El flaite del 2×1

Cuando me acuerdo de este chico, y pienso que ahora paga las culpa de sus errores en una cárcel fría y tan lejana en el sur, me dan esas sensaciones raras de que pude haber sido más decidido con él, más valiente y más atrevido con quienes me juzgaron en su momento. Con los años, todavía siento cosas por él, y él por mi también supongo, porque luego de que esto pasara, se robó de una multitienda una parka de buena marca y me la regaló, y se pajeo conmigo innumerables veces cuando su mina lo marcaba por teléfono… esta es la historia del Dario.

Yo llegué a trabajar de profesor en un dos por uno de una ciudad del sur. Colegio todo descuidado, mal mantenido, con goteras, un CRA que parecía de película de época, y un patio que con los días nublados parecía escenario de una película de la Guerra. Pero así como tenía tantas falencias, tenía igual su encanto: era un lugar donde llegaban aquellos y aquellas que querían una oportunidad fácil, rápida y piola para terminar su educación, algo por lo que muchos incluso darían lo que sea para obtenerla. Habían adultos y jóvenes, estos últimos eran los desechos que los demás colegios no querían ni ver en los anuarios, aquellos choros, flaites, que se ríen como en mil decibeles y golpean la mesa a la vez, pero que si les agarras buena, se transforman en un buen aliado.

En dónde hice clases, no había mucho para poder vitrinear (salvo casos bien especiales y que ahora los pillo en Grindr o Facebook que me piden que me los sirva, pero que ahora es muy tarde)… pero en el primer nivel básico me llevaría una sorpresa.

Un día estando en reunión de profes (que era súper tarde) nos dan las nóminas de los alumnos que se matricularon ese año por primera vez, y me sale un apellido conocido, que creía haber escuchado antes. Sin tomarle luego mucha importancia, salgo de la sala y en frente habían unas bancas… y ahí sentado estaba él: un flaco medio rucio, más o menos de 1,75, ojos claros, un color de piel digno de esos actores que ves en Pornhub, sonrisa perfecta, ropa descuidada, zapatillas negras, unas dos o 3 cadenas y me dice «wena profe».

La verdad que al momento que lo vi, me cuestioné que hacía ahí, porque estaba seguro que en buenos pasos no anduvo y ahí me acordé recién del apellido que antes recorría mi mente.

-Se acuerda de mi?, Yo estudiaba en la escuela donde anduvo de profe de Historia de la básica, pero no me alcanzó a hacer clases».
-O sea clases hice pocas sino que fui asistente de aula, y si… me acuerdo de ti. Te lo pasabas en el pasillo porque te echaban de la sala a cada rato – ambos nos reímos y nos dimos un abrazo.
-Soy el Dario poh! ¿Usted me va a hacer clases?
-No cabro, yo hago en niveles medios y creo que te toca en nivel básico
-La pulenta? Que fome… ya le voy a poner color pa pasar y que me haga clases nomás, si UD es repiola»

Y como de repente, soy tan entusiasmado y más que arrebatado, se me salió una de esas frases que después con la mente fría dices «parece que la embarre»:

-¿A qué hora sales hoy? Hace tiempo que no nos veíamos y me alegra verte.
-Puta no sé, pero si la wea no me gusta voy a inventar algo y me voy temprano jaja (ya tenía 18 años así que era su propio apoderado y no tenía que pedirle permiso a nadie)

-Mira yo salgo a las 8 hoy día. Cerca de acá venden unos completos ricos… te tinca ?
-Yapo… y dónde nos juntamos?
-Afuera como hay poca luz, en la esquina del semáforo me esperas o yo te espero… pero ahí nos juntamos y vamos.

Cómo nunca, me puse aplicado en los libros y la materia que recién empezaba. Salí pasada las 8 y dejando todo listo fui a encontrarme con él.

-Wena profe! Oiga pero no tengo nada de monedas (típico de flaite) y a mí no me gusta andarle pidiendo a nadie pa comer… (cosa que le desmentí personalmente con el tiempo).

Así que fuimos a un local que conocía y que a decir verdad, era harto de mala muerte cuando antes era uno de los restaurantes más destacados de la ciudad. Cuando entré me golpeo un olor a copete en la cara y le dije:

-Oye esto está bien mala cara ¿Vámonos?
-Naa igual nomás, aquí sirven chelita parece y si ud me invita le puedo pedir una?
-Si claro, total ya saliste de clase.

