hice una ducha anal. Me duché entero. Le advertí que me diera tiempo. Pasó media hora y me llegó otro mensaje:

— ¿Estás listo? Estoy que me vengo. Tanta paja… me teni caliente, pendejo.
+ ¿Qué edad tienes? — pendejo ? Eso me descolocó. la foto que utilice tenía cara de pendejo igual que yo pero aún así me hizo ruido, tenía que preguntarle.

— 30 años —me dijo.
(Mentira. Años después, cuando nos volvimos a encontrar en Temuco, me enteré de la verdad. Pero esa es otra historia).
+ Estoy listo. Espérame fuera.

La casa quedaba a dos de la mía, justo en la esquina frente a la construcción. Me estaba esperando con la reja abierta… y la puerta también.
La sorpresa fue para los dos porque yo no era el de la foto y él tampoco.
Me encontré con un hombre de lentes, barba y rulos. Guapo. Masculino. No podía verlo del todo, pero algo en su presencia imponía.

— Pasa calladito. Hay más trabajadores en la casa, en sus piezas.

Entré en silencio. La casa era larga, oscura, con varias puertas cerradas. Su pieza estaba al fondo. Cama matrimonial, baño propio, calefactor con forma de chimenea que alumbraba todo con una luz anaranjada. Cálido. Íntimo. Silencioso.

Se sacó la ropa. Lento. Con intención. Se metió a la cama en boxer y polera. Me miró desde ahí, y me dijo:

— Desvístete. Quiero verte.

Me puse frente a él. La luz naranja de la chimenea caía sobre mi torso. Me saqué la polera, los pantalones, los boxer. Completamente desnudo. El pene colgando, medio duro. Me agaché para dejar la ropa a un lado, pero lo hice lento, dejando mi ano en su línea de visión. Sabía lo que hacía. Quería calentar.

Sentí su respiración más fuerte. El aire en la pieza se volvió denso. Estaba temblando, sí. Pero de ganas.

— Ven, está helado.

Me acosté a un lado sobre su brazo. Mi corazón latía a mil. En mi cabeza solo sonaba: ¿qué chucha estás haciendo, JP? Pero ya no había vuelta atrás. Ya nos habíamos visto. Ya no éramos anónimos. Vivíamos a dos casas.

— Bésame.

Su cuello se estiró. Su boca llegó a la mía. Un beso profundo, húmedo, con lengua. Sentí su barba rasposa en mi cara. Me besaba con hambre, como si quisiera llenarme la boca. Extendió la mano y sacó un lubricante Bentley celeste del velador.

En eso, sentí en mi cadera su pene.
Gigante.
Más que pornográfico.
Era como si me estuviera apoyando un antebrazo duro, grueso, palpitante.

Pensé: no puede ser. Debe ser otra cosa. Pero no. Era eso.

Bajó la mano, levantó mis piernas y empezó a acariciar mi ano con los dedos lubricados. Volvió a besarme, más salvaje.

— Estás muy rico, pendejo.

Gemí. Mi pene se llenó de sangre. Sentía el glande explotar de placer. El precum brotaba y mojaba las sábanas.

— Shhh, no tan fuerte… que hay gente durmiendo.

Eso me calentó aún más. La idea de estar ahí, gimiendo con otros hombres a metros, dormidos.

Ya no aguantaba. Necesitaba confirmar con mis ojos, con mi boca, que lo que rosaba mi cuerpo era real

+ Acuéstate boca arriba.

Me senté sobre su cadera, le saqué la polera, y comencé a besar su cuerpo. No era flaco, pero tampoco gordo. Tenía pecho, vello corto. Se notaba que se rasuraba, aunque ya habían pasado unos días.

Llegué a sus tetillas. Las lamí, las mordí. Él se quitó el bóxer.

Y ahí estaba.

Tomé su pene con la mano. Inmenso. Más de 20 centímetros. Grueso. Pesado. Palpitante. Yo no tengo el pene chico, pero eso… eso era otra cosa. La diferencia era brutal. Me incliné y se lo comencé a mamar. Lo más profundo que podía.

Él me tomó del pelo y lo apretó con fuerza.

— Mírame mientras te lo comí

Sacó su pene de mi boca, me pidió que sacara la lengua y empezó a golpearme con él, suave, sobre la cara y la lengua.

Me volvía a empujar, una y otra vez, sujetándome del pelo con firmeza.
— Uhh, que lo mamai exquisito, pendejo jadeaba, con la voz rasposa del deseo mientras yo daba mi mejor esfuerzo por comérmelo completo y no se como pero lo logré, me dolía la mandíbula por tener la boca tan abierta.

