Dos cabezas piensan mejor que una

Hola amigos, por aquí Nick de Santiago, retomando mi historia desde donde quedamos en el relato anterior.

Y sí. Acababa de terminar mi primer pololeo de cuatro años. Me fui desde el departamento que habíamos arrendado juntos hacia la casa de una amiga que tenía una pequeña pieza de invitados. Habré estado unos cinco meses ahí, entre bajoneado, digiriendo el veneno de todas las cosas que dejé pasar y tratando de madurar.

En ese lapso, mi única diversión era ir a fiestas en clubes gay, de esas donde hartos hombres sin polera se ponen a bailar bien juntos frente al escenario, se besan y corren mano. Los más lúcidos hasta piden tu teléfono y otros te prometen el oro y el moro. Ahí fue la primera vez que me besé con más de un desconocido en una misma noche, y sentí esa excitación en la piel del roce con otros cuerpos al ritmo de la música, del cariño fácil y efímero.

Al volver a casa de aquellas fiestas y entrar en el pequeño cuarto de invitados, me golpeaba de frente con la realidad, recordando que vivía una vida tediosa y solitaria. Pero pronto, las cosas empezarían a cambiar.

Una tarde, mientras veía una película junto a mi amiga en el sofá, comenté, a propósito del protagonista «mira, qué sencillo es pegarse un pequeño viaje a un lugar desconocido. Ni siquiera hay que ir tan lejos».

Esa frase le quedó dando vueltas en la cabeza, porque esa misma tarde me entregó un papel doblado mientras decía «Toma, te vas a Mendoza para el finde de fiestas patrias. Y no me agradezcas, usé tu tarjeta».

Poco a poco la idea me fue entusiasmando, y septiembre llegó casi sin darme cuenta. De un momento a otro me encontraba caminando por las calles de esa ciudad, que era lo bastante diferente para sentir ese toque novedoso, pero no tanto como para sentirme abrumado por un shock cultural.

Ese día era particularmente caluroso, y al pasear por las calles vi varios hombres con remeras y shorts ajustados. Inevitablemente, mi instinto animal regresó. Recordé que llevaba varios meses de soltería y abstinencia. Quizá esta era la oportunidad de probar algo nuevo ¿no?

Aquella tarde compré un chip de teléfono argentino, descargué esa aplicación de la máscara naranja y creé un usuario llamado «chileno aventurero. 26». Esa noche fui a una cervecería del centro, listo para la aventura. Iba por la segunda birra cuando recibo un mensaje «¿te animás a un trío? Tenemos sitio a algunas cuadras del centro». Foto adjunta.

Weon, un trío, con dos argentinos, la sola idea me dio un micro infarto. Veo con más detalle la foto; usaban lentes de sol, pero andaban en traje de baño y sin polera, abrazados en una playa. Nada mal, ¿serán novios?, pensé.

«Me estoy animando. Quizá con otra foto me convencen». Al instante, recibo una segunda foto. Era un primer plano a dos penes en plena majestad. Uno era blanco y ligeramente curvo, y el otro curiosamente recto. Ambos eran de cuerpo peludo y ejercitado, el primero más delgado y marcado y el segundo era grueso, fornido. Se me hizo agua la boca.

No todo era perfecto, ya que no estaba tan preparado como pensaba. Había salido muy arreglado y canchero del hostal, pero sin equipamiento. «¿tienes condones y lubricante?», pregunté, a riesgo de echar abajo el encuentro. (nota: cabros, usen siempre condón. El riesgo es alto y no vale la pena).

«Tranca palanca amigo, estamos preparados».

De repente, me fijo en su ubicación, 30 metros. Parece que él también, porque me pregunta «¿estás en el bar?».

«Sí, estoy en la barra, de camisa a cuadros», respondí.

Al minuto, veo que entra un hombre al bar y me da el segundo micro infarto de esa noche. Entre la oscuridad y las luces del local veo su cara y era idéntico a un compañero de la pega, el JP, con esa cara de hombre bonachón, tranquilo, con barbita y pelo corto, buen cuerpo. «No creo que sea él, ¿o sí?», pensé.

Se acerca mientras lo miraba pasmado, con la boca abierta y sin decir nada. Con la mano temblorosa, empino el codo para acabar con la birra.

«Che Nick, ¿que hacés?» me dijo al sentarse a mi lado. Su acento era natural, y al mirarlo de cerca noté pequeñas diferencias con el JP, pero aun así podría pasar por su hermano gemelo, o su clon argentino.

«Piola, disfrutando una birra esta noche calurosa. ¿Y tú?», respondo, tratando de disimular el asombro.

«Ando buscando a un chico aventurero, ¿lo conocés?», me dice, sonriendo y guiñando un ojo. Puta el compadre lindo, pensé. Lindo y rico.

Pagué mi cuenta y salimos del bar. La cerveza me había dejado más desinhibido, pero aún tenía esa inseguridad. Todo pintaba demasiado bueno para ser verdad. Pasó su brazo por mi cintura.

