Servicio rural: la historia de Ricardo (parte 2)
Nos fuimos por el camino conversando; yo estaba más desinhibido, y él también. Al cabo de media hora llegamos a la casa, hicimos fuego, luego Ricardo se puso a beber y jalar, mientras yo solamente fumaba pito, sentados en el living.
Me gustaba observarlo mientras hablaba. Tenía un acento campesino que a veces no le entendía del todo. Todo me atraía de él: era muy varonil y sensual a la vez. Me pidió que pusiera porno, así que llevé mi computador y se lo ofrecí para que buscara algo a su gusto. Estuvo un buen rato buscando mientras se sobaba el pene sobre el pantalón. Se notaba grande; a la luz se podía apreciar mejor.
De pronto, su tono volvió a ser rudo e imperativo, como había sido en su casa. Me pidió que me sacara la ropa y me pusiera en cuatro sobre el sillón. Yo aún traía puesto el colaless negro y sentí cómo lo corrió con agresividad. Sin darme cuenta, él ya estaba chupando mi ano; lo hacía con ímpetu, lo cual me retorcía de placer. Sentía su lengua jugar en círculos, haciendo presión hacia dentro; de a poco me estaba penetrando.
No podía verlo, pero percibí sus movimientos y luego el sonido de un sobre de condón al abrirse. Se venía resistir su vergota nuevamente.
—Despacio, por favor —le rogué con voz sumisa.
Ricardo no dijo nada, solamente fue haciendo presión en la entrada de mi culo. Me estaba abriendo nuevamente. Yo gemía de placer y dolor. Él jadeaba un poco mientras su pene se abría paso por mi orificio. Realmente era grande, no solamente largo, sino que grueso, y eso era lo que me estaba partiendo. Pensé fugazmente en que llevaba varios meses sin sentir un pene así de grande dentro, y me sentí afortunado de tener a Ricardo calando en mi interior. Esto no se vive todos los días, fue mi último razonamiento antes de entregarme completamente a su penetración.
De fondo se escuchaba a una mujer gemir: era la película que Ricardo miraba mientras me cogía.
—¿Te gusta que te dé pico, putita?
Dijo a la vez que empujaba más fuerte, sacándome un pequeño grito. Le dije que sí, gimiendo, disfrutando cada centímetro que entraba y salía. Seguía diciéndome cosas, haciéndome sentir la más puta de la noche. Me nalgueaba y follaba sin parar, como un toro.
Al pasar unos quince minutos se detuvo y salió de mí. Sentí el vacío que dejó su pene: estaba abierto como hace rato no lo estaba.
—Paremos un rato —balbuceó, mientras se tiraba otra línea.
Después buscó otros videos, se quedaba mirando y conversábamos trivialidades.
Ya eran las tres de la mañana cuando nos fuimos a mi habitación. Ahí conecté el computador a la tele, y Ricardo pudo disfrutar del porno en pantalla grande. Yo estaba decayendo, quería dormir, y él lo notó.
—Si quieres, duerme un rato no más. Después te sigo culiando.
Me reí. Sí, quería dormir, pero también me daba desconfianza hacerlo y que él quedara despierto en mi casa. Al fin y al cabo, lo conocía apenas desde un par de horas antes. Sin embargo, el sueño fue superior y en algún momento me dormí.
No sé cuánto tiempo dormí —debieron ser unos cuarenta minutos— cuando Ricardo me despertó.
—Ven, ponte en cuatro.
Yo pensaba que cuando me dijo que después me iba a culiar de nuevo, era su pavoneo de macho. Además, no era necesario: nuestro servicio estaba más que saldado.
Salí del sopor rápidamente y me fui acomodando, cumpliendo sus órdenes. Me chupó el culo un rato, lo hacía como un experto. Luego me penetró nuevamente; esta vez no dolió casi nada, ya estaba abierto y dilatado. Me culió una media hora sin parar, solo cambiábamos de posiciones, y en cada una de ellas enterraba su verga hasta el final.
—Eres bien putita, te haces el tonto no más —me dijo con calentura, después de que empecé a apretar su miembro por dentro.
Empezó a bombear con más fuerza. Yo gemía desesperado. Me dijo que acabara. Bastó que tocara mi pene para estallar nuevamente, esta vez sobre mi cama.
Después de eso me limpié y volví a dormir, esta vez más relajado. Ricardo se acostó a mi lado, pero no durmió, seguramente por los efectos de la coca.
Desperté como a las siete de la mañana. Ese par de horas habían sido suficientes para descansar un poco. El hombre a mi lado me miró y saludó con simpatía. Conversamos un poco y me pidió que lo fuera a dejar a la casa de su tía.
Nos fuimos conversando todo el camino de regreso a su casa. De a poco, Ricardo se fue abriendo y contándome detalles de su vida. Ese día, después de haber follado horas la noche anterior, nació una relación de confianza entre ambos que sigue hasta el día de hoy, aunque con varios entremeses que espero relatar en próximas partes.
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1 Comentario
Luke
junio 23, 2025 a las 2:12 amArriesgado igual wn, pero rico