Pasaron varios minutos así. Me susurraba cochinadas, frases calientes que me hacían temblar de placer. Repetía el gesto de jalarme del pelo, empujarme, golpearme la cara con su pichula cada cierto rato como si no quisiera que se me olvidara a quién le pertenecía.

Hasta que no aguanté más la calentura.

No le dije nada.
Solo me detuve. Alejé mi rostro de su pene.
Las palabras sobraban. Él sabía exactamente lo que quería.

Me abalancé sobre su boca con una desesperación salvaje. Lo besé con hambre. Él me sostuvo, me tomó fuerte. En ese momento, me miró a los ojos, y me dijo:

— Quiero chuparte el pico antes que te sienti

Me levanté. Me senté sobre su torso. Acomodé mi trasero hasta que mi glande quedó justo en sus labios, tibios, abiertos, dispuestos.

Me lo chupaba exquisito.
Yo me masturbaba lento, montado sobre su pecho. Él sacaba la lengua y la paseaba por mi glande, que a estas alturas estaba completamente bañado en precum. lo chupeteaba como collac tratando de sacarle hasta la última gota

pasaron varios minutos
— Para… o me vengo —le dije, entre gemidos.

Yo quería correrme con él dentro mío.

Saqué el condón, lo abrí temblando, con las manos calientes y torpes por la ansiedad. Lo desenrollé se lo puse y le eché más lubricante hasta inundarlo. Me senté sobre él, con la punta apenas apoyada en mi ano. Comencé a tantear, a respirar profundo, a abrirme paso, a cargar su pichula centímetro a centímetro, intentando recibirlo dentro de mí.

Él estaba quieto, atento, con las manos en mis caderas, los ojos fijos en mi cara
Me dolía.
Ardía.

Era mi primera vez. Y como si fuera poco… con esa pichula.

Con 25 años hoy, y varios hombres después, todavía no he vuelto a toparme con algo tan grande y grueso como lo que ese tipo cargaba entre las piernas. Era descomunal.

Sentí la presión, ese empuje lento, firme, El glande apenas pasaba y ya me sentía al límite. Mis piernas temblaban, mis manos buscaban afirmarse en su pecho. Me miraba con deseo, con paciencia, con esa cara de quien sabe exactamente el efecto que está causando.

— Respira, pendejo —me dijo con un susurro tosco

Yo hacía fuerza para abrirme, para aguantar el ardor que me hacía apretar la mandíbula.
Cada centímetro que bajaba era una mezcla de dolor y calor. Una tensión que iba desde el ano hasta la espalda baja.

Él me tomaba de las caderas, las movía lento, hacia abajo. Me ayudaba a acomodarme. Me lamía el pecho, el cuello, mientras yo me dejaba traspasar por su pichula

Cuando al fin entró completo, me quedé quieto un momento antes de comenzar a montarlo. Solo sabía que tenía el cuerpo abierto en dos

Me comencé a mover lento. Yo tenía el control. Él, abajo, completamente quieto, me dejó ser. Se entregó a que lo montara como quisiera, tener el control me tenía pero loquisimo veía su cara, como besaba mi pecho su brazos gruesos rodando mi cintura, me tenía más caliente que la chucha

Comencé a montar ese pico exquisito, con ritmo contenido, sintiéndolo entrar y salir, sintiendo cómo me abría por dentro cada vez más. Su cabeza hinchada, palpitante, se sentía como si tuviera sangre hirviendo adentro.
Mi propio pene goteaba sin parar, tenía su pecho lleno de precum, brillante, mojado, como si lo estuviera marcando con cada movimiento de cadera.

Pasaron unos minutos y él no paraba de decirme cosas ricas:

— Así, mi putito rico… mételo entero.
— Qué culo más rico hueon
— Mírame cuando te sentai

Lamiéndome las tetillas, agarrándome de la cara para encorvarme sobre él y meterme su lengua con desesperación. Su respiración agitada se chocaba con la mía. Nos besábamos con furia, como si nos fuéramos a comer vivos, y cada tanto teníamos que separarnos solo para respirar.

Sus manos grandes apretaban mis nalgas, las abría, las alzaba, Acariciaba mi espalda con una ternura que contrastaba con la brutalidad de su pene adentro mío.

Yo ya estaba entrando en trance.

Tenía los ojos cerrados, la boca abierta, y el cuerpo rendido al placer más intenso que había sentido en mi vida

En medio del vaivén, jadeando él me mira dice como si estuviera dándome una orden y con sus ojos queriendo advertirme:

— Ya, sal de ahí… ahora me toca a mí.

