El jefe
Siempre me pareció atractivo. Gabriel, el jefe. Treinta y pocos, cuerpo marcado por el gimnasio, barba bien cuidada, y una actitud seria que solo lo hacía más provocador. Tenía esa mirada que te analizaba sin decir una palabra, y esa voz grave que me recorría como corriente cada vez que decía mi nombre.
Yo era nuevo en la cafetería. Apenas llevaba dos semanas, pero ya había notado cómo se me quedaba mirando cuando pensaba que yo no lo veía. La tensión crecía, invisible pero densa, cada día que pasaba. Yo no decía nada. Jugaba al obediente, al profesional… hasta que me pidió que me quedara después de cerrar.
—Hay que revisar el inventario, ¿te podés quedar un rato más? —dijo, aunque los dos sabíamos que eso podía esperar.
Asentí sin decir nada. Me quedé solo con él, en la parte trasera del local, con la cortina metálica ya baja y la música apagada. Mientras revisaba las cajas de leche y café, lo sentí detrás de mí. Me di vuelta y él estaba ahí, mirándome.
—¿Te gusta el trabajo? —preguntó, con ese tono neutro.
—Sí, jefe.
—¿Y te gustó cuando te vi el otro día mirándome mientras me agachaba en la cocina?
Me congelé. Me descubrió. Pero en vez de negarlo, me acerqué. No dije nada. Solo lo miré a los ojos, y bajé lentamente hasta arrodillarme frente a él.
Su pantalón estaba tenso. Lo desabroché sin permiso. Lo bajé. Su verga salió dura, gruesa, con un leve olor a sudor que me calentó más de lo que esperaba. La tomé con una mano y empecé a chupársela sin rodeos, lento al principio, saboreando cada centímetro.
Él se apoyó contra la mesa, jadeando bajo, mientras me agarraba del pelo.
—Eso… así, tragátela —me dijo, empujándome un poco más.
Yo lo miraba desde abajo, mi boca llena de él, la lengua trabajando en cada parte. Lo mamé con todo, haciendo ruido, dejándome llevar por el deseo que llevaba guardado desde que lo vi por primera vez. Él gemía cada vez más fuerte, con la mano firme en mi nuca, marcando el ritmo.
—No pares… me voy a venir…
Y no paré. Al contrario. Me lo tragué hasta el fondo, y cuando se vino, lo hice todo. Se corrió en mi boca, caliente, espeso, mientras lo sentía pulsar entre mis labios. Me lo tragué todo, sin dejar que se derramara ni una gota.
Me levanté despacio, limpiándome la boca con el dorso de la mano. Él me miró, respirando agitado.
—Tenés futuro en esta cafetería —dijo, acomodándose el pantalón.
Sonreí.
—Lo sospechaba.
1 Comentario
Daro
junio 7, 2025 a las 10:39 pmMuy buena relato.