Me enamoré de un wn de grindr
Había pasado varios días encerrado en casa, con la mano vendada y la cabeza dando vueltas entre la operación, la licencia médica y el exceso de tiempo libre. Me sentía cansado, incómodo en mi propio cuerpo, pero también con esa energía que aparece cuando uno lleva demasiado rato quieto. Esa mezcla de inquietud y deseo me hizo abrir la famosa aplicación amarilla. No buscaba nada profundo ya que vengo saliendo de una relación, o al menos eso creía hasta ese momento.
Entre varios perfiles apareció K. La sonrisa en la foto que me envió de él… me pareció tranquila, honesta y tenía una cara de caliente. Tenía una expresión que no buscaba impresionar, y eso me atrajo más que cualquier foto sexual que hayamos intercambiado. Hablamos un rato coordinando qué hacer, presentarnos, etc. Fue simple, directo, y sin vueltas me dijo que podía pasar si le enviaba mi ubicación, ya que yo tenía lugar. Le dije que bueno y se la envié, sin expectativas de nada.
Cuando llegó, gritó mi nombre para que abriera la reja de mi casa, llegó con una puntualidad que me hizo pensar que quizás él también necesitaba una pausa del mundo. Abro la puerta y ahí está: moreno, delgado, con una mirada curiosa y un gesto tímido en la sonrisa. El aire que corría esa tarde era frío, pero al verlo sentí un calor inmediato. Entró, se sentó, y por un momento solo hablamos —de cosas sin importancia, pero con una comodidad que no esperaba de un desconocido. Escuchamos música, hubo coqueteo previo.
K tenía una forma particular de estar presente allí a mi lado. No necesitaba llenar los silencios, simplemente se quedaba, observando, escuchándome. Me preguntó cómo iba la recuperación y bromeó con que parecía un buen pretexto para descansar de todo. Su risa era ligera, contagiosa, y de pronto el ambiente se volvió más blando, más íntimo.
Me di cuenta de que lo estaba observando demasiado. Sus movimientos, su voz, la manera en que jugaba con sus manos mientras hablaba. Había algo en su calma que contrastaba con mi ansiedad. Y cuando sus ojos se cruzaron con los míos, sentí esa chispa difícil de describir: ni solo deseo, ni solo curiosidad, sino algo parecido a desearme sexo-afectivamente.
Nos comenzamos a besar, a tocar con mucha pasión, yo obviamente solo con una porque tengo una mano inmovilizada por la operación. No importaba nada, nos comenzamos a desnudar en el living de la casa, nos seguíamos tocando, nuestros miembre chocaban entre sí erectos. Lo guíe desnudo a mi habitación, allí, nos dejamos caer sobre la cama, nos frotabamos, nos nos mordiamos… Hasta que bajé, comencé a practicarle una mamada y él solo me decía:
-oh ctm, qué rico, no pares, que lo chupai rico, etc…- y todas esas cosas que se dicen en el acto, al rato, hizo que me noviera para quedar en un 69, pero no me hizo sexo oral, solo ensalivó sus dedos y comenzó a desearme el ano, así estuvimos aproximadamente unos 10 minutos. Yo creía que ya era momento de la penetración, a lo cual me dispuse a montarme sobre él, pero me dijo: – a ver, aquí mando yo, ponte en 4. –
No le había comentado que me gustaba ser sumiso, pero los supo de inmediato, había mucha conexión entre los dos. Me comenzó a dar órdenes, me nalgueaba, me hablaba fuerte y rudo, como a mí me gusta. Me penetró seguido, eyaculando en mí, 3 veces. No paró en ningún momento. Y su pene me complacía mucho, sus manos, su aliento, su olor, su mirada, como embestía mi culo con su pichula. Fue una hueá muy de otro nivel.
Después de follar nos tiramos uno al lado del otro, nos besamos, nos hicimos cariño, y el silencio se sintió distinto. K estaba recostado a mi lado, y por primera vez en varios días no pensé en mi mano operada, ni en el dolor tras la operación, ni en el tiempo que pasaba lento. Solo en cómo su respiración se mezclaba con la mía, en el peso cálido de su cuerpo y en la sensación de haber bajado por fin las defensas.
No hablamos mucho. No hacía falta. A veces solo me miraba con esa expresión de quien no quiere irse todavía. Me quedé en silencio, sintiendo el ritmo de su pecho, pensando en lo raro que es cuando algo tan breve se siente tan verdadero.
Antes de irse, K se giró hacia mí y sonrió de nuevo, como si entendiera que algo había cambiado, me besó y tomó su uber para su casa. No prometimos nada, ni hicimos planes, pero su presencia quedó flotando en el aire, como un eco suave. Cerré la puerta detrás de él y me quedé unos minutos quieto, respirando despacio, tratando de guardar ese momento entre las cosas pequeñas que realmente valen la pena recordar. Siento que me enamoré wn.
No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!