Silencio

Desperté con el sol pegándome fuerte, estaba acostado y eran las nueve de la mañana. Nuevamente amanecí erecto, la tensión entre la elasticidad del bóxer, que llevaba puesto, y mi pene era evidente y estaba a punto de explotar. Me dispuse a apaciguar la calentura que invadía cada rincón en mí, y decidí salir a trotar al parque Ecuador, obviamente con el objetivo de encontrar a alguien deseoso de un encuentro furtivo. El cerro que colinda al parque algunos hombres lo visitan para saciarse sexualmente, éste se llama Caracol.

Preparé lo esencial, una botella con agua, celular y audífonos. Usé una sudadera con capucha, zapatillas y un short deportivo. Nada más. No llevaba ropa interior, me calentaba la idea de no tener algo puesto bajo el pantalón. Respecto a mí, mido 1,70 cm, soy maceteado y velludo. Uso barba y mi tez es clara. Tengo 27 años. Inicié la carrera en el parque jurásico y continúe por Chacabuco, no podía disimular cuando algún hombre se me adelantaba y sus espaldas, culos, piernas quedaban expuestos a mi impúdica mirada. Luego de pasar por la Universidad de Concepción, tomé la calle Víctor Lamas y llegué al parque.

Estaba algo sudado, sentía el culo mojado, la tela del short se pegaba a éste y mis muslos, los pelos de mi pecho confluían junto a mi transpiración, pero no me molestaba.

Cuando llegué a la altura del skate park, seguí por un camino de tierra que continuaba hacía el cerro Caracol. Los árboles, la tierra amarilla, la maleza, evidenciaban un sitio árido pero discreto y eso me gustaba. Hasta el momento no había visto a ni un alma. Me adentré por un camino de arbustos, buscando sombra, casi era el medio día y el sol no perdonaba. Sentí que alguien iba detrás, miro rápidamente y era un hombre, no quise voltear otra vez, tenía adrenalina y paré un momento.

Cuando pasa en frente, noto que es un chico de mi edad, llevaba un buzo adidas y tenía barba de días. Él mira, yo también, y rompe el hielo, me pregunta si quiero agua y respondí, no, gracias, tengo. La tensión era indudable, como la de mi pene y bóxer en la mañana. Ahí noté que era bastante guapo, quizás fue cosa de segundos, pero lo observé bien. Era delgado, más alto que yo, moreno y velludo. Care raja fijo la mirada en su paquete y luego la dirijo a sus ojos, todo esto transcurría en un silencio ineludible, él mueve su brazo izquierdo hacía el pubis y con la mano agarra su bulto, como si se tratase de una presa. La mesa estaba lista. Rompí el silencio y conciso pregunté ¿Puedo? A lo que él responde “dale”.

Nos ubicamos atrás de un árbol, me arrodillo y bajo su pantalón, luego el bóxer. Sentí una leve mezcla de olores, que me prendió aún más, pico, sudor y desodorante, supuse que este último era axe si no falla mi olfato. Ya estaba erecto, era un pene de 17 cm, grueso. Con el glande descubierto, empapado en precum y sudor. Prosigo a mamársela. Sostengo su miembro con la mano y dirijo mis labios al glande, lo saboreo con la lengua y lo introduzco en mi boca. Él embestía mi boca rítmicamente, toma mi cabeza y me hacía aguantar cuanto resistía con toda adentro. Su pene estaba bañado en la pegojosidad de mi saliva. Percibí que pronto acabaría, sus caderas se alejaban de mí, como si estuviese aguantando. Y estaba en lo correcto, me dice que está por irse, y le pido que me la de en la cara. Accede. Comienza a masturbarse, veía su rostro y verga en contrapicado, la expresión de él a punto de llegar al clímax hizo que yo también me masturbase. Ambos jalando nuestros miembros. Lo escucho gemir, y veo como borbotones de leche se estrellan en mi cara. No aguanté y dirigí mi descarga a la tierra. Cada uno por su lado subió sus pantalones, él siguió su camino sin despedirse, mientras yo limpiaba mi cara para hacer lo mismo.