Es mejor no planificar – Parte II

No lo podía creer. ¿Ese era Damián? ¿El chico que veía todos los días desde mi balcón en la cancha del edificio jugando basket sin polera? Damián era un chico de mi porte, moreno, pelo corto, barbita bien cuidada y ojos verdes, precioso y tonificado, y yo babeaba siempre al verlo entrenar.

-Él es Camilo, el vecino que invité – dijo Aníbal.
-Wena Camilo!!!! – dijo Damián, dándome un abrazo. Pude sentir su pico que, aunque estaba en reposo, era de bastante buen tamaño. – Supongo que este parcito te ha atendido bien.

Mientras tanto, Bastián fue a abrir la puerta. Me intrigaba saber quién era su visita. Me daba susto toparme con algún conocido. Mi sorpresa fue mayor: no era uno, sino tres invitados, y había dos que yo ubicaba de redes sociales y que sabía que eran pareja. Yo babeaba y me empezaba a poner duro, porque todos estaban guapísimos. La pareja estaba formada por Esteban (1,80, trigueño, pelo corto y barba algo rubia) y Francisco (1,75, moreno chocolate, pelo negro y liso, bonita sonrisa), y el tercero era Gustavo (1,90, rubio, con cara de niño bueno, lampiño y tonificado). Parece que los tres esperaban encontrarse sólo con Bastián, y se vieron gratamente sorprendidos al ver sobre todo a Damián, que estaba en toalla y que los abrazó efusivamente.

-¡Qué bueno que ya llegaron casi todos! – dijo Damián.

O sea, que aún faltaba alguien por llegar. Yo no lo podía creer, era demasiado bueno para ser verdad. Al parecer, Aníbal y Bastián querían hacer un carrete en Conce con puros chicos guapos, beber, pasarlo bien y que pasara lo que tuviera que pasar, todo en buena onda. Aníbal me invitó a mí, Bastián a Esteban y Francisco y ellos llevaron a su amigo Gustavo que era de Valpo y se estaba quedando con ellos. Por su parte, Damián había invitado a Hugo, que probablemente llegaría con Íñigo, su pareja. Así que comenzaron las cervezas, las piscolas y los cigarros, el maní, las papas fritas y la conversación. Yo me sentía algo cohibido entre tanto hombre guapo, pero el alcohol ayudó un poco a que todos nos soltáramos y que lo pasáramos excelente. No podía evitar mirar a Aníbal y Bastián, cómo se tocaban descaradamente en frente de todos, poniendo en evidencia sus miembros duros sobre el pantalón. Lo mismo Esteban y Francisco, que no desaprovechaban ocasión para besarse y tocarse. Damián, por su parte, se fue a vestir (por mí no lo hubiera hecho) y a los dos minutos gritó:

-¿Alguno puede traerme la polera roja que dejé en el baño?

Yo era el que estaba más a la mano, así que Aníbal me dijo que fuera yo. Entré al baño, tomé la polera y entré a la pieza, donde Damián estaba desnudo sobre la cama, erecto y mirándome con cara de caliente.

-Qué bueno que viniste tú – me dijo. – ¿Crees que no me caliento cuando me miras desde el balcón todos los días?

Se puso de pie frente a mí e hizo el amago de darme un beso, pero se apartó. Sabía cómo calentarme sin un solo roce, dejándome con las ganas. Su pene erecto, húmedo y rosado en la punta, con vello recortado y cuidado como su barba era como un imán para mí. Con una mirada, Damián me indicó lo que debía hacer: me puse de rodillas y comencé… en realidad estuve a punto de meterme ese pico precioso a la boca, pero quise devolverle la mano e hice como que se lo iba a mamar: abrí mucho mi boca, introduje su pico sin tocarlo ni con la lengua siquiera, exhalé un suspiro sobre el glande… y lo retiré. Damián me miró ganoso, con cara de malo, entendiendo el juego de inmediato. Yo me dediqué a acercarme a la base de su pene, a sus testículos, a sus muslos en la zona cercana a la ingle, al espacio entre el culo y sus testículos, sin tocar nada, sólo que sintiera mi aliento… luego rozaba apenas la punta de la lengua… luego un poco más. Recorrí con mi lengua cada centímetro de esa zona mientras Damián se retorcía de placer. Finalmente llegué a su grande, que ya estaba muy mojado sin siquiera tocarlo. Entonces me lo introduje en la boca, sintiendo ese sabor exquisito a líquido preseminal y seguido por un espasmo y un quejido de Damián, que yo creo que se oyó hasta el living, donde estaba el carrete. Comencé a mamarlo, primero despacio y finalmente con más energía. Damián me estaba follando la boca, y se sentía tan rico… casi no me cabía, pero hice mi mayor esfuerzo. Estábamos disfrutando ambos cuando sonó el timbre.

-No quiero …acabar … todavía, que nos queda … mucha noche… y muchos invitados – me dijo con la respiración entrecortada y una mueca de malicia. Y yo le encontré toda la razón.

Damián se vistió, yo traté de disimular mi erección (Damián parece que no lo intentó) y salimos de la pieza para recibir a Hugo e Íñigo, que acababan de llegar. Todos estaban sentados en la mesa, así que rápidamente saludamos a los recién llegados, dos morenazos que perfectamente pasarían por hermanos gemelos: 1,75 m, pelo corto y negro, ojos negros intensos, delgados, velludos con vello rebajado, barba y muy buen culo.

-Se demoraron un poco parece – dijo Bastián, con una sonrisa cómplice. – Ahora siéntense, que vamos a comenzar el juego….

¿En qué crees que terminó ese juego? Deja en los comentarios lo que crees que pasó, y si quieres una tercera parte, dame una buena calificación.

¿Te gustó el relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 4.8 / 5. Recuento de votos: 13

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

/ 🇨🇱 Chile / 🌈 Gay /
💬 Escribe un comentario

No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!

💬 Deja tu comentario

×

Reportar Relato

SALTAR AVISO