Conductor Profesional Transantiago
Con un Conductor del Transantiago… Había una vez… y me dijo…
Que era chofer de Transantiago, casado y que andaba tramitando una licencia médica en el centro de Santiago. Yo como estaba cesante, le dije que estaba de vacaciones en el departamento. Su voz era de un tipo común, corriente y casado. Era bajo, unos 80 kilos y se elevaba al metro sesenta y ocho.
Yo limpiaba el departamento casi como una manía, y por los datos que me dio por teléfono no se demoraría más de quince minutos en llegar. Y cuando uno está nervioso esos minutos se convierten en segundos.
Era verano, lo recuerdo porque yo llevaba chalas romanas, tipo sandalias sin calcetas, y una polera y pantalón hasta la rodilla, deportivo y doméstico…
Eché limpia muebles en la mesa de centro, lugar que recibía los ceniceros, encendedores, vasos y cigarros, en caso que la tertulia se volvía entretenida, y si se volvía mejor aún, se trasladaba hacia el Balcón para dejar espacio frente al espejo rococó del recibidor.
Luis se veía rellenito, como diría mi amigo Danny. Algo tímido, como yo, entró de polera roja, pantalón corto con cinturón y unas romanas parecidas a las mías. Era moreno, macho, sobrio, resultaba fácil imaginarlo con el uniforme azul frente al volante de su máquina.
Le ofrecí coca cola y me ofreció un cigarrillo, incluso me lo encendió. Me senté a su lado, ambos de chalas y short, yo blanco como pantruca y él morenito tostado y más fornido, con su pancita igual no tan prominente. Puse uno de mis pies bajo mi otra pierna sobre el sofá, y comente que tenía los pies helados.
-A ver, deje abrigárselo, acarició con ambas manos mi pie descalzo, lo que hizo que quedáramos más cerca pecho a pecho.
-Tiene harto vello usted -agregué, porque se dejaban ver por el cuello de su polera.
En esa seducción infantil, de pronto me abrazó y yo pasé mis brazos bajo los suyos en correspondencia a ese primer acercamiento, mientras con su barbilla movió mi rostro hasta poner su labio superior entre los míos, que apenas se abrían de nerviosismo previo a la excitación. Nos besamos, sentados en el sofá nos besamos ardientemente, él levantó mi polera y buscó mi tetilla con su rostro no afeitado, (estaba con Licencia médica), y cuando encontró mi botoncito lo besaba suave, lo convertía en una bolita de carne y pronto la succionaba de manera tal que yo sentía que la tetilla nunca más sería de mi pecho.
Bajo mis testículos un río de sensaciones tambaleaba, yo solo lo besaba, ya su barbilla no molestaba, era necesario su raspeo y dureza. Aún sentados uno al lado del otro, con cierta dificultad tomó mi pie y lo llevó a su boca, mamó cada uno de mis dedos como si fueran cinco falos de diferentes tamaños, yo sentí cosquilleos, luego pudor, y luego vértigo y placer….
-Vamos a estar aquí o prefiere en el dormitorio -preguntó en tono paternal.
Más me excitaba esa actitud como de “lógico que te tengo que culiar”.
-Espere -le dije-. Voy al baño
Era todo como delirante, yo debía asearme pero no sabía exactamente como se hacía. Recordé un video y puse el flexible de la ducha sin la llave y lo introduje en mi cavidad, parece que fue mucha agua porque no alcancé a llegar al wc y me chorreaba por las piernas, pero agua transparente, no había comido nada.
Me sequé y puse un poco de jaboncillo en los bordes, con bóxer y short salí al living. Magna sorpresa que me llevé, mi amigo gordito y moreno Chofer de SUBUS estaba absolutamente desnudo en medio de la sala, totalmente erecto y con una tranquilidad que contagiaba.
Me tomó de la mano y me abrazó, inmediatamente comenzó a retirar suave mi pantalón con bóxer incluido, yo estaba al palo también, pero su vanguardia era dos veces la mía, y donde yo era blanco su grandote oscuro se veía descomunal.