Nos sentamos en un rincón donde no había casi nadie. El caso es que luego de sentarnos, se pidió la cerveza grande y luego el completo. Y yo como andaba manejando, bebida y completo. En la espera, muy patudamente, le abrazo con mi brazo derecho y le digo

-Que bakan volverte a ver.
-Sipo profe… ah no po, ya no estas en el Liceo ¿puedo tutearte?
-Sipos no hay problema.
-Ah wena qlo (Yo me puse rojo y lancé una risa suave, total, ya era mayor y podría darse las licencias conmigo, siempre que no tirara a choro).

Y en eso cuando termina la frase, me hace como esos juegos de luchitas con un golpecito bajo el brazo. Y como no soy tonto ni perezoso, le respondo de la misma forma. Como se picó riendo, luego me marcó con su puño en el abdomen, y le respondí igual. Luego me mandó un sendo golpe en el muslo, pero como se excedió, le di uno en el muslo igual, pero más tirado al paquete (así caradura). Y como él juego entró en confianza y no llegaban los completos, el derechamente me tocó el paquete, siempre cagado de la risa. Y le puse la mano también ahí. Y luego no se le ocurre mejor idea que sobarme rápido el pack y le seguí la dinámica. El clímax llegó cuando en medio de eso, pescó sus manos heladas y las metió dentro de mi pantalón. Yo de puro caliente que me puse, también lo hice, y así de repente nos estábamos pajeando en medio de un restaurante de mala muerte, con luz tenue y esperando unos completos. Cuando sentimos que venía la señora con las cosas, olímpicamente nos sacamos las manos con preseminal y nos mandamos los hot dogs…

En eso nos mirábamos cagados de la risa, y yo por dentro me sentía más feliz que profe con tramo destacado por segunda vez: tenía a un flaite a mi lado, apenas lo reconocía en un día, sentado comiendo y tomando por invitación mía, y en el mismo colegio donde trabajo. No podía estar más en el cielo, y lo tendría para mí. Luego me decía:

-Oye Manito (ya con una pilsen entró a ser mi hermano chico) no tengo monedas pa irme y mi vieja anda trabajando vendiendo paños en el centro y me da no se qué pedirle hermano, me podí ayudar?
-Yapos – le dije- pero antes tenemos algo pendiente te acuerdas?
-Sipo wn! Me dejaste con la tula media parada.

Ahí cerca del restaurant estaban arreglando unas calles y estaba más oscuro de lo normal, y habían mallas por todos lados.

-Oye mira parece que sabían que íbamos a hacerla… vamos ahí-.le dije. Fuimos y en medio del frio me dijo:

-Ah pero tu la chupai o que? Yo no soy gay wn.
-Sipos igual le doy, y no tienes que ser gay para que te la chupen… nunca lo has hecho tampoco?
-No, pero ¿puedo probar?

Si fuera por mí, me hubiera casado con él en ese momento y lo mantengo.

-Yapos, pero piola sipos. No te hago clases pero soy profe de ahí también.
-Ah pico! (se reía).
-Ya, pero puedo yo también ? hagamos algo: yo te lo chupo y cuentas hasta diez, y tú me lo chupas y cuento hasta diez también, para que pruebes.

Y así lo hicimos: le bajé los pantalones, y veía unas piernas con apenas unos pelos y un pico nada de desmerecer y se lo agarré despacio. Me lo eché a la boca y él despacito con su voz de cana, contó hasta diez. Luego le tocó su turno y en eso habremos estado unos 5 minutos. No daba más del placer, un pico no tan sucio, pero tenía para mi la esencia de la calle, del cabro que no le teme a nada, con cicatrices de barrio, que por una cerveza convida lo que otros miran o bromean. Y de repente me dice:

-Oye wn… déjame puntearte.
-Ah? le respondí.
-Yapos, si no hay nadie, si no te la voy a meter.

Y luego de esos cinco minutos eternos, me di vuelta viendo al bajo de la calle, y movía sus caderas hacia delante y atrás, tomando con sus manos mi cintura.
-Yapos yo igual quiero entonces. Date vuelta. Si esto será hoy nomás- le dije.

Se volteó y vi unas pompas como de esos actores de Bel Ami (los de la generación 2000 se acordarán) y, luego de una media hora así, nos pajeamos uno enfrente del otro. Me tuve que lamer las manos porque no traía ni un pedazo de servilleta.

-Oye wn estuvo rico – me dijo- Ya, me tengo que ir. Me prestai pa irme?
-Sipos, toma, pero quédate piola (le pasé creo que 5 lucas). Nos dimos la mano y le perdí la vista.

Al día siguiente supe algo bien particular (continúa).

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