Hoyo Glorioso en el Baño de la U – Parte I

Me presento, me llamo Francisco, me dicen Pancho, soy de Santiago, tengo 41 años y tengo millones de historias que contar. Me he leído casi todas las historias de acá y me he corrido la paja con todas, jajaja. Mido 1,78 mts, soy de piel bien blanca, de esos que se ponen rojos al sol, castaño, siempre he sido delgado aunque no al extremo, soy peludo de poto, pico y piernas, tengo buenas piernas porque siempre ando en bici, siempre he tenido buen culo, redondito y paradito y mi pico mide 18 cms, más bien grueso. Soy versátil y me encanta chupar pichula, onda, soy como tonto pa la corneta. En todo caso, me encanta que me la chupen a mí igual. Siempre quise aportar con historias y ahora por fin me animé a contar la mía. Tengo varias, en verdad. Acá va la primera.

Esto ocurrió cuando tenía 18 años y estaba en 1° año de U. No voy a nombrar la U, pero es una U tradicional, con varios campus. Mi facultad queda en un campus que es como una ciudad con una estación de metro de la línea 5 al lado (el que cachó, cachó). Yo empecé a tener sexo temprana edad, pero igual era bien inocente y medio romanticón. Siempre esperaba encontrar a ese alguien especial, pero nunca aparecía. Nunca había pololeado (aunque no era virgen hace rato, jajaja). Lleno de ilusiones amorosas entré a ese 1° año de U. Tenía muchos compañeros, todos muuuuuy ricos, ¡ctm!. Éramos caleta en la facultad y tenía pa regodearme mirando tanto mino rico. Me hice un grupito bien rápido, entre mujeres y hombres, todos muy buena onda. Con uno de los que más compartía era con el Néstor, un tipo flaco, alto (más alto que yo), de piel como dorada, castaño, muy piola y muuuuy hetero. No era el más mino, pero tenía su qué sé yo, era atractivo. Se nos daba estudiar juntos y echábamos la talla. Mi yo enamoradizo, ya estaba empezando a gustarle este weón hetero, a pesar de que el Néstor jamás me dio ninguna señal de nada, al contrario, se metía con minas y su mundo eran las minas. Weón yo, jajaja.

La cosa es que pasaron los meses, y un día de clases cualquiera, como a fines del 1° semestre, andaba cerca de la biblioteca central, me dieron ganas de ir al baño y paso a uno que había cerca. No estaba en mi facultad (una vez más, el campus es enorme). Entré, me fui a un cubículo, el penúltimo (nunca me ha gustado usar los urinarios de pie, me intimidan, jajaja), me bajo el cierre, empiezo a mear y noto un movimiento al lado mío, en el último cubículo. Empiezo a mirar y cacho que hay un hoyo en la pared que divide los cubículos. Era un hoyo grande. Nunca había visto un hoyo así en algún baño ni tampoco había visto ese hoyo ahí, aunque no iba muy seguido a ese baño, así que puede que haya estado y no lo haya notado. Yo ya conocía el concepto del cruising, ya lo había hecho muchas veces en varios malls, pero nunca había visto un hoyo así, para los más entendidos, era un «glory hole» hecho y derecho, y yo no sabía pa qué se usaba (eeeeeeellaaaaaa, jajajaja… pero de verdad que no sabía). Me quedé viendo el hoyo en la pared, como analizándolo, mientras seguía meando y empiezo a cachar que había alguien al otro lado, alguien que estaba empezando a acercar su cara al hoyo pa mirar mejor. Ahí atiné a cachar que estaba tratando de mirarme a mí, o sea, quería mirarme el pico. Me dio mucha curiosidad, no me calenté altiro (weón yo, jaja), terminé de mear, me guardé el pico y me senté en la taza, tratando de mirar al que estaba al otro lado. El tipo entendió el mensaje que sin querer yo le estaba dando y se alejó del hoyo, abriéndose de piernas y mostrando toda su humanidad. Yo me pegué bien a la pared y vi que era un tipo de unos 30-35 años, medio maceteado, moreno, era narigón, me acuerdo, vestido con camisa y corbata (¿un funcionario de la U?, ¿un profe, tal vez?), con una pichula bien grande, muy morena, bien mojada, peluda, su mano derecha subía y bajaba su prepucio dejando entrever un glande cabezón y medio fucsia, brillante de puro precum. Tenía unas pelotas grandes, peludas que también subían y bajaban al ritmo de su mano. Yo estaba como en shock, no esperaba encontrarme con semejante verga en ese momento, me empezó a circular una especie de corriente eléctrica por todo el cuerpo, era hipnótico, no podía dejar de ver esa maravillosa escena que veía por ese hoyo glorioso. Quería tanto registrar en mi mente para siempre lo que estaba mirando, que inconscientemente pegué mi cara a la pared, onda, mi ojo casi que estaba incrustado. Y el tipo seguía subiendo y bajando su prepucio y de a poco empezó a apurar el movimiento, su mano derecha iba y venía desde sus cocos hasta la punta del pico y la otra mano empezó a pasársela por el pecho, por debajo de la camisa, apretando sus tetillas. El tipo se masturbaba mirando directamente a mi ojo incrustado, ofreciéndome este ritual morboso y placentero. De repente y sin avisar, el tipo se paró y empezó a acercarse al hoyo. Yo me quedé sin saber qué hacer, viendo como se paraba, con sus pantalones bien abajo, y apuntaba su gran verga a mi ojo. Atiné a hacerme hacia atrás y desde mi cubículo vi, tal cámara lenta, cómo aparecía esa pichula lubricada y jugosa, primero ese glande fucsia brillante, con un poco de cuerito, que se hizo hacia atrás mientras avanzaba y después todo su tronco en gloria y majestad. Y ahí la tenía, una tula grande, morena, jugosa, olorosa, invitándome a hacer lo que quisiera con ella. Y na po, fui weón. No atiné. Me quedé mirándola, me acerqué, mi cara estuvo muy cerca, pude olerla, olía a pico, olía a hombre… levanté mi mano derecha y la toqué, pero no la agarré como se debe, sólo la rocé, fue una caricia con el dorso de mi mano, pude tocar la piel suave de ese tronco y sentirla caliente, irradiando deseo. Yo la rozaba con mi mano y seguía contemplándola. Pasaron unos minutos y el tipo sacó el pico, se sentó y puso un confort tapando el hoyo. Y yo me quedé ahí frustrado, sintiéndome taaaan weón por no haber atinado a meterme esa exquisitez a la boca. Hasta el día de hoy me arrepiento. Me quedé un rato más por si el tipo cambiaba de opinión, pero no pasó, así que salí del baño sin chuparla, pero con la maldá sembrada, imaginándome las infinitas posibilidades que ese hoyo glorioso me podía dar.

Voy a seguir en otro capítulo, porque se hizo muy largo este relato, sepan disculpar.
Comenten y ojalá les guste!

Pancho, el glorioso.

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