Mi vecino de media cuadra

Tenía 18 años cuando una tarde salí de mi casa ubicada en calle Bandera esquina calle Paicavi en la ciudad Penquisca ,Concepción, Chile donde vivia junto a mi familia.

Un viernes por la tarde después de clases me dirigí rumbo a un supermercado a media calle en búsqueda de una soda, bien fría, porque tenía sed y calor, deben haber sido cerca de las 8:30 o 9 hrs de la noche de verano, por lo tanto había una tenue luz natural aún.

Entré al negocio y me salió el vecino Guillermo, el Chucho, le decían, porque era hincha de la U de Chile, un tipo de alto 1.75 mt de estatura, unos 70 kg de peso, 45 años de edad, delgado, ojos café, siempre de pelo corto y bien peinado con algunas canas, había sido seleccionado de atletismo en sus años juveniles y nunca había dejado el deporte, de lo que sabía mucho y le daba un aire de mayor conocimiento y dominio del tema.

Lo ubicaba ya de mucho tiempo, conversábamos de fútbol, el acontecer político, entre otras cosas, íbamos juntos al estadio Collao, hoy Ester Rebolledo a ver jugar a deportes Concepción y la Universidad de Chile, así que nos tratábamos, era un tipo maduro delgado y alegre, conversador, atento, cordial y afectuoso. Un hombre agradable y bien perecido, orejas redondas, sin ser grandes, piel blanca, ojos rasgados como los de una pantera que le daban un aire misterioso y una mirada penetrante.

Tenía un cuerpo tonificado todavía, sus músculos bien marcadas, sus pectorales y abdominales, sus piernas largas, firmes, musculosas y bien delineados, sus nalgas que con el jeans se le marcaban y notaban mejor. Gustaba de vestir jeans Wrangler y sandalias de cuero con calcetas blancas que le daban un estilo más juvenil , esta vez las llevaba sin calcetas.

Llegó turno de atención.

-¡Hola !¿cómo estás? -me preguntó.
-¡Muy bien gracias! ¿y ud ? -respondí.
-¡Bien gracias!- Contestó con aire de complicidad que yo percibí.
-¿y la familia? – pregunté.
-¡ Se fueron a Chillán ! -respondió y sonrió picarescamente-. Estoy completamente solo. (Aquello pareció una invitación a visitarlo).

Pedí mi bebida, pagué y me iba retirando, entonces me ofreció tomar un café helado, esto es café helado con leche y helado de vainilla y crema.

-¡Ya! -respondí-. Voy a dejar la bebida y regreso.

Tomé mi vaso de bebida y dije en casa que: «volvería como a las 11». Volví al supermercado y el vecino atendió a los clientes que había al interior del local y alternaba haciéndome preguntas sobre mi año escolar en el liceo y el fútbol, y el acontecer político de los 88 por el Si y el No que nos gustaba.

Yo llevaba colgada a mi camisa una chapita por el NO. Me hizo pasar al comedor, se lavó las manos y sacó del refrigerador el pote de helado, galletas de champaña y el café con leche frio y helado de vainilla. Sirvió las copas, me ofreció una y me invitó a sentarme al sillón a lo que yo accedí.

Siguió conversando, sentado en un sillón individual frente a donde yo estaba, sobre el desempeño de Deportes Concepción y La U de Chile en la última fecha mientras tomaba el helado y alternábamos la conversación.

-Siempre te he admirado por lo tranquilo y buen alumno que eres, tu abuela dice que eres buen alumno -me decia-. ¿Te va muy bien en el Liceo, entonces?
-¡ Si me va bien , gracias ! – Respondi con humildad.
-¿Es tu último año de E.M.? – interrogó
-¡ Si!- respondi con énfasis-. Solo me quedan 4 semanas de clases.
-¡Qué bien! – ¡Te felicito!

Luego se cambió de asiento junto a mi y acto seguido posó su mano sobre mi hombro y la deslizó sobre mis pectorales y con su dedo pulgar me rozó la tetilla con movimiento arriba abajo, no dije nada, solo dejé escapar un suspiro ahogado y lo miré fijo con aire de sorpresa e incomodidad.

Con su pierna izquierda cargó mi rodilla en señal de dominancia, prueba y sometimiento. Acto seguido, ya estando a mi lado y colocando una mano sobre mis muslos la dejó un momento inerte y de pronto la deslizó en forma ascendente, pero haciendo presión con la palma hacia el interior de la zona de los genitales sobre el pantalón cargándome el paquete, sentí que se me erizaban todos los vellos del cuerpo y se me agitó el ritmo cardíaco y comencé a excitarme. Hice un gesto de querer decir algo y, entonces, puso un dedo sobre mis labios en señal de silencio. Lo hice y entonces me dijo:

-¡Mira, sígueme, ven vamos a hacer algo divertido, te va a gustar!.

