Debajo de la cobija

Qué tal banda, les voy a contar una historia que me pasó hace un tiempo, como unos dos años atrás. Yo soy de Saltillo, Coahuila, pero me tocó ir a San Luis Potosí por cuestiones de trabajo, tenía que asistir a un curso de actualización docente. Soy profe de secundaria, tengo 31 años y la neta, sí soy gay, pero bien discreto. Nadie en la escuela se imagina, ni otros docentes ni mis alumnos, y así me gusta. Soy reservado, ya saben, paso desapercibido.

Pues tomé el camión nocturno, cómodo, con sus asientos reclinables y aire acondicionado que a veces parece refrigerador. Salía como a las 10:30 de la noche, directo a San Luis. Ya iba yo bien acomodado en mi asiento cuando subió un señor, se veía como de unos cuarenta y tantos, moreno claro, con su sombrerito de esos norteños, bajito pero fornido, con brazos marcados y una voz grave que se notaba que era de rancho.

Le tocó sentarse a mi lado, y pues al principio normal, me saludó con ese “¿Qué tal, joven?” y comenzamos a platicar. Él iba a ver a su hermano que estaba enfermo. Platicamos de mil cosas: el clima, la política, el fútbol… ya saben, lo típico. Como a eso de las 12, cada quien empezó a acomodarse para dormir, la luz del camión ya estaba apagada y solo se oía la carretera y la música bajita del chofer.

De pronto sentí frío, y este señor saca una cobijita de esas peluditas, y sin decir nada, me la puso encima. Pensé “qué detallazo”, pero también me sacó de onda. No pasó mucho rato cuando sentí su pierna pegarse a la mía, bien disimuladamente. Yo me hice güey, pero por dentro ya traía el corazón acelerado. Y tómala, que al rato su mano se posa sobre mi pierna. Primero quietecita, y luego empezó a moverse despacito, como tanteando. Yo seguía con los ojos cerrados, sin moverme, pero mi bulto ya estaba respondiendo.

No tardó mucho en llegar hasta mi paquete. Empezó a sobarlo por encima del pantalón, y luego me bajó el cierre. Todo bajo la cobija, sin que nadie notara. Me la sacó con cuidado, y ahí empezó a masturbarme lento, con mano firme. Luego tomó mi mano y la llevó hasta su entrepierna. Sentí su bulto, grande, grueso, y duro. Yo ya no podía resistirme, y él, sin decir nada, me jaló con fuerza hacia él. Me agaché, y sí, le empecé a dar oral, aunque de inicio me costó, porque olía fuerte, como a sudor de día entero, pero igual me prendía más.

Se la mamé con ganas, él se contenía para no hacer ruido, solo soltaban unos quejidos bien bajitos. Me agarraba del cabello y me empujaba cada vez más. Al rato se vino, un chorro bien espeso, me lo echó todo en la boca y no me dio chance de quitarme. Me lo tragué, con algo de trabajo, pero lo hice. Luego se acomodó su pantalón como si nada, y nos quedamos en silencio.

Al llegar a San Luis, como a las 7 de la mañana, nos despertamos y ambos hicimos como si nada hubiera pasado, nos despedimos y me bajé con la esperanza de encontrármelo en algún otro viaje.

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1 Comentario

  • Anónimo
    julio 27, 2025 a las 6:59 pm

    Que rico esa historia

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