El tío de la contru
Creo que todos tenemos ese recuerdo regalón, ese que te asalta de noche y con el que no puedes dejar de masturbarte. El mío viene de hace unos años, tenía 19 y andaba con una depresión horrible, recientemente había terminado con mi primer pololo, luego de una larga relación tóxica, nada parecía salir bien.
En ese tiempo vivía en el piso 4 de unos departamentos, justo al lado empezó la construcción de otro edificio, todos aquí estaban bien molestos por lo que eso significaría, ruidos y contaminación, yo en cambio estaba en otro planeta… hasta que comenzó la construcción.
Tenía la costumbre de pasar parte de la tarde en la terraza, escuchaba música y me relajaba, hasta que encontré un motivo más interesante para pasar los atardeceres, resulta que los obreros de al lado, se bañaban en improvisabas duchas que estaban al aire libre, cubiertas por unos plásticos verdes con partes transparentes, al parecer temporales, mientras se instalaban completamente.
Estaban lejos, pero aún así podía ver como se paseaban semidesnudos, si tenía suerte se veía como a algunos se les caía la toalla, o jugaban entre ellos, no le daban color, algunos se paseaban así no más, algunos tenían harto de que sentirse orgullosos, en particular uno: algo blanco, medio alto, unos 27 o 30 años, pelo negro, de pico bien grande, ¿cómo lo sabía? bueno, si se notaba bien desde la distancia, era porque… era enorme.
Creían que porque habían unos árboles estaban cubiertos, o quizás ni eso les importaba. Cada tarde, me sentaba, escondido, haciendo como que no miraba, me sentía mal por estar espiando, como un pervertido, pero era más fuerte, el corazón me latía a morir cada vez que se terminaba la jornada laboral. Aunque todo se acabó en unas semanas, cuando llegaron unos containers y cambiaron todo el asunto… Lástima.
Ya no aparecían, excepto los domingo, se quedaba uno solitario, supongo que se encargaba de cuidar, era el blanquito, corpulento, de pelo negro. Se paseaba entre los escombros, yo lo seguía, a veces se duchaba y caminaba en toalla por todo el lugar, era verano implacable, las temperaturas no bajaban de los 30º.
Recuerdo cuando comenzó, fue terrible, estaba en el balcón como de costumbre, no en el ánimo de ver cosas, estaba comiendo jalea, cuando escuche un “Oye, lolo, oyee”, me congelé, el tipo estaba ahí abajo, mirándome, me bajó todo el miedo, ¿me habrá visto viéndolos? era probable, estaba siempre ahí, me vino el miedo, salí rápidamente, y no volví hasta el próximo domingo.
El próximo domingo fue uno caluroso en verdad, estaba regando las plantas cuando lo alcanzo a ver, me hizo un gesto con la mano, un saludo, estaba solo con la toalla puesta, quise salir corriendo como la otra vez, pero algo en mi le respondió tímidamente, y ahí… se empezó a agarrar el paquete, miedo, miedo, miedo, pero no podía dejar de ver, disimuladamente me mostró sus genitales, nada que no haya visto antes, pero ahí estaba en una vitrina para mi, no duró mucho el show, me hizo otro gesto, como apuntando la entrada y comenzó a caminar ¿Que quería? ¿Que fuera? ¿Estaba loco?
Fui al baño, me tiré agua, y le dije a mi vieja que iría a comprar algo. Bajé las escaleras, y dos veces me devolví, ¿Qué estaba haciendo?, me quedé ahí por un momento, hasta que tomé algo de coraje, o… no y salí, me acerqué a la entrada, que eran como latas con fotos de la constructora, era Domingo así que no había nadie en las calles, estaba a punto de escapar cuando siento que se abre la puerta.
Me acerqué, entré, y estaba él, el blanquito de pelo negro, ahora de cerca pude verlo bien, marcadito hasta los oblicuos, la toalla bien abajo, me mostraba sus pendejos locos, nos quedamos mirando, no decía nada, y ya estaba pensando que saldría en CHV por homicidio. Miraba para ambos lados con una cara de “te tiraste hueón” mientras se mordía los labios, caminó, lo seguí hasta un container que tenía unas luces de neón medias malas.
