Perdido en el sur – Parte I
Qué tal amigos. Medias historias se cuentan acá, así que les cuento la mía con un señor carabinero.
Me llamo Fabián, tengo 27 años y esto pasó hace algún tiempo. Estaba de vacaciones, mochileando por el sur en pleno mes de julio. Esa vez andaba solo y en el sector de la carretera austral me agarró un lluvia de esas del sur. No veía ni una wea y habían truenos y viento y caí mucha agua. Yo empecé a salir del bosque o sendero por el cual andaba y llego a una carretera que estaba más vacía que el alma de piñera.
Resignado empiezo a caminar, a alguna parte me llevará este camino pensaba. Estaba tiritando de frío, iba con un impermeable pero estaba mojado igual. Llevaba como media hora caminando y la lluvia se recrudece. Sentía que iba a morir ahogado por la lluvia. En eso, pasa una patrulla de pacos. Yo no caché, ya que venía desde atrás, para la patrulla y el paco me dice:
-Amigo, pa donde va?
-Ando buscando un lugar para guarecerme pero ando perdido parece.
-Anda solo amigo?
-Si, solo.
-Súbase, yo lo llevo, este aguacero está severo – me dijo con esos tonos acampechados del sur de nuestro querido chilito.
Dejé mi mochila en el asiento trasero y me saqué la capa y me subí al auto de copiloto. Jamás en mi vida había andado en una patrulla.
-Alguna vez ha andado en una patrulla, me pregunta el paquito.
-Venía pensando lo mismo, le dije. No nunca, esta es la primera vez.
-Siempre hay una primera vez para todo, me dice el paco, que pude cachar por su piocha, que él era el cabo X (no diré su nombre).
Yo solo reí. Venía disfrutando del calor de la camioneta. Estaba congelado. En un cruce, el paco para la camioneta y me pide las manos.
-Está congelado amigo, tiene los dedos rojos, le pueden salir sabañones. Pase las manos pa acá. Y me las toma, las junta y me las sopla como dándome calor en las manos. Lo hace un par de veces y me dice:
-Mejor.
-Sí, gracias mi cabo.
-No me diga mi cabo amigo, soy Ignacio, Nacho pa los amigos. Y ya que le salve la vida, somos amigos ahora.
Yo sentí una pequeña confianza con el paco. Era guapo, blanco, cara redondita, labios finos y rosados, bien peinado y se veía en forma. Tenía un tono de voz bien sureño pero era confiable. Jamás pensé que diría eso de un paco.
-Y que anda haciendo por acá amigo Fabián?? Mochileando solo?
-Sí, quise hacer el camino desde X hasta X y me gusta salir solo, no es primera vez que ando solo mochileando.
-Arriesgado oiga, no ha visto noticias que a veces pasan cosas a gente que sale sola, se pueden perder o les pueden hacer algo. Además esta época del año es así, se cierra y estos aguaceros pueden durar horas.
-Sí, es que en verano no me gusta venir. Mucha gente.
-Eso si pos.
Bueno, conversamos harto, anduvimos harto en la camioneta. Yo andaba bien lejos de la civilización parece. Llegamos a la comisaría y me dice que pase, que me puedo quedar esta noche en la comisaría y mañana ya puedo seguir. Qué es capaz que nieve esta noche con el frío que hace. Acepto la invitación, uno como buen mochilero busca siempre ahorrar y me estaban dando alojamiento. No en las celdas si no en la casa de los pacos. Había un paco en la comisaría, era un hombre mayor, como de 50 años o más. Le comenta que me encontró en la calle con la lluvia y le ofrecí alojamiento. El otro como que no lo pesca. Me dice que lo siga, y pasamos por las celdas, salimos por un sendero techado y estaba la casa. Entramos y me dice que deje mis cosas en esa pieza. Hay agua caliente y está encendida la calefacción. La verdad el lugar estaba exquisito, había calor y yo estaba completamente cagao de frío. Dejo mis cosas en una pieza, tenía un camarote y una cama de plaza. Un mueble como de TV y una ventana. Dejo las cosas en la cama de arriba del camarote y me siento en la camas Saco ropa seca pero no tenía nada, todo se había mojado o estaba húmedo. Salgo de la pieza y el paco estaba terminando de colocar leña a la salamandra. Le digo:
-Ignacio, le pido un favor. Tendrá ropa seca?. No tengo nada seco y tengo mucho frío.
