Mi experiencia con Julio

Una tarde de verano fui invitado a una trilla de trigo a yegua suelta, por un vecino de los Caulles donde yo vivía con mi familia, tenían un hijo de nombre Julio de 19 años, era el mayor de tres hermanos, con bastante acné, Alto 1.76 mt, 70 kg, moreno, ojos negros y velludo de pecho, musculoso, atlético, alegre, conversador y canchero pero con olor a coyunda, nos encontramos al pasar el puente y fuimos juntos. El chico era agradable, criado en una escuela rural y tosco acostumbrado a los rigores y actividades del agro.

Sabía bastante del manejo pecuario de animales lo que había aprendido con su padre adoptivo don Beto, un hombre mayor de unos 75 años y Doña Norma, su madre de unos 65 años, una mujer cálida, cariñosa, muy atenta, laboriosa y servicial.

Llegamos ese día temprano en la mañana al lugar de la trilla, ya que los horqueteros debían estar temprano para abrir y preparar la parva para la entrada a la era de los caballos. A las 10hrs dieron inicio a la trilla, porque a esa hora la parva de trigo, ya esta seca y libre del Rocío de la noche anterior.

Una parva, es un círculo raspado al centro del suelo de la era y hecho con estacas y cerrado por cuerdas haciendo un circulo de atados de trigo en gavillas cortado y amontonado al centro, y un grupo de caballos que ingresan a la era conducidos por un jinete, fusta en mano, quien los galopa y los hace dar vueltas alrededor de la parva para desgranar el trigo y moler la caña.

Se dio inicio a la trilla con el ingreso de las yeguas y caballos a la era conducidos por un jinete, el arreador, con una fusta en mano para asustar a la manada de bestias a seguir el movimiento y sentido al que debían girar los animales, gritando:

-¡A yegua, yegua, yegua!

Cada 10 o doce vueltas, el jinete o arreador le guitaba:

-¡A la vuelta yegua!- Y seguía.

El trabajo fue agradable y no pesado, antes de empezar en la mañana los organizadores ofrecieron mistela y pajaritos a los trabajadores asistentes, Julio quedó cerca mío y alternábamos el trabajo y conversábamos sobre fútbol y el acontecer político de fines de los 80, además del trabajo que realizaba con su padre encastar las reses cuando se producía el celo de los animales. Sacaban el toro de la pesebrera para que montara las vacas.

La mistela es un licor suave y se prepara con jugo de vetarraga o remolacha morada cocidas con aguardiente y azúcar, y los pajaritos son pan dulce cubiertos con merengue, son típicos para estas celebraciones en Chile y son parte de nuestro folklore.

Estuvimos moviendo la parva como hasta las 15.30hr, después de molido el trigo formamos el filo que es un montón de trigo y paja molida en forma de un caballete, 50 cm de alto y 2mt de largo y 40cn de ancho a la espera de viento sur para aventar el trigo, esto es separar el trigo de la paja por medio del viento usando una pala de madera de álamo tallada.

Una vez terminada la faena se retiraba las bestias de la era para descansarlas. Los hombres pasaban a quitarse el polvo lavándose manos y cara y luego a la mesa. Unas tarimas largas de 2.50mt con bancas por ambos lados para sentar a los invitados, trilladores y trabajadores y asistentes.

En una trilla se servían tres platos, una entrada de carne picada con lechugas y papas, luego un hervido de porotos verdes con una presa de carne de cordero o cerdo. Y el tercer plato tallarines con harta carne picada, ensalada a la chilena, esto es cebolla en pluma y tomates frescos y bastante vino y bebidas.

Después de la comida, el baile valces mejor dicho corridos, que se bailan igual que el valz pero más rápido y rancheras. Bailamos con las señoras asistentes de la cocina y las muchachas hijas del patrón de la trilla hasta cerca de las 11. 30 PM.
Momento en que comenzamos a despedirnos de los asistentes y marcharnos a nuestras casas respectivas. Era noche de plenilunio así que estaba iluminada y clara. Julio estaba insolentado con una de las hijas del dueño pero no insistió mucho cuando le dije que era hora de retirarnos y me siguió.

A Julio se le pasaron las copas y se notaba un tanto mareado, algo tambaleante.
Tomamos camino de regreso habríamos caminado unos 400 mt de distancia y Julio tastabillo por lo desparejo del camino y el fresco de la noche lo llevaban bastante mareado. Traté de sujetarlo apuntalando con mi cuerpo y en ese momento coloqué mis manos sobre su parte baja del abdomen y percibí que llevaba la carpa levantada y sentí un nudo en la garganta y una extraña angustia me apretó el pecho.

Seguimos caminando unos 50 metros más adelante y entonces:

-¡Ven sígueme!- me dijo.

