Visita al doctor

Tuve que ir al médico a que me controlara la rodilla luego de una cirugía. Tengo 40 años, soy de cuerpo fornido y peludo. El doctor es más joven que yo y con escaso pelo en el cuerpo por lo que se veía, pero con aspecto de deportista.

Esperé mi turno en la sala de espera que me hizo pasar. Era la tercera vez que nos veíamos y desde el primer momento siempre sentí tensión sexual con él. La primera vez fui a un sobre turno y si bien no tenia mucho tiempo, se tomó el tiempo necesario para chequear mi rodilla, tocar tendones, ligamentos y músculos del muslo y la pierna. Quedé súper caliente. Esa vez llevaba puesto un pantalón que levanté hasta la mitad del muslo porque a pesar de ser calentón soy pudoroso y no me gusta quedar en bolas delante de cualquiera. Me indicó unos estudios y me dijo que posiblemente me tenía que operar. Al otro día llevé los estudios y fijamos fecha para la cirugía en una semana.

El día de la cirugía yo esperaba en la habitación para entrar en el quirófano. Estaba en la cama, en bata y sin nada de ropa debajo. Entró, saludó cálidamente y me preguntó si estaba nervioso. Le comenté que sí porque era mi primera cirugía. Chequeó mi rodilla una vez más y palpaba los músculos del muslo sobre la rodilla. Parecía que me hacia masajes para relajarme porque mientras lo hacía me decía que estuviera tranquilo. Que todo iba a estar bien. A medida que hacía eso yo sentía un leve cosquilleo en la entrepierna, un calor que me subía. Y recordé que no tenía ropa interior. Qué vergüenza. Se iba a dar cuenta de que tenía una erección por sus toques. Por suerte entraron los enfermeros a buscarme y me llevaron con camilla y todo al quirófano. Yo sabía que mientras yo estuviera dormido y al levantarme la pierna podía ver mis genitales, pero supuse que para ellos era algo de todos los días.

Ese día del control llevaba puesto un pantalón de jean ajustado y una camisa. No iba a poder arremangarlo para mostrar mi rodilla. No lo hice a propósito. Me di cuenta de ese detalle en el momento en que el doctor me pidió que me recostara en la camilla y le mostrara mi rodilla. Desabroché mi pantalón y lo bajé hasta los tobillos. Menos mal que traigo ropa interior en condiciones, pensé. Llevaba puesto un slip blanco que me marcaba un buen bulto y resaltaba mis piernas velludas y musculosas. Siempre uso perfumes. Considero que son como el condimento para las comidas. Realza los sabores y las cualidades que podemos tener. Para mí, un hombre con un buen perfume es mucho más atractivo. El doctor comenzó a examinar mi rodilla tocando desde abajo hacia arriba. Me pidió que me quitara el pantalón de los tobillos para poder ver la movilidad completa de la pierna. Flexioné y estiré la pierna. Hacía presión con sus dedos sobre los músculos sobre la rodilla, hacia mi cintura, tanto los que están en la parte de adelante como atrás del muslo. Una vez más comencé a sentir ese calor familiar en mi entrepierna y mi miembro comenzó a hacerse notar en segundos. No sabía qué hacer. Cuando miro al doctor a la cara veo que una mueca se dibuja en su sonrisa y me miró directo a los ojos para decirme: «parece que tenés esta zona muy sensible porque tu amigo se alegró apenas te toqué» y miraba mi entrepierna. «Disculpe,doctor» atiné a decirle ruborizado.»No, todo bien. Somos hombres y entendemos que estas cosas pasan» me decía él en su bata blanca mientras continuaba masajeando mi muslo y subía lentamente como queriendo llegar a mi entrepierna. «Necesito hacer esto para saber cómo están tus músculos. ¿Te molesta que siga revisándote?» me preguntó con cara pícara. «Si a Ud. no le molesta que a mi me pase esto» le contesté. En ese momento hice un pequeño movimiento de mi cuerpo y su mano terminó sobre mi bulto como por accidente. La movió despacio y me miró para esperar mi reacción, yo lo miré a los ojos y me sonreí y él continuó apretando mi paquete. Yo respiraba lento y profundo. Veía como en su pantalón de vestir se marcaba su bulto y comencé a rozarlo con mi rodilla operada. «Qué buen perfume tenés» me dijo «Cuál es?». Podés sentirlo mejor en mi cuello, le dije. Se acercó a oler mi cuello y en ese momento mi boca se cruzó con la suya en un beso apasionado que llegaba a causar más presión de su mano en mi slip. Nos cominos a besos. Con mis manos tomé su cabeza y no lo dejaba escapar mientras lo besaba.

Me bajó el slip dejando mi verga erecta al descubierto. Tenía mucho líquido preseminal por el juego previo y al parecer le gustó mucho. Tomó unas gotitas de ese líquido entre los dedos índico y pulgar de su mano derecha y se las llevó a su boca mirándome. «Me encanta» me dijo. «Quiero comerte desde el primer día en que te vi» me confesó mientras me besaba fogosamente y me masturbaba.
Luego se fue directo a mi verga a comerla desesperadamente. La chupaba increíblemente. Me retorcía de placer, con sus manos expertas jugaba con el resto de mi cuerpo. Para ese momento yo ya tenía desabrochada la camisa y había desprendido su pantalón que ya estaba en el piso. Chupaba mi verga y apretaba mis tetillas. Yo lo pajeaba y me moría por comerle la verga que se veía venosa y estaba depilada al igual que sus huevos. Yo quería que me cogiera. Quería sentirlo dentro. Como los polos complementarios de dos imanes, al parecer él lo percibió y comenzó y meter uno de sus dedos en mi ano que antes había lubricado con mi propio precum. Masajeó mi próstata de una forma excepcional y yo tenía que gemir cuidando de que los pacientes de la sala de espera no lo notaran. «Cógeme, por favor. Lléname de tu leche» le supliqué. Así como estaba yo, recostado en su camilla, puso mis piernas sobre sus hombros y me penetró. Suave al principio y vigorosamente luego. Tenia una energía indescriptible. Lo hicimos en 4 patas, de costado, de espaldas. Me preguntó dónde quería su
leche y le dije que dónde él quisiera. Me cogió con mis piernas al hombro finalmente dejándome su semen dentro. Mientras acababa mi miraba a los ojos con una cara de morbo que me puso a mil. Yo quería acabar en ese instante,pero él me detuvo. Cuando ya había salido de mi se acercó a mi verga para chuparla y me hizo acabar con su boca, tragándose todo mi semen y relamiéndose los labios.

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