Obedecí sin decir nada, excitado solo con el tono en su voz. Me bajé de su cuerpo y él, con decisión, me acostó de espaldas. Puso dos almohadas bajo mi espalda baja, levantó mis piernas con fuerza y precisión, como si lo hubiese hecho mil veces. Me dejó completamente expuesto.

— Tenís todo el hoyito too abierto, —me dijo con una sonrisa torcida, mirándome con hambre.

Me sentía vulnerable, exhibido, pero tan excitado que casi no podía soportarlo.

Escupió sobre su pene grueso, que brillaba de lubricante y saliva, y sin mucha espera, lo introdujo de nuevo. Esta vez con más violencia, Solté un quejido entre dientes. Me apretó fuerte los muslos, Se abalanzó sobre mí y comenzó a culiarme en misionero.

Sus embestidas eran profundas, certeras, pesadas. Sentía el choque de sus caderas contra mi culo. Me miraba directo a los ojos, como si quisiera romperme
Su cuerpo encima del mío, caliente, con ese olor mezcla de hombre, sudor me tenía terriblemente caliente.

El calor en la pieza era asfixiante. La chimenea seguía alumbrando en naranja.
Yo me aferraba a las sábanas, a sus brazos, a lo que fuera que me anclara, porque con cada embestida mi cuerpo temblaba. Gritaba con gemidos sordos, hasta que me dijo:

— Shhh… no tan fuerte, que hay gente durmiendo.

Eso me calentó aún más. Mordí mi labio. Me tragué los gritos. Y seguí recibiéndolo.

Me tapó la boca con su mano, apretando con firmeza, como si quisiera asegurarse de que no se me escapara ni un solo gemido más.

Mientras tanto, se inclinó y empezó a besarme el cuello, lento primero, luego con más hambre. Sentía su barba raspando mi piel, su respiración agitada contra mi oído. Me mordía suave, me lamía, me culiaba exquisito.

Sentía su peso encima, su pelvis chocando con la mía, su pene abriéndome sin piedad,
Me tenía loco.
Había dolor, sí.
Era mi primera vez, y su pichula era simplemente demasiado.
Me ardía el ano, me quemaba por dentro, pero no quería parar. Lo aguantaba todo, porque al mismo tiempo… estaba completamente entregado al placer.

Su mano seguía en mi boca, sus labios ahora en mi clavícula y su respiración agitada sobre mi hombro
Yo cerraba los ojos, arqueaba la espalda, lo recibía entero.

Era como si me estuviera rompiendo y armando de nuevo con cada movimiento.

Y aún así, con ese dolor incómodo entre cada gemido contenido…
Era la mejor culiá de mi vida.

Estuvimos así un rato.

Yo ya no podía más de la excitación.
Él seguía culiándome firme, con ese ritmo salvaje pero controlado, como si supiera exactamente cuánto podía darme sin romperme. Me tenía al borde. La respiración entrecortada, los ojos cerrados

En un momento destapó mi boca solo para besarme. Me devoró.

Y en medio de ese beso caliente, desesperado, le solté entre gemidos:

— Espera… me voy a correr.

— Yo igual —me dijo jadeando, con la voz ronca, agitada, casi temblando.

Sentía su respiración rápida, su pecho pegado al mío, cómo su cuerpo entero vibraba.
Sus embestidas se hicieron más intensas. Más violentas. Pero ya no dolían.
Al contrario…
Cada una me llenaba. Me traspasaba. Me satisfacía de una forma que nunca antes había sentido.
Y, aun así, yo quería más.

— ¿Me vengo? ¿Dónde te lo echo? —me preguntó con los dientes apretados, a punto de estallar.

— Dentro —le dije sin pensarlo.
Lo deseaba.
Quería sentir cómo su pene se hinchaba, cómo palpitaba y expulsaba toda esa leche dentro de mí. Quería esa sensación única, esa entrega.

Un par de embestidas más.
Se detuvo. Gritó bajo. Se vino.

Sentí el calor. Sentí cómo su pichula se endurecía aún más y luego los chorros calientes llenándome por dentro.
Y esa sensación fue tan fuerte, tan animal, que yo también me vine. Sin tocarme. Solo exploté.
El cuerpo me temblaba, mi semen se regó entre nuestros torsos mis piernas tiritando. Mi respiración cortada, el cuerpo como si cansado y extrañamente descansado a la vez

Los dos gemimos al mismo tiempo. Llenos. Derretidos. Extenuados.