-Claro, me dice el Paquito. Va a su pieza que estaba al lado y me trae una polera, un polerón y un buzo. Unos zapatos con chiporro y unos calcetines de lana.
-Ahí hay unas frazadas que puedes ocupar como manta, me dice tuteándome.
-Vale, te pasaste, le respondo.
-Bueno, te dejo, voy a la oficina, vengo luego.
Y se va el paco, había puesto una tetera con agua y estaba caliente, me hice un mate que Ignacio me dejó en la mesa y me lo tomé. Estaba calentando mi cuerpo. Su ropa me quedaba bien. Tenía buen olor. Me sentí morboseado al usar la ropa de este compadre. No paraba de sentirle el olor al polerón. De afuera se sentía la lluvia y el viento, ya no habían truenos pero era intenso el viento, se escuchaba silbar. Durante la tarde, ya estaba oscuro, Ignacio vuelve.
-¿Qué tal mi visita? Todo bien? Se calentó?
-Sí, ya estoy mucho mejor. Siento las manos y los pies de nuevo.
-Qué bueno amigo, me dice poniendo su mano sobre mi hombro.
-Bueno, yo ya terminé mi turno, así que ahora vengo a hacerle compañía. Deja la radio encima de la mesa y se cambia el uniforme, se viste parecido a la ropa que me pasó, pero con una chaleca bien gruesa.
-¿Y el otro señor?
-No, él no viene para acá, él se queda adelante. El retén se cierra en todo caso, acá no pasa nada nunca. Pero tenemos que estar atentos por si hay algún llamado de la comunidad. Él se queda en el otro lado, acá estamos solitos los dos. Me dice. Y ese solitos los dos, me causó curiosidad. Yo ya había cachado que el Paquito era atento conmigo. Yo soy gay asumido hace rato, así que hay cierto radar que uno tiene que a veces funciona. Este al menos, me indicaba que al paco le gustaba el pico, y parece que mi pico sería su cena hoy.
Preparó unas sopas para uno y calentó un pan amasado en la cocina a leña. Rico. Con harta mantequilla. Conversamos un poco, me contó que era joven, que era de la octava región y que llevaba seis meses destinado en ese lugar. Su compañero llevaba 15 años ahí. Que su familia vivía cerca y que suele irse a veces. Hoy por la lluvia no se fue, pero se queda en el otro lado. Le conté de mi, que había estudiado pero no encontraba pega así que me daba licencias como viajar y mochilear. Me gustaba mucho recorrer lugares y bla bla bla. Pa que aburrirlos con ese detalle.
Al rato me dice que se va a acostar, que a las 6 tiene que abrir el retén. Me da las buenas noches con la mano y me dirijo a la pieza. Estaba sacándome los zapatos y se corta la luz. Csm. Pensé yo. Igual la wea era tétrica, lluvia torrencial, viento fuerte y sin luz. Me estaba metiendo a la cama y me golpea la puerta.
-¿Se puede?
-Pasa!!
-¿Estás bien?, Me pregunta
-Sí, por qué??
-Es que como se fue la luz.
-Sonriendo le digo, sí, todo bien. Y tú? Todo bien?
-Sí, solo quería asegurarme. Ya ahora si. Buenas noches.
-Oye, le grito.
-¿Sí?
-Sí tienes miedo, puedes dormir aquí. Ahora te puedo salvar yo. Le digo arriesgándome a que me eche a la calle con esa mansa lluvia. Para mi sorpresa, Ignacio cierra la puerta y entra. Se para al lado de la cama y deja la linterna en la mesita. Se acerca a mí y me da un beso. Yo sentí que me quedé sin respiración al sentir esos labios en los míos. Rápidamente se mete conmigo a la cama y debajo de las tapas de la cama nos abrazamos y empezamos a tocarnos el cuerpo. Sus dedos estaban igual de helados que los míos, pero eso no impidió que se sintiera rico. El paco me empieza a besar el cuello, yo hago lo mismo, me arrincona para la pared y se trata de subir encima mío. Lo freno un poco y empiezo a besarlo de nuevo. Responde a los besos y sus caricias se retoman. Su manos se meten debajo del polerón, toca mi pecho y suspira. Yo meto las mías en su pijama. Toco su entrepierna y siento su pico. Mmmm, le digo, la media luma mi cabo. Él se ríe. Nos sacamos los pantalones e Ignacio se acerca a mi pelvis con la intención de chuparme el pico. Lo dejo, chupaba bien, mi pico es largo pero delgado, está curvado para abajo.