Llegó hasta un rincón, comenzó a tocarse encima de la toalla, mirándome fijamente, todavía no decía ninguna palabra, yo solo sudaba, lo miraba como un pedazo de carne, esos ojos, me temblaban las piernas, con la cara me decía ven, ya sabía que no podía parar ahora.
Me acomodé, me arrodillé sin dejar de mirarlo y lo besé por encima de la toalla, le sentía todo el pico encima, estaba erecto, se abrió la toalla, solo se quedó con sus chalas Zico, ahí estaba el premio, no tenía mucha experiencia, pero como pude se lo chupé, hasta los cocos los tenía gordos, todo muy grueso, los pelos negros, fuerte de aroma, me tenía loco, me atoraba, perdía la respiración, pero no quería sacármelo, me presionaba con las manos en la cabeza, lo que me excitaba más, como le babeaba el pico, quería más, mientras jadeaba despacio.
“Eso queriaí maricón culiaó, te tenía cachado de hace rato, querí pico hueón, te hace falta pico conchetumadre” lo más divertido es que mientras me lo decía, ponía una cara de picarón, como riendo, pero bueno… la risa no duró mucho, me dio vuelta en un dos por tres. Me desabrochó el pantalón rudamente, y luego el slip blanco hasta la rodilla, me acomodó para que le dejarle el culo bien paradito, estaba preparado para lo peor.
Se escupió la mano y me lo esparció por el culo, y de ahí, sin mucha cortesía empujó cada centímetro, oh el dolor, lo había hecho antes, pero nunca con algo tan grande, sentía que me desgarraba por dentro mientras se hacía paso bestialmente paso a paso. Quería parar, pero una fuerza más grande me hizo continuar. Sentí que llegó al fondo cuando mi pico empezó a gotear. La dejó ahí un buen rato, hasta que le volvió lo bestia, yo solo gemía despacio, tenía miedo de que alguien me escuchara, y luego recordé que no había nadie, es más, sí el hueón me mataba ahí mismo, nadie cacharía, pero nada de eso importaba, la calentura era más fuerte, y sentir ese pico entrar y salir, dios, solo me pajeaba, mientras sus cocos chocaban contra mi culo.
Con sus brazos me tomó la cabeza para atrás, sin dejar de meterme su pico con fuerza, sentía su cuerpo en mi espalda, sentía el sudor y qué manera de sudar, de pronto paró un poco sin sacarla, me dijo: “querí moco culiao, querí que te llene el hoyo maricón”, yo le dije que sí, pero me pedía que le suplicará, me daba vergüenza, pero termine diciéndole hueás como “lléname de tu leche”. Todavía me da algo de vergüenza recordarlo.
Se puso más caliente aún, la estocada final fue lo más grandioso, como animal, dándome, gritando y sudando, “aquí va conchetumadre”, y el grito ahogado, mientras me daba hasta la última gota, yo en cambio me apuraba para terminar junto a él, y ahí, me saltó a la mierda, nunca antes había pasado, era una hueá que te temblaba todo el cuerpo, los pies ya no aguantaban, era la gloría, luego me la sacó y se fue al baño, yo me quedé ahí, con todo adentro y con miedo.
Volvío con el pico semi erecto, mojado porque se tiró agua, se veía demasiado rico, me ayudó, me levantó los pantalones, y me dijo que tenía que irme, bajón, ¿ni un besito? nada, tampoco lo esperaba pero bueno, así que me dejó hasta la puerta, y me dijo, “igual podríai darte una vuelta la próxima semana, no?, le sonreí sin decirle nada.
Como comprenderán llegué a mi departamento caminando como pingüino, mojado, lleno de moco, incomodo, mi mamá me preguntó que qué me pasó… “me mojó una camioneta”. La semana siguiente volví… pero eso da para otra historia.
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