Nos besamos apegando casi por completo nuestros cuerpos, la ropa entre la mesa de centro y el lustra muebles, los cigarros por el suelo, y el vaso de coca cola intacto, ni siquiera alcanzamos a probarla.
-Ya papito usted no lo ha saludado siquiera -refiriéndose a su verga-. ¿Vamos a la camita? -indicó Luis.
De paso tomé crema y preservativos y los dejé en el velador. Me abrazó desde las nalgas y me puso suavemente en la cama y una vez allí, acercó su pelvis a mi rostro… ácido, algo salado, rico y con aroma envolvente, mi lengua se acostumbró al preseminal y él me elevaba a su lado para besarme como perro rabioso, fuerte, firme, violento, así como me abrazaba y apretaba contra su cuerpo.
Era macho, y debe haber sido casado, lo sentí en su reacción como contradictoria en su forma de besar y acariciar, las que eran acompañadas de un dejo como de arrepentimiento y embriaguez, su lengua era gordita y larga, y la mía se enredaba en esa montaña rusa de placer, cada gesto se volvía adictivo, y en un momento de máximo roce y dolor de mis muñecas cogidas por sus tremendas manos de hombre conductor, me dice:
-Ya mi perrita ahora se va a portar bien para que no le duela… me tiene loquito… igual se lo tiene que comer todo.
Esas palabras resonaron en mi como una amenaza, un acto de cortejo primitivo, como anuncio de trofeo, y confieso que me provocó un poco de temor, pero era casi nada. Apenas pude me estiré sobre la cama para alcanzar la crema y el condón, y a mi gesto me dijo:
-Crema no, por esta vez le aguanto el preservativo, aunque debería dejárselo caer así no más, a lo macho.
Cada palabra era una amenaza y a su vez un acto seductivo, como quedarme y huir a la vez, si lo único que quiero es sentir esos besos de labios gruesos, que succionan, acarician, dañan y absorben dejando secos mis labios.
-Como prefiere que lo ponga perrito?- yo anulado, y en un acto de gentileza weona le dije que él eligiera.
Me puso de lado en mi cama matrimonial, no sin antes apretar mis tetillas, morderlas, y luego con su mano tocarse el pene, correr el cuerito, y hacerme que lo mamara, y luego se puso el condón…
Bien apegado a mi cuerpo entero, besaba mi oreja que quedaba expuesta, puso su dedo índice y fue haciendo el camino en mi túnel que ardía y mojaba sus paredes. Yo giraba mi rostro para encontrarme con sus labios, esos que me pertenecían mientras sudábamos en mi cama.
De pronto me hace levantar la pierna que quedaba libre, y puso la cabeza de su maravilla en mi entrada, entraba un milímetro y la sacaba, mientras me decía groserías al oído:
-Le va a gustar guagüita, relájese.
Yo trataba de relajar pero estaba a mil, no podía abrirme más, de pronto me vuelve a decir al oído
-Si no colabora igual se lo va a tener que comer.
Levante mi pierna casi tocando la ampolleta de la lámpara colgante y y simultáneamente él empujó lo más que pudo, sentí como si me daba la corriente frente a esa invasión. De una manera que no entiendo, me abrazó con ambos brazos y me mordía las orejas, me las mojaba, era suyo, ya no quedaba nada de mi propiedad. Mi espalda se resbalaba con el sudor de su tórax y mis nalgas sonaban con la humedad que compartíamos con los vellos de sus testículos ardientes.
Casi como bailando me tomó entre sus brazos y me hizo poner mis pies en sus hombros, su rostro brilloso y sus ojos muy iluminados, yo me aferré en un abrazo y mientras recibía su exquisito beso, su verga se introdujo sin ayuda, solo que una vez entrando, arremetió en una tremenda acelerada que me hizo gritar y llorar abrazado a ese hombre que me tenía por completo abotonado como un bus arrastrando un Fiat 600.
🔥 ÚNETE A NUESTROS CANALES DE TELEGRAM 🔥
Recibe los mejores relatos directamente en tu celular
IR AL CANAL DE TELEGRAM
No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!