«¿Hacia dónde caminamos?», pregunto.

«Nos vienen a buscar en auto, vamos a Godoy Cruz ¿tenés para el taxi de vuelta? No son más de 300 pesos».

«Dale, no hay problema».

Llega un auto y nos subimos. Él se sienta adelante y saluda de beso al hombre que manejaba. Desde el asiento trasero lo saludo. Era otro hombre simpático, de espalda ancha y voz grave. En el camino, me preguntó qué hacía, si trabajaba o estudiaba, que hasta cuando estaba en Mendoza.

Parece un cliché, pero al menos estos dos argentinos eran buenos para engrupir en su forma de hablar. Me contaron que Mendoza era una ciudad más bien pequeña y media conservadora, más parecida a Santiago que a Buenos Aires, y que un turista joven y aventurero era un buen botín.

«Gracias, me siento un cofre del tesoro», les dije, socarrón.

«Preparáte para el entierro, entonces», responde pícaro el conductor. A éste llamaremos Víctor, y al primer hombre, le diremos JP, por su increíble parecido.

«Me preguntó si teníamos condón y lubricante. Creo que alguien anda con ganas de pija», dijo JP, mirándonos a ambos con sus ojos de gato.

Llegamos a su casa y Víctor sube al segundo piso. Quedamos solos con JP en la cocina. Se me acerca coqueto y me pregunta «¿querés algo?».

No respondí, solo sonreí y me acerqué a él hasta rodearlo con mis brazos. «Ay chilenito, no sabés lo que te espera», me dijo antes de plantarme un beso. No quiero sonar cursi, pero JP besaba como un dios, tierno y apasionado. Con una mano me acariciaba la cara y con la otra me apretaba contra sí. Con su lengua jugó y me invitó a usar la mía. Luego me besó y mordió lentamente el cuello.

Pensé «bueno, si me asaltan o me roban un riñón, al menos recordaré que besé a un chico re guapo y sexy. Esto no pasa todos los días».

El romance se transformó lentamente en pasión, y sentimos que la ropa nos molestaba. Seguimos besándonos de pie, acariciándonos y rozándonos. Bajé mis manos a su entrepierna y noté que estaba duro. Sin decirme nada, se bajó el pantalón y con sus manos me guio hacia su boxer mientras jugaba con mi pelo.

Me encanta estar de rodillas frente al paquete de un hombre, ver como su pene se marca bajo la ropa interior, deseoso de salir. Lo acaricié con la cara, frotándome suavemente mientras sentía ese olor a macho que me vuelve loco. Quería alargar lo más posible ese momento, así que jugué lento: primero lamí su boxer por encima, luego asomó la punta de su pene por el costado y le dí besitos en su cabeza y lo encerraba entre mis labios. Se bajó por completo su boxer y me lo mete completo en la boca. Comencé a mamar lentamente, acariciando cada centímetro de su pene con mi lengua y mejillas.

En eso, llega Víctor totalmente desnudo y se para junto a JP y lo besa. Yo, alternando ambos penes miraba como esos dos machos disfrutaban. Mi excitación estaba a cien.

Mamaba el pene de Víctor, mientras masturbaba el de JP. Lamía los huevos de Víctor, que eran grandes y peludos, mientras frotaba mi rostro contra el suave pico de JP. Intentaba mamarlos a ambos a la vez, y luego encontré el ritmo. Entraba y salía uno y luego el otro. Ese olor a pene, a macho, me tenía ciego y descontrolado. Necesitaba comerme y exprimir hasta la última gota de precum de esos dos mástiles rectos y generosos.

No recuerdo cuanto tiempo habré estado comiéndome esos dos penes, pero me sentía imparable. Esto compensaba por creces el casi medio año sin diversión carnal. Mamando y mamando, veo que JP se empieza a encorvar lentamente, como a punto de acabar. Víctor me toma de los hombros, incorporándome. Me besó contra la pared y me baja los pantalones, dándole tiempo a JP de guardar energía.

Víctor besaba como macho bruto, con fuerza, sometiéndome. Yo disfrutaba de su cuerpo recio y poderoso. Me aferré a su espalda ancha y con mis piernas rodeé su cintura. En eso, se aleja de la pared y con sus fuertes brazos me sujeta. Me dice al oído «subamos, arriba está todo listo».

Con ternura, me deja sobre el sofá. JP me quita los boxer y de la mano me conduce por la escalera hacia la habitación. Era una pieza mediana, con paredes y luces rojas y una cama negra al medio. JP se recuesta en la cama, con sus brazos detrás del cuello, dejando expuesto en plenitud su pene blanco y curvo. Sin pensarlo dos veces, me apoyo en codos sobre la cama y retomo mi trabajo previo, saboreando con ganas esa verga argentina. JP movía su cadera, follándome la boca y emitiendo suaves gemidos de placer.

