Con el obrero en el ascensor
Hola amigos, primera vez que me animo a mandar un relato, así que espero que les guste, ya que es completamente real.
Este suceso ocurrió el 2018, año en que arrendaba un departamento en el décimo piso de un edificio en el centro De Santiago, tenía 29 años y aunque yo ya llevaba un par de años viviendo solo, nunca me había pasado una situación así.
Ese día era sábado en la tarde y yo venía volviendo del gimnasio después de una sesión bien intensa por lo que sólo tenía ganas de llegar a ducharme. Al llegar al ascensor había un chico de unos 25 años con ropa de trabajo, tenía manchas de pintura en los pantalones y en las manos y estaba esperando el ascensor con una caja de herramientas y un tarro de pintura al lado. Al acercarme, noté que me quedó mirando; pero no le di mayor importancia. Seguí en mi mundo y sin hacer mucho contacto con él, hasta que de reojo me di cuenta que suavemente se estaba tocando el paquete; debo decir que me sorprendió y me calentó un poco, así que lo miré a la cara y era realmente hermoso. Tenía una barbita de dos días y una piel morena y bien cuidada, pese a que se veía que venía de una jornada de trabajo despedía un olor a recién bañado y en sus ojos pude notar inmediatamente la lujuria y la calentura, porque cuando lo miré, me sonrió; pero nunca dejó de tocarse el paquete.
La espera en la entrada del ascensor se volvió tensa y caliente, el chico me seguía mirando y agarrándose ya descaradamente el paquete, la mezcla de feromonas empezó a hacer lo suyo: él después de un día de trabajo y yo después de entrenar, su olor a hombre ya me tenía loco, se notaba que se había bañado al terminar la jornada, pero su olor a macho me tenía imaginando de todo. Por un momento pensé que no pasaría a más y quedaría como la anécdota de un coqueto un poco osado y nada más, pero al subirnos al ascensor ocurrió lo impensado.
Debo aclarar que en todo el rato que estuvimos esperando no cruzamos palabra en ningún momento, él solo me miraba y se tocaba el paquete y yo lo miraba de reojo, un poco nervioso, pensando que podía venir alguien más. Llegó el ascensor y subimos, él con su caja de herramientas y su pintura. Piso 10, marqué… él se acercó y sin disimulo pasó a llevar mi mano. Piso 16, marcó.
El ascensor comenzó su lento camino, yo cada vez más nervioso, fantaseando en todos los escenarios posibles y pensando que podía equivocarme en lo que estaba pasando, pero las señales eran evidentes: el chico seguía tocando su paquete y mirándome, se tocaba y me miraba con deseo cada vez más y más. Esos segundos fueron eternos, mi calentura e incredulidad estaban al tope igual que mi pico que poco a poco había empezado a despertar y ya pedía a gritos algo de acción. Al detenerse en el piso 10, hice el movimiento para bajarme, pensando que el chico se quedaría ahí; pero para mi sorpresa tomó sus cosas, bajó conmigo y me miró como esperando una orden. A esas alturas ya era evidente lo que iba a ocurrir, yo lo miré y por primera vez le dirigí la palabra: “sígueme, es el segundo departamento”.
Al llegar abrí la puerta y él entró con sus cosas, cerré la puerta y sin decir más comenzamos a besarnos como si no hubiera un mañana. Empecé saboreando sus labios y su cuello, le quité el polerón y la polera y dejó al descubierto un abdomen esculpido por su trabajo, muy marcado y con un pequeño camino de vellos que bajaban desde su ombligo y se perdían más abajo hasta llegar a ese paquete que vino tocando todo el camino y que lucía con una erección desbocada. Lamí su pecho, sus calugas y sus axilas que olían a recién bañado después de un arduo día de trabajo. Él no se quedó atrás y también me quitó la polera y empezó a comerme la boca como loco, me lamía el pecho y me tocaba el culo. Yo no me quise quedar atrás y ataqué directo a lo que sabía me daría un placer indescriptible y con lo que me vino tentando desde que nos vimos: su pico.
