Desventura con el padrastro – Parte 1

Mi historia comienza en mayo de 2020. Mi madre, de 48 años, fue mamá soltera a los 26 y durante mis hasta ese entonces 22 años, jamás me presentó una pareja, ya que siempre los tuvo puertas afuera (incluso ciudad afuera). Todo cambió, sin embargo, en mayo de 2020, ya que yo ya había abandonado la casa, porque me fui a estudiar a Santiago hacía ya varios años, y sólo me encontraba pasando la pandemia. Por este motivo, mi mamá decidió contarme que hace varios años tenía una pareja, cuatro años mayor que ella (52), y que quería empezar a hacer una vida con él viviendo juntos.

Como pensé que la pandemia no sería tan larga y que volvería pronto a Santiago a estudiar, no tuve problema con eso, así que accedí a que mi ahora padrastro se viniera a vivir a la casa. Dos semanas después de la confesión de mi mamá, llegó mi nuevo padrastro, Alfonso, a vivir con nosotros. La verdad es que la Universidad online me consumía mucho tiempo, estaba casi todo el día pegado al computador, por lo que no compartía mucho con Alfonso, salvo en la tarde cuando tomábamos once los tres.

Yo siempre he sido bastante extrovertido, bueno para hablar, y me es fácil sacar conversaciones a la gente, supongo que salí a mi padre, ya que mi mamá es más recatada. Alfonso también era extrovertido y siempre terminábamos conversando los tres de distintas cosas.

En mi casa, hasta ese entonces, nadie sabía que yo soy gay, y mi ausencia de pololas, siempre las justifiqué porque el estudio me consumía mucho tiempo. Sin embargo, soy usuario habitual de ciertos chat gays como Ivisco o el antiguo Clubgay, además de aplicaciones como Grindr. Físicamente soy de estatura mediana, aunque muy delgadita, morena y completamente lampiña, además me gusta usar lencería femenina como medias, sostenes y colalés eróticos. Por este motivo, siempre me ha ido bien con los hombres maduros.

Alfonso la verdad no era un maduro que me llamara la atención, además que el hecho que fuera mi padrastro hacía que lo tuviera como bloqueado de deseo sexual. Físicamente, él medía como 1.76, blanco, pelo corto canoso, lampiño de pecho, pero velludo de piernas y brazos.

Como mi casa no queda en área urbana, sino más bien rural, mi mamá solía hacer las compras del mes en la ciudad más cercana que queda como a 45 km. Si bien antes yo la acompañaba, ahora las hacía junto a Alfonso. Un día de agosto, decidieron ir a hacer las compras del mes, así que partieron temprano como a las 9:30 de la mañana. Cuando iban se tomaban todo el día, regresando a la casa como a las 22 horas más o menos.

Como yo sabía que estaría todo el día solo y, frente al aislamiento de mi casa del mundo urbano, aprovechaba ese día de compras para vestirme con mi lencería y hacer videollamadas con hombres o simplemente sexo telefónico, sin miedo a que llegara alguien o que me pudieran escuchar mientras gemía al teléfono.

Una vez que salieron, habrán pasado unas dos horas, cuando yo, estando frente al computador bailando de forma sensual a un maduro por videollamada, siento que entra alguien por la puerta de la cocina apurado. Me doy vuelta y veo a Alfonso parado, con una expresión como queriendo decir: ¿y esto? Sólo atiné a taparme con una manta que había en el living y a cerrar el notebook.

Le pedí que por favor no le diga nada a mi mamá, que era mi secreto, y que no sabía cómo mi mamá podría reaccionar. Él, contra mi pronóstico, me tranquilizó, me dijo que eso era asunto mío, que no se metería en la relación de mi mamá conmigo, y me pidió disculpas por volver de improviso, pero que lo hizo porque se le habían quedado sus documentos, dejando a mi mamá en la ciudad y regresando altiro a casa.

Finalmente, buscó sus documentos, se disculpó nuevamente y se marchó donde mi mamá. Con el susto, al final desaproveché ese día de poder seguir con mis videollamadas, y al final me dediqué a seguir estudiando. Sin embargo, a lo Carlos Pinto, nada hacía presagiar que el haber sido descubierto por mi padrastro sería el inicio del fin de mi vida familiar…