Y nos salimos del camino hacia la protección y sombra nocturna de unos pinos, se me acercó y…

-¡Abrázame! -Lo dijo con algo de tristeza.

Lo abracé y en ese momento buscó mis labios y comenzó a besarme. Al principio me negué colocando mis manos en su pecho frenando su avance con mis palmas y hasta un golpe de puño que le di al pecho.

-¡Vamos , para , estas tomando y ebrio!- le indiqué.

Pero insistió y después de unos minutos cedí a su deseo. Incómodo lo abracé y con mano entrelace su pelo negro y grueso y traté de quitármelo tirando de él , pero descubrí que era hostinado y finalmente le seguí el juego. Entonces seguí tocando su pecho velludo, sus tetillas, sus nalgas bien formados y musculosas.

Sus besos tenían un aire de ingenuidad, algo juvenil, sus labios gruesos bien delineados se movían con deseo y yo lo seguía en su afán.

-¡ Mañana no vas a recordar nada! – le indiqué.

Luego de unos minutos tomó entre sus manos mis muslos y los apretaba, deslizó sus manos al frente de mi pantalón y accionando el cierre soltó el botón y comenzó a bajarlos.

Yo por el contrario metí mis manos a su pecho, sus vellos, acaricie sus pectorales , abdominales y desaté los botones de su camisa y le ayudé a quitársela. Acto seguido iba a seguir con el botón del pantalón y tomando mi mano la puso sobre su miembro erecto, se presentaba grueso, largo y enorme, el miedo se apoderó de mi.

-¡Mira como estoy ! – Me dijo y continué con lo que había empezado.

Quité el botón del pantalón y bajé el cierre dejándolo desnudo solo con su calzoncillo. Yo estaba igual de excitado que él y continuó besándome, abrazándome, apretándome y entonces me quitó la ropa interior.

Yo pregunte -¿y tu no te quitas el calzoncillo?- y antes que dijera algo llevo mi mano a su prenda y se le bajé hasta los tobillos, no sin antes acariciar aquel pedazo de carne cubierto aún por el prepucio que al roce de mi mano hizo un movimiento propio y expelió un líquido pegajoso y caliente que mojo mis manos.

Me condujo cerca de la base del pino donde hay más agujas secas y me echo al suelo protegidos por la oscuridad de la sombra nocturna.

-¿ Acuéstate aquí!- me dijo, se echó a mi lado y continuó besándome y tocándome hasta que me pidió:

-¡Colócate de abdomen ¡ acción que yo obedecí, acto seguido, me montó, se acomodó y colocando sobre mi todo su peso corporal y ese pene sobre mis glúteos.

Estiró sus brazos apoyando sus palmas al suelo para encajar su miembro y apretando sus nalgas empujó con su cintura y lo llevó al interior de mi colita.
Con la primera enculada estuvo cerca, tuve miedo, se me apretó el pecho y quise huir, me moví tratando de sacármelo de encima pero ya era tarde, no me dejó.

-¡ No no te muevas por favor! – y empujó otra vez. esta vez introdujo un tercio de cabeza, se detuvo unos instantes, reunió fuerzas y otra enculada

-¡Para, para que me está doliendo!- Grité pero lejos de oír lo que le indiqué, hizo un esfuerzo y me metió toda la cabeza, así estuvo unos segundos mordisqueándome las orejas y cuello y retirándolo hacia afuera el glande volvió a empujar y recogiéndose el prepucio con la enculada y mi estrechez, volvió a empujar con tal fuerza que se le cortó el frenillo del pene; no obstante no se echó atrás y logró meter tres cuartos de la cabeza, descansó y volvió a empujar entrando toda la cabeza, anillo y cuello del miembro, gemí de dolor e hice el ademán de acomodarme y lo hice.

-¡ Me duele, me duele, para!. No obstante seguía con sus movimientos de entra y sale profundos hasta que empecé a acostumbrarme a él y lo dejé continuar con su labor.

Después de unos 20 minutos comenzó a moverse con mayor rápidez pero sus enculadas eran igual de profundos hasta que hizo un movimiento final y profundo y permaneció encogido sobre mi espalda mientras su pene en mi interior derramaba su líquido denso, caliente y pegajoso y yo recibía sus emanaciones, después de unos minutos se echó hacia atrás retirando su miembro y cayó hacia el lado derecho de mi cuerpo.

Nos vestimos en silencio y nos fuimos. Como estaba bebido lo conduje hacia su casa unos 500 metros más allá de mi casa. Llegué a casa, todos dormían, pasé a la ducha y con agua fria me refresque de aquella situación. Luego me acosté a dormir teniendo la experiencia de haber tenido un hombre, pues la sensación de haber sido follado me duró varias semanas.

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1 Comentario

  • Anónimo
    noviembre 1, 2024 a las 3:28 am

    Está muy bien narrado y escrito… Felicitaciones!

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