Y entonces, sin decir nada, se abalanzó sobre mí.
Me envolvió con su cuerpo, con sus brazos, con su aliento aún caliente en mi cuello.

Nos quedamos ahí.
Jadeando. En silencio.
Enredados.
Completamente satisfechos

Pasaron unos minutos.

Él seguía encima mío, nuestros cuerpos pegados con mi semen y el sudor de ambos, nuestras respiraciones aún desordenadas.
Y cuando por fin se separó, sentí cómo su pene, aún semiduro, salía de dentro de mí.
Sacó el condón con calma, se levantó y fue al baño.
Volvió al poco rato con papel higiénico y me limpió con cuidado.

— Estuvo muy rico, —me dijo con una sonrisa suave, distinta a la bestia que me había poseído hace un momento.

Yo lo miré, medio sonrojado, todavía procesando todo. Y no pude evitar decirle:

— Era mi primera vez de pasivo con u hueon

Me miró y me dijo

— Que? Me encantó.

Hubo un momento extraño. Íntimo.
De esos que no te esperas después de una culiá así. Pero que llegan igual.

La verdad… desde el momento en que empecé a mamarle el pene supe que había nacido para eso.
No sé cómo explicarlo. Era instinto. Era placer puro. Era entrega.

Le dije que era muy grande.

Se rió un poco y me respondió:

— Nadie me lo ha chupado tan rico como tú.

Yo sonreí. Orgulloso.
Algo dentro de mí se sintió validado. Confirmado.

Nos quedamos un rato más en la cama, tapados apenas con las sábanas.

Estuvimos conversando.

Me dijo que era de Temuco, que estaba casado, que tenía un hijo… pero que estaba en proceso de divorcio.

Me dijo su nombre real. Yo le dije el mío.

Y nos confesamos algo que, a esas alturas, ya era evidente: ambos habíamos usado fotos de internet en nuestros perfiles.
Nos reímos.
Pero en ese momento, ¿a quién le importaba?

Después de todo lo que habíamos compartido, lo que habíamos sentido…
La imagen que mostramos al principio era lo de menos.

se levantó tomó una toalla y me llevó a la ducha.
largo el agua, esperó a que saliera caliente me metió dentro me empujó contra la pared y el agua recorría mi rostro mientras nos comíamos la boca.
honestamente quiero contar como sigue esto pero da para más relato y ya está demasiado largo jajaj

un saludo al ingeniero de los departamentos de mi barrio
si vez esto sabrás quien soy
un saludo a tu pene enorme

¿Te gustó el relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 5 / 5. Recuento de votos: 103

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

/ / / 🇨🇱 Chile / 🌈 Gay

🔥 ÚNETE A NUESTROS CANALES DE TELEGRAM 🔥

Recibe los mejores relatos directamente en tu celular

IR AL CANAL DE TELEGRAM
💬 Escribe un comentario

11 Comentarios

  • Tulon de 30 y tantos
    mayo 12, 2025 a las 10:24 pm

    que buen relato, hace mucho no leia uno que me tuviera tan al borde de la cakentura solo leyendolo, espero el resto, debes ser un pasivo increible!. saludos.

  • Anónimo
    mayo 12, 2025 a las 10:33 pm

    Cuenta más… Estuvo genial el relato

  • Anónimo
    mayo 13, 2025 a las 10:33 pm

    Que bueno el relato un 7!!

  • Anónimo
    mayo 13, 2025 a las 11:56 pm

    Que rico relato y que bien contado. Aquí me dejó todo duro jajaja
    Ojalá sigas contando tus experiencias

  • Anónimo
    mayo 14, 2025 a las 12:05 am

    Mega rico todo , quiero más y lo necesito

  • Jose
    mayo 14, 2025 a las 10:16 am

    Muy buen relato. Muy detallado y preciso, excelente la verdad, así da gusto leer

  • EricLS
    mayo 14, 2025 a las 5:41 pm

    Excelente relato….me lo imagine todo 😈🔥

  • Anónimo
    mayo 14, 2025 a las 11:56 pm

    El mejor relato que he leído!! Acabé dos veces!!

  • Anónimo
    mayo 16, 2025 a las 10:47 pm

    Muy buen relato wn tengo el pico duro … necesito más

  • Anónimo
    mayo 18, 2025 a las 1:13 am

    Nombre del ingeniero en temuco porfaa

  • Rodrigo
    mayo 20, 2025 a las 7:20 pm

    Me encantaría conocer al pasivo, no me esperaba un relato de otro angolino aquí

💬 Deja tu comentario

×

Reportar Relato

SALTAR AVISO