Por el rabillo del ojo, veo a Víctor con una Tablet, grabando cómo mamaba el pene de JP, mientras se masturbaba diciendo «eso, cómele la pija, dale, dale». Con la iluminación roja de la habitación y rodeado de esos dos sementales, me sentía todo un actor porno, dedicado por completo a darle placer a mis dos hombres. Al cabo de unos minutos, deja de grabar y se sube a la cama, justo detrás de mí. Con sus gruesas manos apartó mis nalgas y comenzó a pasar su lengua por mi ano, que se sobresaltó de sentir ese húmedo beso.

Estuvimos en esa posición unos minutos, JP acostado, yo de rodillas mamando su pija, y detrás, Víctor, dilatando mi ano con sus dedos y lengua. Luego Víctor se acuesta al lado de JP, dejando su sabroso pene también en el terreno de juego. Esa visión me excitó aún más. Deseaba poder desdoblarme para saborear ambas vergas y empaparme de ese olor a cuerpo de macho, pero al menos pude masturbar a uno mientras mamaba al otro, sintiendo sus manos jugar con mi cabeza y escuchar cómo se besaban y disfrutaban por partes iguales de mi compañía.

Al rato, JP se incorpora, dejándome sólo con el pene de Víctor. Se pone un condón y empieza a penetrarme lentamente. «Te gusta así, ¿cierto?» me pregunta al oído. Podía sentir en mi interior la curvatura de su pene, llegando a lugares que no había sentido anteriormente. Movía su cadera de forma circular, haciéndome suyo y mirando mientras mamaba a Víctor. «Eso, cómesela toda» me repetía desde atrás, a la vez que iba aumentando el ritmo del empuje de su cuerpo contra mi cuerpo.

«Ahora me toca a mí», dijo Víctor. Me ordena que me acueste en la cama y lleva mis piernas a sus hombros. Mi culo aún sentía el vaivén de JP cuando siento que apoya su propia verga. De un solo movimiento me penetra, sintiendo como esa pija se abría paso donde antes estuvo JP. Su pene era recto y más grueso, lo que provocó que mi cuerpo se acomodara para recibirlo, sintiendo un calor orgásmico que me hizo gemir y apretar ese pene dentro de mí, levantando y bajando mi cadera para sentirlo más fuerte.

«Eso, movete rico» gemía Víctor mientras me embestía sujetando con firmeza mi cadera. «¿Te gusta más mi pija?», «Las dos, las dos», respondí casi sin poder respirar, en medio de un orgasmo que nunca había sentido antes. JP da un beso a Víctor, y éste baja mis piernas de sus hombros y las acomoda al costado, haciéndole espacio a JP para que se siente sobre mí y delante de él.

En ese punto perdí la noción del tiempo, no recuerdo si gemí mucho o poco, solo tengo en la mente esa imagen de mi acostado en la cama, chupando el pene de JP que estaba sentado encima y, al mismo tiempo, siendo penetrado por Víctor, quien besaba y abrazaba a JP por atrás. Nuestros jadeos fueron en aumento. Víctor sacó su pene, y se para a un costado de la cama, mientras JP toma su pene y lo frota junto al mío.

Acabamos los tres casi al mismo tiempo, recibiendo todos esos chorros de leche sobre mi pecho. Sentía todo el cuerpo acalorado y húmedo, casi sin energía. Víctor se levanta y va al baño. Hago contacto visual con JP, quien se acuesta sobre mí y me besa lentamente. Me despeina y se para, a bañarse junto a Víctor.

Como pude, me levanté y esperé mi turno para bañarme. Me vestí casi sin hablar, ya que apenas podía contener el aliento. Víctor dice que el taxi llegó y JP me acompaña hasta la puerta.

«Espero que la hayas pasado bien. Quizá para un finde se nos ocurra a nosotros cruzar al otro lado». Yo solo atiné a sonreír y mirar por última vez esos ojos de gato. Será el pibe más rico con el que haya garchado alguna vez. Me acerqué y le di un beso de despedida, disfrutando hasta el último segundo del roce de su barbita.

Ya de regreso en el taxi, solo bajé la ventana y me fui apoyado todo el viaje sin decir nada, tratando de retener cada instante de esa experiencia y preguntándome si lo volvería a hacer otra vez.

Pero, sin spoilers, eso será tema de otra historia. Un abrazo cariñoso, de parte de su amigo Nick de Santiago.

¿Te gustó el relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 5 / 5. Recuento de votos: 42

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

/ / / 🇨🇱 Chile / 🌈 Gay

🔥 ÚNETE A NUESTROS CANALES DE TELEGRAM 🔥

Recibe los mejores relatos directamente en tu celular

IR AL CANAL DE TELEGRAM
💬 Escribe un comentario

1 Comentario

  • Anónimo
    julio 20, 2025 a las 12:00 am

    exquisito relato y muy bien redactado, 10/10, ahora me implantaste la fantasía de querer ir a buscar webeo a Arg jajsjajsjs

💬 Deja tu comentario

×

Reportar Relato

SALTAR AVISO