Historia con el rubio de San Pedro de Atacama
Hola, me llamo José Ignacio, vivo en la comuna de Ñuñoa, mido 1.80, blanco, pelo castaño, 19 años.
Mi historia ocurre hace un par de días cuando estaba de vacaciones en el norte. Llegué desde Lima a seguir de vacaciones en Iquique. Pasé ahí unos días cuando me llaman unos amigos de Santiago y me dicen que al día siguiente llegan a Calama, porque tenían todo un panorama para San Pedro de Atacama y me invitaron. La cosa es que me fui de Iquique y llegué justo al aeropuerto de Calama a la hora que llegaban, así que felices todos, buena onda. Nos subimos a mi auto, fuimos a abastecernos y partimos a San Pedro. Nos íbamos por unas semanas.
Llegamos, y dejé a mis amigos en el camping para que instalaran todo, mientras yo iba a comprar unas cosas que faltaron al pueblo. Fui solo, así que cuando llegué había un auto mal estacionado y obviamente no tenía dónde dejar mi auto. Mis amigos llamaron al dueño de ese auto, y cuando veo que viene un cabro bajito, chascon de rulos, rubio, de ojos cafés, flaquito… Wuau, un mino para mí. El loco, super amable, corrió su auto y hasta me ayudó a estacionar, jajsa.
Fui con mis amigos, nos instalamos bien y como eran ya las 9 de la noche, empezamos a tomarnos unas chelas todos en buena onda. El cabro este estaba al lado de nuestro espacio, acampando con sus amigos en la misma onda que nosotros, y lo invitamos. Nos pusimos a webiar todos super piola, cagados de la risa, en fin. Este chico rubio es el protagonista de mi relato, se llama Gaspár.
Al otro día salimos todos y fuimos en la tarde al Valle de la Luna. Llegamos al camping y ya teníamos confianza y todo po. Así que empezamos todos cagados de la risa, igual que todas las noches anteriores, y de a poco se iban a las carpas nuestros amigos, hasta que el último que quedaba, mi amigo, se va a acostar, y eso que eran recién las 2. Así que nos quedamos conversando de weás sin mucha importancia con Gaspár. Y, como es habitual, salió el tema de las pololas. Yo soy bisexual, así que he tenido un par de pololas, así que le seguí la conversa y nos empezamos a conocer, y el loco me gustó demasiado.
Me hablaba de que su polola era cartucha, de familia conservadora (típica familia de Plaza Italia hacia arriba, me dice), y que era fome en la cama, que le gustaba con la luz apagada y todo super fome. La cosa es que nos fuimos a dormir en nuestras respectivas carpas, medios calentones los dos.
Yo no podía dormir, así que me puse a webiar en el celular. Yo sin ninguna esperanza de que pasara algo con él, a pesar de que lo que quiero siempre lo consigo, pero creía que con él era la excepción. Me levanté al baño del camping (que son unas piezas al fondo del recinto, bien limpias y hasta ducha tienen). Hice lo que iba a hacer, y con el silencio de las 3 o 4 de la mañana en ese camping, me voy a dormir a mi carpa. No termino ni de cerrarla y escucho que dicen mi nombre. Yo no pesqué mucho, pero al instante escucho que dicen mi nombre de nuevo. Así que abrí mi carpa, me asomé, y estaba Gaspár solo con la cabeza afuera. Yo, riendo, le digo: «¿Qué querí?». Y me dice que lo acompañe al baño porque no quería ir solo, que le daba cosa y bla, bla, bla. Yo en mi mente decía que era un poco weón que un mino de 20 años tuviera miedo de ir solo al baño. En fin, lo acompañé, y es aquí cuando empieza la acción con él.
Yo: Oye, perro, ¿cómo te da miedo ir al baño solo?
G: Es que está super oscuro, po. Aparte, me siento un poco mal.
Yo: Jjajja, ya, dale. Las chelas te cayeron un poco mal, parece.
G: Sí, tengo que vomitar, pa’ que se me pase esta weá.
Yo: Ajajsja, ya, dale. Yo te ayudo.
Llegamos al baño y se pone a vomitar como loco, así que yo lo esperé afuera. Salió como nuevo, así que nos devolvimos a las carpas y, llegando, me dice:
G: Perro, ¿me puedo acostar contigo? Es que se me pinchó el colchón y no voy a webiar a esta hora poniendo parches y el webeo. ¿Puedo?
Yo: Jjasja, ya, dale. No importa, si mi colchón igual es grande.
G: Vale, perro. Voy a buscar unas cosas a la carpa y vuelvo.
