Mi recuerdo más caliente – Parte I

Mi nombre es Franco, actualmente tengo 32 años y les quiero compartir uno de los recuerdos a los cuales más recurro cuando necesito inspiración para correrme una paja:

Tenía 19 años, es Diciembre y los alumnos de mi ex colegio ya salieron, así que tanto profesores como sacerdotes tienen tiempo libre para recibir visitas. Estudié en un Salesiano, siempre fui cercano a la congregación así que al llegar al hall de entrada soy invitado por el cura Pato a tomar desayuno al espacio del colegio donde ellos viven. A esa hora de la mañana el sol entra por la ventana del comedor. Hace calor. Me dispongo a ayudar a poner la mesa, pero Francisco, quién hace unos años era seminarista y ahora regresó como sacerdote, me dice que no es necesario, que él tiene todo listo. Nos sentamos, compartimos el desayuno con el cura Pato, el director y Francisco. Cuando estudiaba nos llevábamos bien, siempre discutíamos de religión y ética, y a veces nos quedábamos mirando frustrados por no acordar en ningún punto. En el desayuno hay pan, palta, queso, mermeladas, café y te. Como siempre tomo mucho café y me da más calor aún. El desayuno termina, debo esperar a que los profes salgan de un consejo para ir a saludarlos. El director y el cura Pato se van a integrar al consejo, mientras Francisco se queda ordenando. -le molesta si me quedo? Debo esperar que los profes terminen- le pregunto.

-Franquito, quedate, no hay problema, debo ir a preparar un par de cosas a la capilla y luego regreso a ordenar mis cosas, llegué recién ayer.

Lo acompaño. Miro su culo por detrás, se ve perfecto en ese pantalón caqui de tela. Redondo, apretado, acostumbrada a pichanguear con nosotros y se nota. La capilla está vacía, nos dirigimos a una pequeña sala que está en el fondo, donde guardan las cosas para la misa. Apunta sobre el guardarropa de la salita, que es el más alto que alguna vez he conocido.

-Hace años dejé algo escondido allí, me ayudas a sacarlo?- me pregunta.
-Obvio, cómo lo hacemos?
-Podríamos pedir una escalera, pero preferiría que no.-
-No se preocupe, présteme ese tarro de pintura y esa silla y la hacemos.
-Pero te puedes caer…
-No si usted me sujeta.

Él asiente con la cabeza, pongo el tarro sobre la silla, me subo, y el me toma por los muslos, por la cintura para que no caiga. Noto una leve tensión en sus manos, pero es lo normal, me digo. Solo encuentro una cajita, la tomó y le pregunto si es esa. Me giro desde la altura y quedó con mi paquete frente a su rostro, pero mira hacia el lado, evitando mirar en dirección a mi pico. Luego se sorprende porque aún está la cajita y sonríe con esa mirada angelical que tantas veces he visto. Tiene los ojos redondos, pelo y barba oscura, que hace contraste con su piel blanca y las orejas levemente más grandes de lo usual, lo que le da una apariencia de mono a ratos. Pienso en bajarme de ahí, decirle que le pasó la caja a cambio de un beso, pero solo pregunto:

-Y qué guarda aquí que lo tuvo que esconder tan atrás?
-jajajaj si no fuera porque sé que tenemos el mismo mal, no te cuento, pero mira.

Abre la caja y hay tres bolsitas que, reconozco, son de marihuana. Nos reímos, me bajo del tarro silla con la ayuda de él y nos regresamos al domicilio. Conversamos en el camino y al entrar al lugar me pide que le entregue la cajita.

-Pero si la dejé abajo poh, pensé que tú la traias.
-Jamás me la pasaste Franco, vamos a buscarla al tiro, que no la pueden pillar.
-Necesito mucho ir al baño, puedo esperarlo acá? Qué el del colegio está muy lejos.
-Si si, en la pieza del fondo está mi habitación y mi baño.

Entro al baño y me encuentro con un tesoro que no olvido, un canasto de ropa sucia. Me acerco, busco entre la ropa y encuentro un boxer usado. Lo tomo, tiene su olor. Lo reviso en la parte del pico y está amarillo, se ha pajeado y tiene los restos de su semen seco ahí. Lo huelo, lo huelo profundamente. No doy más de caliente. Me lo paso por el cuello con una mano mientras con la otra no puedo evitar ir a tocarme yo el pico. Solo meto mi mano por el pantalón por temor a que me pille. Cierro los ojos, me lo llevo a la nariz, imagino que me está echando ese semen sobre mi, sobre mi pecho, sobre mi cara y dentro mío. No me importa nada, tengo el pico grueso y siento que va a reventar dentro de mi pantalón. Lo sigo oliendo imaginando escenas, pajeandome apurado. Abro los ojos, para asegurarme que no haya nadie y acabar en su bóxer. Estoy frente a un espejo y veo la mirada de Francisco en el reflejo, no se hace cuánto está ahí, pero me mira con el pico al aire, su bóxer sucio en mi boca y una mano tocándome. No dice nada, no se qué hacer. Muero de vergüenza y calentura al mismo tiempo. Se acerca a mi en silencio, se agacha y se lleva mi pico a su boca. Me faltaba poco así que lo detengo, lo subo a mi boca y nos besamos desenfrenadamente.

-Tai muy rico wnnnn, siempre te tuve ganas pendejo arrogante.

No le respondí pero me doy vuelta, abro el cierre de su pantalón y saco su pene. Es hermoso, rosadito, más largo que grueso pero cabezón. Entiende mi invitación a la perfección, escupe sobre mi culito abierto y me lo comienza a meter lentamente. Primero espera a que me acostumbre a su glande, lo posa en mi ano, empuja un poquito y lo saca. Yo no doy más de caliente y quiero gemir.

-Shh shh callaito mejor, que el consejo está por terminar así que la tenemos que hacer cortita.- me dice mientras me tapa la boca con una mano mientras que con la otra me toma de la cintura y me tira hacia él.

Entra toda de golpe y siento como me parte por dentro. No puedo decir nada porque tengo su mano en mi boca, pero la lamo y lo muerdo.

-Respira hondo, eso, eso, relaja.

El placer mi inunda y poso mis manos sobre su culo para invitarlo a que entre más. Comienza a abatirme como bestia. Mira su rostrowen el espejo y es otra persona, lo hace con violencia pero sin hacerme daño. Me ruge y me gime en la oreja y cruzamos miradas desde nuestros reflejos en el espejo. Me mira con la misma cara que me miraba cuando peleábamos años antes. Lo siento, siento como su penetración es una victoria para él, pero para mí el placer es el único premio válido. Comienza a follarme con más ganas, ya ni nos miramos pero estamos todos sudados por el calor de la mañana. No se cómo lo hace, pero comienzo a venirme así, sin tocarme, aprovecho que aún tengo su bóxer en mi mano y dirijo mis chorros ahí. Uno, dos tres, no paro de eyacular.

-Te preño? Te preño? Gime detrás de mí. Yo solo lo empujo con fuerza hacia mí, dándole a entender que no quiero que salga de mi hasta que me llene en su semen sagrado.

De pronto lo siento, una fuerza con la que acabó dentro mío y yo tirado sobre el lavabo, en silencio comienzo a sentir como su pene se hace más blando dentro mío. Nos miramos, nos reímos nuevamente.

-Hasta que nos sacamos las ganas.- me dice.
-Que se repita.- le digo, mientras resfriego el bóxer sucio sobre su pecho desnudo y sudoroso.- me llevo este de recuerdo.- le advierto.

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