Y lo seguí entonces hasta su cuarto, se me apretó el pecho, tuve miedo pero lo acompañé. Abrió la puerta y me hizo entrar y la cerró detrás de mi. Su dormitorio era amplio y en medio había una cama de dos plazas y dos veladores, uno a cada lado de la cama, un espejo grande de cuerpo entero y sobre uno de los veladores había un objeto que se me ocurrió era una vagina de goma. Lámparas encendidas había sobre cada velador, la habitación estaba muy bien decorada. Una toillete y una cajonera con ropero incorporado. Se dio vuelta y quedamos frente a frente por unos instantes, me miró discretamente de pie a cabeza y adiviné su pensamiento.

-¡»Es un niño aún casto, puro, inocente, célibe»!

Susurró a mi oído lo que por un momento lo hizo titubear de seguir adelante con aquello o dejarlo hasta ahí…

Yo temblaba de deseo y excitación, me abrazó, recorrió cada segmento de mi cuerpo con sus manos, labios, mejillas, cuello, orejas, un acto que nunca he vuelto a experimentar en la vida, después posó sus labios sobre los míos y me enseñó a besar, diciendo:

-¡Sigue mis labios! -lo hice.
El abrazo de este hombre me pareció tan lleno de afecto, y yo tan carente de aquello que no había experimentado por parte de mi progenitor desde niño, se vio reflejado en aquel tipo y me entregué a sus requerimientos.

Acto seguido rozó mis orejas nuevamente y susurrándome al oído me dijo:

-¡Me gustas!

Se me apretó el habla y el pecho. Entonces hice un ademán entre quedarme o marcharme, aún estaba a tiempo de negarme, estaba asustado, excitado, tembloroso. Me quedé.

Continúo besándose el cuello, orejas y apretándome las tetillas, el pecho, espalda y nalgas. Se acerco más y con sus ojos me insinuó le soltara los botones de su camisa, acción que yo obedecía en silencio y disfruté viendo su pecho y vellos, al tiempo que él hacia lo mismo conmigo.

Después le rocé las tetillas, le abracé y apreté sus nalgas con mis manos que él contrajo de gusto poniéndolas más duras y firmes. Una vez que se abrió el botón de la camisa, adiviné lo siguiente, así que continúe y corrí lentamente el cierre de su jeans Wrangler palpando un enorme bulto y que para mi sorpresa no llevaba ropa interior, así que una vez terminé de bajar el cierre temerosamente y con curiosidad, metí mi mano y agarré su pene que se mostró en escena erecto, cabezón, grueso desde la cabeza, disminuyendo en grosor hacia la zona púbica, con una curvatura hacia la izquierda al tiempo que eliminaba un líquido trasparente e incoloro producto de aquella excitación que tenía, y ahí solté el broche de su pantalón, acción que llevó a que cayera a sus pies. (Una vez antes en los urinarios del estadio lo había visto en estado de semireposo, una anaconda de unos 25cm y 6cm de grosor; si entonces lo vi grande y grueso, ahora me parecia colosal).

Lo miré y colocando mi palma en forma de cuchara y ayudado por ese líquido la deslicé hacia abajo como enterrando una pala, entonces percibí como aquel miembro se enderezó a 10 grados como si tuviera vida propia y cada ciertos intervalos de tiempo se enderezaba como por reflejo, entonces palpé las escrotos que colgaban en la parte baja del miembro que tenían en su interior dos testiculos del tamaño de dos dientes de mandarinas pequeñas cubiertos de abundante vello negro y brillante.

-¡ ah, ah ,Ja, ja! – exclamó y flectó las piernas e hizo unos movimientos de pelvis y clavó su pene entre mis escrotos. Mientras metía su mano entre mi piel y el calzoncillo, miró mi pene, lo que yo ofrecía asintiendo:

-¡No esta mal! – con la expresión facial que yo capté y lo deslizó hacía abajo quedando ambos totalmente desnudos, estiró sus piernas para liberarse del jeans y de cualquier cosa que molestará sus movimientos, hice lo propio.

Entonces se acerco a mí, me abrazó y acercando sus labios busco los mios, lo esquivé pero insistió, y posándose sobre ellos me besó apasionadamente, acto que traté de reproducir con temor e inocencia y candor lo que le produjo una sonrisa.

