El Celular – Parte III

Pasé todo el día nervioso. Sería más rápido dejar botado el celular, pero me sentiría terrible si alguien viera vídeos míos corriéndome una paja o culiando. Y para más remate, cada vez que recordaba lo que veía en los chats se me paraba la tula. Nunca me había pasado, y ahora con este celular ver una verga moqueando o un weón masturbándose me daba morbo. Hace caleta que no culiaba, y ver tanto cuerpo desnudo me estaba afectando. Ya rendido de que no había mensaje regreso a mi casa. Tenía que devolver hoy mismo ese teléfono. Estaba ansioso. Entro a mi pieza y escribo un mensaje del que yo mismo me sorprendo.

-Puedes venir a mi casa a buscarlo?- Bajo el número del pendejo aparece el «En línea» inmediatamente.
-Si, claro. Déjame ordenar unas cosas y voy. Manda ubi- Le comparto mi dirección y espero su respuesta.
-En una hora estoy allá-

Le respondo con un dedito arriba, y vuelve a desaparecer el «En línea». Reviso la conversación de ese chat durante unos segundos de silencio y llega a un vídeo que no había visto. El pendejo estaba acostado de lado en una cama, desnudo, con una lencería que apenas le tapaba la raja. Se corre la fina tela que le cubre el hoyo mientras se escupe la mano. Fue tanto lo que se masajeaba el culo, pasándose sus dedos, que se me paró al toque. Las manos delicadas del weon, y ese culo lampiño siendo frotado así, me encendieron tanto que cuando me di cuenta ya tenía el cierre abierto y con la verga afuera. Subo y bajo el forro de mi pene despacito, y una gota de precum se asoma. Me quería masturbar. Adelanto el vídeo, y el dueño del celular ya tenía parado el pico. Ese mástil se veía tan varonil y tan grueso que sabía que este pendejo terminaría con el culo destrozado. El pendejo se pone en cuatro arqueando la espalda dejando sus cachetes parados. Los mueve como invitando al que grababa a que le llene el bote de una. El dueño del celular se acerca al hoyito, y con el celular sujetado en una de sus manos muestra su boca comiéndose las nalgas del pendejito, de la que saca su lengua y la introduce muy lentamente en su agujero. Noto que el dueño en su lengua un tiene un piercing con el que juega pasándolo de un lado a otro del rosado asterisco. Lo ingresa y lo saca, sin necesidad de que entre completo. Lo único que escucho del celular son los gemidos del cabrito éste como aguantando pedir más. El celular se mueve, está vez apuntando hacia el potito levantado, y el dueño del celular le golpea el ano con esa tula y se masajea con los cachetes. Y pensar que en menos de hora vendría este mismo pendejo culiao caliente. El loco del celular posa su mano en su miembro, y con su dedo gordo de la mano lo presiona para que entre. Mi sorpresa fue cuando el grueso pene del weon del celular se deslizó hasta el fondo, sin resistencia, y con un gemido del dueño seguido por unas palabras.

-Más lo que me calentaste para esta primera junta, perrita. Y mírate!- Con su mano libre lo nalguea y el pendejo gira su cabeza, sacando la lengua y haciéndole con la cabeza que siguiera-
Su mástil invade el culo totalmente, y el celular reproduce el sonido de los cachetes rebotando en la pelvis de el del celular.

Yo ya me estaba masturbando cuando un mensaje de otro chat me tapa el vídeo. Era Pedro.

-Oeee, no me hablaste después po. Nos juntamos hoy o no? Quiero puro probarte el pico- seguido de una foto de Pedro en bóxer, de lado, mostrando su grueso físico. Su culo sin esos buzos de la U se veía gordo, y su paquete no se ocultaba a pesar de su guatita estilo chubby. Este quería desflorarse hoy.
Bloqueo el teléfono y me voy al baño. Me mojo la cara esperando que así se me baje la tula. Me miro al espejo y veo mi cara de caliente muy distorsionada. Mis ojos se habían dilatado, mis cejas se habían vuelto rígidas y mis mejillas estaban rojas. Veía una cara malévola y me desconocía. Ese no era yo.
Me bañé por segunda vez, y en ningún momento se me bajaba.

No sé cuánto debí haber estado pero el timbre de mi casa sonó. Rápidamente me puse una toalla, y mojado aún, presiono el botón que abre la reja de mi casa. Abro la puerta, intentando que ningún vecino me vea en paños menores mirando detrás de la ventana, y veo al pendejo llegar. Usaba unos shorts cortitos casi hasta arriba de la rodilla, unos suspensores y una polera blanca. Era delgado, y su cara se veía más infantil que la de los videos en que le daban groseramente. Empuja la puerta como buscando a alguien, y me ve. Una sonrisa se le dibuja, muy genuina para mí gusto. Se acerca a mi y me estira la mano.

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