Mi cliente favorito

Hola a todos, decidí atreverme con un primer relato, Para comenzar, debo decir que trabajé como cajero en un local X durante años. Este detalle es relevante porque ahí conocí al hombre en cuestión. Lo atendía siempre y, aunque lo encontraba muy atractivo, siempre mantuve mi profesionalismo, sin cruzar ninguna línea.

Hace aproximadamente un año, renuncié, y con ello dejé de ver a mi “cliente favorito”. Sin embargo, hace un mes nos encontramos nuevamente en un servicio de salud. Él no me reconoció, pero yo lo noté al instante. Seguía igual de atractivo, maduro, con sus 50 años, alto (calculo 1.85 m), delgado, con esa masculinidad que tanto me excitaba. Nunca le había preguntado su nombre, pero ese día lo escuché cuando lo llamaron, fuerte y claro. Esa noche decidí buscarlo en redes sociales, tenía curiosidad por saber si estaba casado, si tenía hijos… lo típico. Después de un rato de búsqueda, lo encontré: dos hijos y siguiendo a puras mujeres desnudas, típico de un «viejo» hetero caliente, pensé.

Sin embargo, decidí no agregarlo. Le envié un «Hola» a las 2 de la mañana, pero me arrepentí y lo borré de inmediato. No quería problemas si resultaba estar casado. Decidí seguir con mi vida, tengo varios pretendientes y volví a enfocarme en ellos, olvidándome del Facebook que casi nunca uso.

Hace una semana, me metí nuevamente y encontré un mensaje que me había enviado a las 5 de la mañana. Me sorprendió que alguien se levantara tan temprano, pero al abrirlo, mi corazón latió con fuerza: era él. Un simple «hola, ¿qué tal?» que me llenó de adrenalina. Empezamos a conversar y me contó que trabajaba en Forestal, de ahí que me escribiera tan temprano. Todo era bastante normal hasta que le dije “debo irme a clases, póngale bueno a la pega” a lo que él respondió: «Sí, soy bueno para eso jiji». Esos «jiji» de los heteros siempre han encendido mi radar, y más aún la frase que lo acompañaba.

Después de un día ocupado, cuando volví a casa, me acordé del «jiji» y decidí continuar la conversación. Le envié una foto de mis piernas haciendo sentadillas y, a partir de ahí, todo subió de tono. Me dijo que estaba acostado, pero que le hacía falta una pierna suave a su lado. Le seguí el juego y le pregunté si tenía el «rifle cargado». Su respuesta: «Obvio, pura leche». En ese momento, supe que estaba en el bolsillo.

Me mandó una foto de su verga y me preguntó si me la comería. Tenía un paquete impresionante, y le dije que sí, con ganas. Me propuso ir a un motel, pero aclaro que no tenía auto, y yo no quería llegar en taxi porque en este pueblo chico todos se conocen. Pero él no se rindió. Intercambiamos WhatsApp y la conversación subió de tono rápidamente: fotos, videos, me pedía más y más. Finalmente, accedí a que viniera a mi casa. Le dije que se bajara unas casas antes para que no lo vieran, y así lo hizo.

Cuando llegó, abrí la puerta con cuidado. Lo guié en silencio hasta mi habitación y se desnudó. Tenía un cuerpo increíble, músculos definidos, un pecho firme, piernas flacas pero fuertes, y su verga colgando, esperando ser despertada. Me quité la ropa también, me puse un sutien rojo y me arrodillé para mamarle la verga. Puse algo de ruido de fondo para disimular, y él se recostó mientras yo disfrutaba cada centímetro de su dureza.

Después de un rato, me monté sobre él, lubricando mi culo y dejándome llevar por todas esas fantasías que había tenido durante años. Sentía cómo me llenaba por completo, sus gemidos, su mano en mi boca para ahogar el placer. Luego me puso de lado, agarrándome del cuello mientras me follaba duro, llenándome con cada embestida. Finalmente, me puso en cuatro y terminó dentro de mí con un placer indescriptible.

Cuando todo terminó, nos quedamos conversando un rato. Me confesó que nunca había estado con un hombre, pero que, dada la situación, quiso probar qué tal era. Me dio a entender que solo sería una vez, y lo acepté. Le recordé que solía atenderlo en el supermercado, y entonces se acordó de mí: «Sabía que ese culo lo había visto antes», me dijo.

Al día siguiente, me bloqueó de WhatsApp. Entendí que su preferencia seguía siendo por las mujeres, pero al menos me saqué las ganas y probé a mi cliente favorito.

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