-Es grande – me dijo-. La luma la tienes tú y además sabrosa.
Me empezó a chupar todo el pico, de arriba hasta abajo pasaba la lengua. Se lo metía entero en la boca (hasta la mitad)
-Yo también quiero, le digo.
Y nos acomodamos en un 69. Quedé con su pico de frente, era grueso y no muy grande debía medir como unos 18 cms, pero lo suficiente para que no me cupiera en la boca, tenía harto pelo y las bolas gruesas, le chupaba las bolas y él decía: oiihhh… ahhhh… Luego de un rato así, meto mi cabeza llegando a su nuezni y empiezo a chuparle el camino al hoyo. Ignacio se movía de puro placer, incluso dejó de chuparme la verga por su placer.
-Tiene condones mi cabo?
-No. Acá no hay.
-Csm, ya filo. Una cacha loca no es nada, pensé.
El Paquito se acomoda y le abro las piernas, empiezo a puntearle el hoyo y me pide que se lo meta.
-Métemelo por favor. Métemelo.
Yo soy obediente de la ley, así que eso hice. No hubo mayor preparación, no se ni cómo estaba, pero cuando me comí su hoyo, estaba con buen olor. Pero filo, toda espada sale manchada pensé. No me importa en todo caso, sexo es sexo. Le tomo las piernas y las levanto y le meto la puntita, empiezo a hacer presión y se lo meto todo. Mi Paquito estaba feliz, gemía de placer. Yo también, no alcancé a darle mucho rato, pues sentí que me iba a ir pronto. Luego de unos segundos, me afirmo de la cama y le empiezo a dar fuerte y rápido, sonaban mi bolas chocando con él, y siento que me voy. Le dejo toda la leche dentro. Y me dejo caer sobre él. Ignacio cruza las piernas sobre mí y me aprieta como no dejándome salir. Siento que mi pico se hace más pequeño y lo saco.
-Oh weón, que rico… le digo.
-Me fui dos veces, me dice.
-Como?? No sentí nada.
-Sí, cuando me lo metiste me toqué y me fui, luego al final, cuando te fuiste, me fui de nuevo. Que rico culión, me dice recobrando la respiración.
Yo me acomodo y me subo el buzo. Me siento en la cama y me dice:
-¿Puedo dormir contigo esta noche?. No te voy a volver a ver, me dice como dando pena.
-Ven pa acá, le digo y lo abrazo haciendo cucharita.
Nos tapamos y sentíamos que seguía lloviendo. Conversamos un poco pero luego nos quedamos dormidos. A las 5.30 se levantó. Me dio un beso y se fue. Desperté como las 10.30 de la mañana. Ya no llovía, pero hacía mucho frío. En la mesa de la casa, había pan y queso. Y una nota escrita con una muy bonita letra:
“Antes de que te vayas, avísame, para que nos despidamos”
Lindooo…. Dije. Me senté envolviéndome en una frazada y comencé a comer, tenía hambre. Estaba terminando cuando llega Ignacio.
-Despertó el bello durmiente, me dice. Como dormiste?
-Bien, calientito.
-Jejeje
-Va a llover pronto, si quieres irte ahora tienes como media hora antes de llegar al pueblo.
-Si quieres me quedo. Cuanto me puedo quedar?
-Lo que quieras, me dice. Y me da un beso.
Bueno, me quedé 3 días. El paco descubrió verdaderos placeres conmigo. Al irme, me dio su número para llamarlo, cuando volviera por esos lados. Volví en el verano y lo llamé. Pero eso, va en otra historia.
Saludos cabros.
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2 Comentarios
Manuel
enero 4, 2025 a las 9:14 amQue buena historia, siempre me calientan las historias con uniformados. Son todos muy calientes
Patricio
julio 27, 2025 a las 7:37 amLos pacos tienen unos culos muy ricos.