Perdido en el sur – Parte IV

—¿Qué sientes por mi?
«Queeeeeeeeeeeé sienteeeeeees por miiiiiiiii?» La media pregunta. Me alejé un poco, mirándolo. Por Dios que es hermoso, ni recién culeado se despeina, su carita redonda, sus ojos con forma de avellana, ese color de ojos profundo, su piel limpia y de buen aroma, sus dientes grandes y esa sonrisa enorme, de oreja a oreja, como sonrisa de niño. «¿Cómo no iba a sentir algo por él?». Ignacio me hace sentir cosas impresionantes, se la ha jugado por mí en muchos aspectos, hasta me salvó, es obvio que siento algo por él. Tomo aire, trago saliva y siento que mi corazón va a salir por mi boca. No suelo decir estas cosas, pues soy responsable de lo que digo y decirle algo así a alguien implica muchas cosas, pero, logré articular un par de frases y lo que sonó fue algo así como:

—Ignacio, es imposible no quererte. Te quiero y mucho. Eres una persona muy importante para mí, te has convertido en lo único que pienso y en lo que más anhelo. Quiero verte siempre, quiero sentir tu olor, tus caricias, tu cuerpo, tus besos, tus manos, todo. Realmente te quiero. Mientras le entregaba mi declaración a mi paquito, lo miré fijamente. A mí me importa mucho el lenguaje no verbal y al terminar de decirle que lo quiero, Ignacio sonríe apretando los labios y sus ojos se llenan de lágrimas, me abraza fuertemente, colocando su cabeza en mi hombro izquierdo, sentía su piel tibia y su respiración en mi hombro, me roza con su mejilla y me da un piquito.

—Yaaaa —le digo—. ¿Qué pasó? ¿Te emocionaste?
—La verdad es que sí, a veces eres un misterio tú. Eres más sexual que afectivo y en pocas ocasiones has abierto tus emociones así como para compartirlas. Gracias, sé que te cuesta y lo agradezco.
—Aaaawwww… que eres lindo— Lo beso.
—Yo también te quiero decir lo que siento— Se recuesta nuevamente en el almohadón y me toma la mano, eleva una pierna en la cama apoyando el pie en la cama y continua— Yo nunca he tenido ningún reparo en sentir que me pueden gustar hombres o mujeres, creo que por harto tiempo fui bisexual, pero desde que te encontré en ese camino casi a punto de morir ahogado y congelado, siento que conectamos. Mi opción de vida no es para nada fácil, los chicos son malos con los huecos, la institución quizás allá en el norte, en la capital, sea más abierta de mente, pero acá en el sur, las cosas no son así todavía. Con todo esto, quiero decir que me la he jugado por ti, pues, porque sí, porque siento que podemos tener algo, y que claramente sientes algo así por mí. Yo a ti te quiero. Creo que desde ese primer día, de cuando te sentaste en el asiento de la patrulla y me sonreíste casi congelado— sonrió y agachó la cabeza. Alzó su cabeza y lo miro de nuevo, aprieto fuerte su mano, mi corazón late fuerte y siento algo como una energía en mi guatita.

—Yo creo que me enamoré de ti. Pero tranquilo. No estoy pidiendo nada a cambio, bueno, solo una cosa: sé sincero conmigo, dime la verdad siempre.
—Te quiero mi paquito bello, sensible y lindo. Siempre te diré la verdad, no dudes ni por un segundo que soy sincero contigo.
—Jajajaja, también te quiero mi santiaguino lindo.

Nos abrazamos y nos dimos un beso con abrazo, fue un exquisito beso, un largo beso. Ese abrazo significó mucho, sentía una enorme responsabilidad sobre esa declaración y ese abrazo. Sus ojos se notaban diciendo la verdad. Sentía que quizás, cualquiera puede mentir, pero el Paquito no. Me acomodé sobre él y empezamos a hacer él amor, fue el mejor sexo que hemos tenido «Y recién habíamos tenido el mejor». Fue suave, fue gentil (como dice él), fue desde la caricia, no dejamos de tocarnos, no dejamos de acariciarnos. Sentía sus dedos en mi espalda mientras mi pico estaba dentro de él, sus piernas me apretaban hacia él, su respiración me calentaba el cuello, mis besos saboreaban su piel, los movimientos eran más lentos, pausados, disfrutamos cada momento de esa unión. Nuestros corazones, palpitaban juntos, era impresionante la sinergia que se dio entre nosotros.