Me tomó algo de tiempo besarlo mientras su rodilla la metía y deslizaba entre el interior de mis piernas para terminar apretándome en la zona pélvica. Me asusté un poco, pero me excitó otro poco, mi corazón quería saltar del pecho y una angustia y deseo me apretaba la respiración, solté un gemido de excitación.

-¡Ah! -y repitió la maniobra con la otra pierna dejándome más excitado y temblando de deseo.
-¡Ah ,Ah, Ah! -exclamé.

Me abrazó y me tocaba los orejas con su lengua húmeda y caliente, cuello, tetillas, y las apretaba con su mano sobre mi piel. Después de unos momentos comencé a seguir su juego y dejarme llevar. Durante este tiempo me hizo una breve insinuación para que fijara mi mirada sobre aquél pedazo de carne cabezón grueso y lubricando de buen tamaño y magnifica erección que eliminaba un liquido viscoso e incoloro abundante que escurría por la comisura del frenillo hacía el cuello del glande.

Cada movimiento que él hacia sobre mi cuerpo yo traté de copiarlos en su piel, obviamente no con la experiencia que él tenia; sino a mi manera y nula experiencia. Le entrelacé mis dedos entre sus cabellos y con suavidad se los jalaba tratando de esquivar su cabeza, labios, sus besos y caricias que lo encendian más.

Se allegó a mi espalda y separando mis piernas con sus rodillas y flectándolas un poco comenzó a deslizar su miembro viril entre mis glúteos pero no buscaba penetrar, sino más bien preparar, humectar, lubricar aquéllas paredes para el encuentro de aquel instrumento y mi colita para que así pudiera deslizarse más y mejor y dejara el camino expedito para penetrarme.

Así estuvo unos 20 minutos, también me besaba y tocaba con deseo apretándome las tetillas y levantándome las nalgas. Lo disfruté, le sujetaba, rozaba y apretaba sus glúteos que estaban duros y musculosos y que sin el pantalón se le marcaban mejor. Se inclinó un poco hacia mi y tomándome entre sus brazos me llevó sobre la cama metiéndose en ella. Ya frente suyo, echó una mirada a su paquete y yo comprendí que deseaba que lo acariciara, acto que yo realicé complacido.

De pronto me coloqué de cúbito abdominal y él me montó quedando sobre mi cuerpo y su pene entre mis piernas

-¡esto te va a doler !- me dijo y comenzó a moverse buscando mi orificio. Tuve miedo, me asusté y contraje todo, cada músculo de mi cuerpo. Pero no le iba a ser fácil, yo no iba a entregarle mi colita sin trabajo así que apretaba mis panes fuertemente. Sus movimientos eran firmes, profundos y sostenidos, y comenzó a deslizarlo hacia aquel lugar que ya estaba húmedo, mojado y lubricado. Sus esfuerzos fueron en vano y en cada estocada su miembro se acercaba a la entrada, pero no lograba quedar cerca, empujó de nuevo y nada , empujó de nuevo y se deslizaba la gran cabeza y el grueso del cuello del glande impedía su ingreso desplazándose hacia otro lugar. Jadeaba, su respiración se hacia fuerte y entrecortada, su corazón latía fuertemente pero no cesaba en su búsqueda por encontrar el orificio para romper.

-¡No te muevas! -me susurró al oído y deslizó su mano derecha bajo mi vientre, y empuñándola buscó mi pene y lo hizo entrar en lo que parecía una vagina artificial que había visto sobre uno de los veladores, lo que fue fácil pues con la excitación había liberado mucho líquido seminal y yo tenía el pene muy erecto. Después de tantos movimientos e intentos fallidos cayó de espalda sobre la cama .
Descanso unos minutos para recobrar aliento y luego de recuperar fuerzas me pidió:

-¡Mira colócate de rodillas! -lo hice- y abre las rodillas hacia afuera e inclínate hacia adelante un poquito -también lo hice para quedar en posición de ranita.

-¡Quédate tranquilito¡ -me dijo, y pasando sobre mi, tomó mis manos y las entrelazó con sus dedos y estirándome los brazos bajo los suyos, se colocó en posición vertical y apoyado en punta de los dedos de los pies sobre los míos, calculó distancia y precisión, miró hacia mi colita, punteó dos veces cortito calculando la trayectoria que el pene debía seguir, empujó y me penetro con fuerza, solo la puntita logró entrar, empujó nuevamente e hizo ingresar media cabeza, se acomodó y empujando de nuevo logró meter lo más grueso de su miembro, la cabeza, hizo presión otra vez y el anillo del Prepucio dio paso al interior.