Mientras estábamos de pie, empecé a lamer sus pelitos del ombligo y seguí bajando, tomé su buzo y su bóxer con ambas manos y dejé salir lo que venía deseando. No diré que era enorme como dicen todos, deben haber sido unos 15/16 cms. Pero era muy muy grueso y cabezón (tan grueso como un estuche para guardar lentes) de un color moreno hermoso, sin circuncidar y con una pequeña cantidad de pelos, factor que me calentó aún más. Me fui directo a chuparle la cabeza, que a esas alturas ya estaba bien mojada y dura, las venas de su pico palpitaban en mi boca y mi lengua no se cansaba de recorrer toda la extensión de esa verga morena y dura, me metí sus dos cocos en la boca y comencé a pajearlo frenéticamente, mientras él jadeaba y me pedía que no parara. Seguí chupando y pajeando, el aire se tornaba cada vez más caliente y nuestras respiraciones eran cada vez más intensas, lo di vuelta y comencé a comerme su culo y a tratar de meter mi lengua lo más adentro posible mientras seguía pajeándolo, me pidió que me detuviera porque se había calentado mucho y no quería soltar leche aún. Me detuve y era su turno de mamar, se abalanzó sobre mi pico y se lo comió como si fuera a ahogarse, se tragaba todo hasta el fondo y yo me sentía en el éxtasis máximo del placer, me pajeaba y me escupía el pico, volvía a mamar y me miraba con cara de caliente mientras estaba de rodillas y se pajeaba duro y firme.
El calor del momento siguió aumentando y el olor era embriagador, estábamos tan calientes que nos quedamos con los pantalones en los tobillos y no nos importó, sin darnos cuenta habían pasado cerca de 40 minutos y mis ganas de darle la leche aumentaban, sentía deseos de saborear su pico una vez más y también de probar su leche, juntamos nuestros picos y empecé a pajearlos bien pegados, sentía su glande húmedo y amoratado en mi glande caliente y cómo nuestros jugos se iban mezclando al rozar nuestros penes en una paja intensa y sin descanso, pasó un momento y me dice que ya viene la leche, aceleré el movimiento de mi mano y me puse con todo para irme junto con él, al unísono, y lo conseguí… su pico duro y cabezón comenzó a soltar la leche a borbotones, deben haber sido 7 chorros intensos de una leche muy espesa que se mezclaron con la gran cantidad de líquido que yo también saqué, nuestros picos, nuestros ombligos y mi mano quedaron bañados con la mezcla de nuestro semen, mientras seguíamos comiéndonos la boca y jadeando de placer y calentura, me agaché a chupar su pico una vez más y logré retener un poco de leche en mi boca para luego subir y compartirla en un beso apasionado, caliente y húmedo. Me habría encantado decir que pude penetrarlo, pero lamentablemente no tenía condones, por eso no quise llevarlo al siguiente nivel. Después de todo lo ocurrido, nos limpiamos y me dijo que se llamaba Claudio y que vivía con su pareja en el piso 16, que llevaban cerca de 6 meses arrendando en el edificio y que él ya me había visto varias veces en el ascensor y en los pasillos y que me había tenido ganas desde que me vio. Yo quedé muy sorprendido con toda esta confesión ya que, sinceramente, nunca lo había visto.
Después de todo esto me dijo que ya se tenía que ir porque su pareja lo esperaba, nos despedimos con un beso apasionado y caliente. No le di mi número ni nada, porque ya sabía dónde vivía y si me lo volvía a encontrar iba a tener preparados los condones para darle lo que ese día no pude darle.
¿Me lo volví a encontrar? Por supuesto que sí… Díganme qué les pareció y les cuento la segunda y última vez que me lo topé en el ascensor.
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