Acabamos juntos. Llegamos al final de ese encuentro sincronizados perfectamente, nos besamos, sus manos sostenían mi cabeza, sus dedos acariciaban mi cabello; mis besos humedecían su piel, mis manos recorrían esos senderos de su piel como quien lo hace por primera vez. Lo amé. Lo amé. Lo amé. Luego de eso nos dormimos. Despertamos al otro día y me levanté silenciosamente mientras él dormía boca abajo, con una mano caída de la cama. Sonreía y sonreí al verlo así.

Me duché y me vestí para irme a trabajar, mientras me preparaba un pan con queso para llevarme a la oficina «oficina…. Un espacio más helado que la cresta donde tengo una mesa y una silla», Ignacio se levanta envuelto en el cubrecama, por la cresta que se ve hermoso. Me acerco y le doy un beso.

—¡Chau! ¡Te quiero! ¿Te veo a la noche?
—No, me voy luego. Me quedan unos días antes de salir de vacaciones.
—Oh, pucha. Pensé que te quedarías.
—Lo siento Fabi, pero ya vendrán los mejores días. Saliendo de vacaciones voy unos días a ver a mi gente y después me vengo y viviremos juntos. Te vas a aburrir de mí.
—No lo creo mi sureño rico.

Me acerco y lo abrazo; lo beso y le digo que lo quiero y me voy.

—Hablamos— Le digo y cierro la puerta.

Avancé hasta mi auto y sentí un enorme vacío. ¡No lo vería! ¡No estará acá en la noche! Me devuelvo corriendo a la casa y lo abrazo de nuevo.

—No quiero que te vayas.
—No quiero irme.
—No te vayas entonces.
—Tengo que irme.
—Lo sé. Te quiero
—Y yo a usted— me dice—. ¡¡¡Mucho!!!

Ahora si me voy, me subo al auto y solo era cosa de contar los días. En siete días más saldría de vacaciones. En siete días más lo vería de nuevo. Esos días pasaron extremadamente lentos, una semana equivalió a un siglo. Al salir de mi pega, estaba él parado afuera de su camioneta. Vestía un jeans negro ancho. Una chaqueta de franela roja con negro y su jockey de siempre. Lo veo y no pude detenerme: corrí hacia él y lo abracé fuertemente, no importándome absolutamente nada, si había alguien o no, no me importó: Lo abracé, lo besé. «Te extrañé tanto» le dije por lo menos unas 5.000 veces.

—Yo también, se me hizo eterna esta semana.
—¿Vamos a casa?— Le digo ansioso.
— Vamos, por un rato eso si. Tengo que ir a ver a mis parientes. Me voy a la noche.
— Oh, ok. (Me lo había dicho, pero lo había olvidado)

Nos subimos a los autos y llegamos a mi casa.
Nos bajamos y entramos. Me abraza él ahora desde atrás, apoyando todo su cuerpo en mi. Me dejo querer. Lo extrañé demasiado. Lentamente empieza a tocar mi cuerpo, a recorrer con sus manos mi pecho, mis brazos, hasta mis piernas. Me empieza a sacar lentamente la ropa, la chaqueta, el polerón y la polera. Al quedar desnudo hacia arriba me doy vuelta, lo miro de frente y le quito la chaqueta de franela y la polera. Bajo mis manos por su pecho. Acaricio cada centímetro de su piel, beso su pecho, sus pezones duros, acaricio sus brazos. Me acerco al cinturón y lo empiezo a sacar, mientras él hace lo mismo con el mío. Nos quitamos el pantalón quedando solo con la ropa interior. Su slip negro y mi bóxer bicolor. Me acerca a él y me abraza. Me come en un beso. Aprieta mi cuerpo al suyo y yo me dejo abrazar. Nos acercamos a la mesa del comedor, corre un individual hacia un lado junto con el azucarero y me sienta en la mesa (ay dios…. Me toca a mí de nuevo? Que caliente que está este Paquito).