-¿Cómo vamos? -preguntó-. ¿Duele?
-Sií -respondí-. Duele.

Volvió a acomodarse y con mayor deseo, determinación y confianza empujó más profundo y sostenido que las primeras veces y lo tenía todo adentro, esta vez si me dolió y solo dejé escapar un gemido.

-¡Um um um! – y mordi las sábanas.

Empujó con más fuerza y profundo. Después que lo hubo metido todo me pidió:

-¡Estira tu pierna derecha!- lo hice .
-¡Ahora la izquierda ! – lo hice, y traté de acomodarme con aquel pedazo de carne en el interior de mi colita que al estirarme logré descansar un poco.

Sentí que me iba a partir pero estaba equivocado, era solo el inicio y no iba a quedarse así, sino que me lo metía todo en cada enculada y así siguieron sus movimientos hasta que lo metió todo dentro de mi lo que me hizo sentir mayor dolor.
-¡Estas apretadito mejor que una mujer, eres muy ,muy rico! -Me decía.

Pero aquel acto no terminaría así y comenzó a deslizarse con movimientos de entrada y salida enteros, sacando cabeza y cuello completos vigorosos, fuertes, firmes, profundos y sostenidos y yo trataba de acomodarme en cada estocada suya para que no me doliera pero era inútil. Después que estiré las piernas verticalmente sentí algo de alivio.

-¡No, no te muevas! – y seguía moviéndose encima de mi y enterrando su instrumento. De pronto lo retiró de mi colita y me pidió que me pusiera de rodillas y levantara el tórax.

¡No te muevas! – deslizó su mano derecha bajo mi vientre y empuñándola buscó mi pene y nuevamente lo hizo entrar en lo que parecía una vagina (Yo observaba muy atento todo lo que él hacia ) No fue tan fácil esta vez, con la excitación que tenia había liberado mucho líquido seminal y tenía el pene muy erecto, él presionaba la abertura de aquel objeto erótico simulando una vagina virgen e impedía la penetración.

Así que una vez puso aquel objeto al alcance de mi pene yo empujé y empujé varias veces dentro de él y finalmente sentí cómo con la presión con la que él sostenía y apretaba aquel objeto y algunos movimiento iba ingresando a su interior y desnudando mi glande de la piel del prepucio y formando el anillo alrededor del cuello, y con cada enculada suya yo iba moviéndome y provocándome y acercándome al orgasmo y eyaculación.

Lo hice y colocándose detrás de mi nuevamente me penetró suave hasta que me enterró la punta, media cabeza, toda la cabeza y parte del cuello y finalmente tomándome por la cintura se deslizó hacia adelante introduciéndolo y acomodándolo en mi interior de una sola enculada.

Después de unos momentos comencé a percibir que su respiración comenzaba a agitarse y jadeaba, su corazón parecía querer huir del pecho o iba a estallar, dejaba escapar algunos suspiros y quejidos y sus movimientos eran mas rápidos y continuos pero no menos profundos, hasta que por ultimo hizo una enculada profunda que sentí que hasta sus huevos iban a reventar en mi interior y se encogió y empujó con fuerza y se derramó finalmente liberando su semen en períodos e intervalos de varios segundos, con cada una de sus eyaculaciones sentía que me iba a romper; porque en cada expulsión de semen la cabeza se hinchaba en mis profundidades y sentía que sus emanaciones me llenarían de aquel fluido suyo y de pronto se desplomó y quedó desvanecido sobre mi espalda dando un enorme suspiró

-ah ah Jajaja- cansancio que le salió de lo profundo de su alma como si haberlo hecho conmigo le hubiera recordado su primera vez.

Mi orgasmo y eyaculación fueron paralelos al suyo y antes de eyacular percibí el interior de aquel artefacto de goma translucida y pude observar que al final de aquel tubo había un pequeño receptáculo del tamaño de una almendra pequeña; pero angosto que recibió todo mi fluido, lo cual disfruté plenamente y pude sentir mientras llegaba al clímax como se llenaba con cada eyaculación de aquel fluido.

Después de concluir aquel acto retiró su pene de mi interior y me quitó aquel objeto del pene y caímos sobre la cama rendidos de cansancio. Me besó tierna y dulcemente los labios y un beso en la frente. Jamás había experimentado un placer así, que me dejara tal cansancio y satisfacción. Su pene yacía lacio, muerto como sin vida igual al mío. Después de unos minutos me incorporé, recogí mi ropa, le pedí me indicará la dirección al baño, me duché y me vestí, me despedí y regresé a casa con la sensación de hacer sido descargado por un hombre, sensación que me acompañó seis mes

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