Mi casi primo – Parte III: El Vouyerista
Mi historia con mi casi primo Francisco siguió después de ese encuentro, pero antes de contar las otras cosas que hicimos, quería contarles la vez que lo escuché hacer cochinadas con mi primo.
Como había contado en el relato anterior, el Francisco compartía pieza con uno de mis primos, el Álvaro. Mi primo era piola, tenía 18 años, de esos futbolistas que andan siempre metidos en partidos y que por eso mismo tenía buenas piernas y un culo nada despreciable que algunas veces me perdí mirando. En ese tiempo ellos dormían juntos y yo dormía en la pieza que quedaba justo a fuera, que era más donde ellos tenían su tele y consolas y donde me habían instalado un sillón cama. Por lo mismo, a veces cuando hablaban muy fuerte desde sus piezas yo podía escuchar todo lo que decían.
Lo que les quiero contar pasó unos días después que el Francisco y yo tuvimos nuestro primer encuentro con todo. Yo tenía puras ganas de volver a metérsela pero no podía por la presencia de mi tía y mis primos en la casa. No me quedaba más que esperar a que fueran a uno de los partidos de mi primo para hacerla piola, y mientras me pegaba sendas pajas recordando.
Una noche estaba más caliente que este otro poco. No podía dejar de pensar en el culo del Francisco todo abierto, en la forma en que me lo chupaba con su cara de inocente. Se me metió la mala vibra en el cuerpo y lo saludé por el WhatsApp, pensando en invitarlo al baño a que me la chupara aunque sea, pero el weón ni vio el mensaje. «Este weón se debió dormir» me dije y por pura curiosidad me acerqué a su pieza para cerciorarme de que estuviese durmiendo. Al acercarme a la pieza empecé a escuchar al Francisco hablando con mi primo. Estaban hablando en voz baja por lo que de mi cama no se escuchaba, pero al hacerlo al tiro paré oreja para ver que decían.
-Weón, el otro día vi a una compañera de curso que tenía las medias tetas -dijo mi primo.
-¿Eres más de tetas o de culos? -preguntó el Francisco, aunque me costó escuchar porque el weón hablaba más bajo que la chucha.
-No sé. Me gustan las dos, ¿y a ti?
-Las tetas, weón. Me gusta apretarlas.
Me dio un poco de risa. Ó sea suponía que al Francisco le gustaba el pico y solo estaba diciendo eso para avivarle la cueca al Álvaro. Igual me calentó caleta escucharlos hablar así. Me acordé de conversaciones que tuve con amigos de pendejo, que terminaban en pajas ricas.
-Weón el otro día una compañera tenía todos los pezones duros, se le notaban todos.
-Capaz que por el frío.
-Se los quería puro chupar -dijo el Álvaro – Se me puso todo durito -el Álvaro se rio.
-¿Y ahora cómo estás?
-Igual -dijo el Álvaro – De acordarme me pongo duro de nuevo.
-Weón deberías bajarte esa wea -dijo el Francisco.
-¿De nuevo con esa wea?
Los dos se quedaron callados. Se notaba que este no era el primer intento del Francisco para hacer algo con mi primo. Pero al parecer no le había ido tan bien como conmigo.
-Ya, hagámosla -dijo el Álvaro – Pero cada uno desde su cama. No quiero weas raras.
Aunque no podía ver me imaginé al Francisco más feliz que perro con dos colas porque al fin le iba a salir paja con mi primo. A ese punto tenía el pico adolorido de duro. Me lo saqué del pantalón pijama, esa conversación iba a animar mi paja, terminara en lo que terminara. Tuve que pegar más la oreja, porque los weones se empezaron a pajear y a ratos se escuchaban algunos gemidos que uno u otro se permitía soltar. Al rato el silencio se rompió cuando el Álvaro dijo:
-Pancho, ¿me lo querí pajear un poco?
No sé quién saltó más emocionado al escuchar eso, el Francisco o yo. Al final mi primo era de esos weones con ganas de experimentar pero que se hacen los de rogar.
-Dale.
Escuché como el Francisco se paraba de su cama e iba a la del Álvaro. Debían estar bien estrechos porque eran camas de una plaza. La cosa es que no pasan ni 30 segundos cuando escucho al Álvaro empezar a gemir más fuerte. Al parecer el Francisco se lo estaba haciendo rico y el weón lo estaba disfrutando.
-Weón, qué rico -dijo el Álvaro entre gemidos.
Por unos dos o tres minutos lo único que escucho son los gemidos del Álvaro, acompañados del weón diciendo lo rico que se siente. Yo empecé a pajearme también, aprovechando el espectáculo que me daban esos dos pendejos. Estoy de lo mejor cuando escucho:
-Pancho, chúpamela porfa.
El Francisco no dijo nada. Pero escuché como se acomodaba en la cama por el sonido del colchón. Y luego como el Álvaro soltó un gemido de sorpresa. Por un momento me asusté que el gemido hubiese despertado a mi otro primo, al Javier, que dormía en la pieza de al lado. No quería que el weón se despertara y me cagara la diversión o me viera con los pantalón abajo, pajeándome con eso.
El Álvaro se repuso a la sorpresa y bajó la voz, gimiendo rico y bajito mientras el Francisco se lo chupaba. Yo estaba más caliente que la chucha escuchando a esos dos. Quería puro entrar y unirme pero no me convenía hacer las cosas apuradas así que disfruté del sonido del Francisco atragantándose en el pico del Álvaro.
-Weón, estoy por acabar -dijo el Álvaro entre gemidos.
Supongo que el Francisco debió de apurar la chupada porque el Álvaro gimió mucho y de repente se tiró ese gemido que indica que acabo. No caché si le había acabado en la boca pero supuse que sí. Entonces escuché al Francisco pararse y me asusté. Me subí los pantalones apurado y me metí en mi cama para hacerme el dormido. Justo el Francisco salió, seguro al baño a enjuagarse la boca, limpiarse o terminar de pajearse si no había alcanzado. Yo hice mi mejor esfuerzo para fingir que estaba durmiendo pero no sé si pasó piola. Cuando escuché la puerta de la pieza cerrarse me hice el weón y me metí al baño. En el basurero había restos de semen, aunque no tenía idea de quién era. Yo aproveché de sacarme las ganas y me pegué la media paja pensando en lo que hicieron esos dos. Una vez acabé, salí a acostarme, los escuché a los dos roncar y lo único que podía pensar era que debería comerme a los dos. Pero eso ya será en otra historia.
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