Llegó con un cobertor, con su billetera y celular, y nos acostamos, po. Y para variar, no nos podíamos quedar dormidos, así que empezamos a conversar de weás, po, y me dice:
G: Oye, perro, ¿alguna vez has tenido alguna mina que te haga un solo de micrófono?
Yo: Jkjasjsaja, ¿un qué?
G: Un solo po, perro. Un mamón.
Yo: Ahhh, jajsa. ¡Síí, un par de veces! Pero no fue una mina.
G: Jjsajha, ¿yaa, la dura?
Yo: La dura. Fue una penitencia con unos amigos y tuvimos que hacernos un mamón cada uno, en volá de curaos po, perro. (Mentira).
G: Ohhh, la weá. ¿Y cómo se siente que te la chupen?
Yo: Uff, ni te imaginas, bro. Ni te imaginas.
G: Ohhh, mi polola es más cartucha que la chucha wn. Con suerte me da la pasá una vez al mes.
Y yo, sin pensarlo y de una, le digo: «¿Querí saber cómo se siente?».
Y me mira con cara de asombrado y de una me dice: «Si no te da asco chuparla, dale no más, po».
Así que empecé como loco. Nos acomodamos y, tratando de hacerlo lo más silencioso posible, le empecé a bajar el boxer. Y ahí me esperaba un pene de unos 16 o 17 cm, para mí el tamaño perfecto. Empiezo a chupársela con las medias ganas, y en menos de 2 segundos le veo la cara, y tenía los ojos desorbitados y una sonrisa de oreja a oreja. Así que seguí no más. La disfrutaba hasta el fondo, le chupaba los cocos y escuchaba unos gemidos entre dolor y placer. Se la chupé hasta que me cansé, duré como 10 minutos, y antes de que se viniera, le digo:
Yo: ¿Te gustó?
G: Seeeee, la cagaste. Pero tengo que acabar, po.
Yo: Sipo, pero ahora falté yo.
G: Pero yo no sé, po, perro.
Yo: Dale no más, como te salga.
Y, desganado, me dijo que sí. Así que empezó a chupármela muy torpemente, y con un par de indicaciones, en segundos se volvió un maestro. Me la chupaba y me la chupaba, y en pocos minutos se levanta y me dice si me la puede meter. Yo accedí sin problemas, pero luego él tenía que pasármelo. Así que, en la calentura, me dijo que sí. Le empiezo a poner todo el culo en el pico, se lo movía y él ya estaba loco. Se echa un poco de saliva y me empieza a chupar el hoyo. Así que, con esfuerzo, entró. Lo dejé acostado y yo le movía el culo de arriba a abajo, hacia los lados. Luego él se sienta como puede por el espacio de la carpa y me lo empieza a meter en 4. Le daba y le daba. Luego me pongo boca abajo y se acuesta encima mío, me la metió un par de veces y se vino en mi hoyo.
Descansamos unos segundos y, sin avisarle, lo tomo y, como es flaquito y bajito, fue fácil pescarlo a besos. Luego lo di vuelta y le empecé a chupar lentamente el hoyito. Tenía un culito pequeño, pero paradito. Le metía la lengua lo más que podía, y al ver que ya estaba dilatado, le empiezo a meter de a poco mi pene, hasta que siento que da un saltito y ya estaba todo adentro. Así que lo tomo y lo doy vuelta, y lo empiezo a meter todo mi pico lentamente y a ratos rapidito. Él me decía que le dolía un poco, pero que no se lo sacara. Luego lo tomo, me pongo boca arriba y lo siento de una en mi pico, y se movía como loco. Le digo que ya estoy por acabar y me lo empieza a chupar y me vengo en su cara. Fue majestuoso, nunca antes había hecho algo así con alguien.
Nos quedamos en silencio, nos limpiamos y, riéndose, me dice: «Parece que no soy tan hetero como creo serlo», jajá. Nos reímos y nos quedamos dormidos bien abrazados.
Al día siguiente despertamos antes que el resto, me da un beso exquisito, me da un agarre de pico, y yo le agarro el culo, y se fue a su carpa como a las 11 de la mañana, jajaja. Luego seguimos los días que quedaban todo normal.
Quizá fue la energía de San Pedro que hizo lo suyo, pero fue muy excitante y adrenalinico. Luego me contó que también vive en Santiago, y obviamente nos juntamos y nos empezamos a conocer. Gracias a San Pedro, esto no quedó en un simple polvo. Terminó con su polola y, obviamente, hay una segunda parte de nuestra historia.
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