Me empuja la cabeza hacia atrás y me baja el bóxer con la cara, acerca su boca a mi pico y comienza a besarlo. Yo instantáneamente empiezo a respirar agitado y a emitir sonidos de placer. Me da una mamada que casi me hace acabar en el momento. Llevaba días acumulado, ni una paja me había corrido.

-—Para, para. Estoy a punto de irme.

Se limpia la boca con la mano y se aleja mirándome con cara de que lo siga. Me bajo de la mesa y lo sigo hacia mi cama. Se acuesta de espalda y levanta las piernas, dejándome ver su culo completo. Ese culo redondo y bien formado que obtiene por hacer tanto ejercicio. Me acerco a él y le doy un beso en el culo. Humecto la entrada hacia el templo del placer y apoyo mi pico en su ano. Lentamente comienzo a meterlo hasta que está todo adentro. Sube las piernas y las apoya en mis hombros, las tomo y comienzo a moverme, lentamente pero mirándolo a la cara, veo sus expresiones, su cara de placer, como se muerde los labios. Su pico duro que se mueve por los empujones que le doy. Luego baja las piernas y se sale, me pide que me acueste y se sienta sobre mi. Se lo mete solito y se recuesta en mi pecho, besándome, acariciando mis brazos. En esa posición no duré, le aviso que me voy y se levanta y comienza a pajearse. En el momento exacto ambos nos vamos juntos. Yo dentro del él, él encima de mi pecho.

Se deja caer sobre mi, se me sale el pico y se acomoda. Nos besamos. Me abraza rodeando un brazo sobre mi pecho. Lo beso mucho, lo acaricio, toco su pelo y juego en su oreja.

—¿Pasa algo? Te noto callado
—Sí, es que tengo que ir a ver a mis padres. Y quisiera contarles de ti, pero me da susto.
—¿Saben de ti?, es decir, ¿Les has dicho algo que los haga suponer que no tendrán nuera, si no un yerno?
—¡Que eres tonto!— Sonríe (al menos sonrió) —Mi papá una vez me pilló con un tío cuando era más chico. No lo tomó a bien. Supongo que mi mamá sabe. ¡No sé! Me tiene nervioso esto.
—¿Te acompaño?
—Nooooo ¿Estás loco? Son huasos de campo. Capaz que te metan balazos si te ven.
—¿Tú crees?
—No, pero para que te voy a meter en una cosa así. No, no. Lo tengo que hacer solito. Si quieres, acompáñame y te quedas en el auto. Después ellos me van a dejar a la parada de la micro y tomo un bus para acá.
—Bueno, si eso te tranquiliza, vamos.
—Gracias. santiaguino rico.
—De nada, Paquito asustado,

Ambos nos reímos.

Nos duchamos y nos vestimos. Salimos. Después de tan solo dos horas de camino, llegamos a su casa. él se bajó. Pobrecito, no hubo beso ni nada. Iba realmente asustado. Cuando se baja, toma su mochila y se la coloca. Le toco la bocina de la camioneta y se da vuelta. Le lanzo un beso. Sonríe. Me voy de ahí con el “Jesús en la boca” como dicen por allá. (Que frase más de mamá). Cuando llego a mi casa, entro, enciendo la TV y suena el teléfono. Era Ignacio.

—¿Cómo estás?
—Bien Fabián. Todo bien.
—Que bueno. ¿Alguna novedad?
—No, todo bien. Tomé once con mis papás. Conversamos y les dije que me cambiaba de unidad.
—Buena. ¿Cómo se lo tomaron?
—Bien. No, si todo bien.
—Pero…???
—Nada, les hablé de ti.

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