Mi compañero de Galicia

Buenos días, me animo a escribir otro relato ya que he visto que han vuelto a publicar mis dos relatos antiguos de mi mejor amigo Raul y yo. Sino recuerdo mal creo que no explique mucho de donde soy, nací en chile, mis padres son chilenos y soy el cuarto de cinco hermanos. Como ya había dicho en el otro relato nos venimos a vivir a España cuando yo solo tenia dos años y aquí sigo actualmente. Empecemos con el relato.

Penúltimo curso, este relato paso mucho antes que llegase Raul al instituto, todo el instituto sabia que yo era gay, nunca lo había ocultado pero tampoco lo iba pregonando. Recuerdo como los alumnos de bachillerato me manoseaban el culo cuando iba al baño o como me silbaban cuando pasaba por el pasillo de los grandes. En mi clase tenia compañeros bastante guapos y ya me había fijado en uno, lo llamaremos el Gallego, a el lo conocía desde que tenia 8 años, siempre hubo buena amistad, el era muy guapo, morenito y no era muy alto pero tampoco tan bajo, pelo negro y sin nada de pelo en el cuerpo, lo se porque en nuestro colegio no era obligatorio ducharse pero si cambiarse de ropa, lo se era de guarros jajaja. El Gallego por aquel entonces estaba saliendo con Teresa, ella iba a otra clase, no solo era novia de el sino que también era amiga mía. Quedaban dos horas para terminar las clases y la profesora de castellano había faltado porque se encontraba mal, nos dejaron esas dos horas libres para terminar trabajos, estudiar… Yo me senté con el Gallego y con otro compañero y nos pusimos a jugar al AngryBirds, una partida, dos, tres, cuatro… pero en la ultima partida el Gallego me dijo – Lukas si matas a todos los cerdos con una sola tirada te la enseño – Me lo quedé mirando fijamente y le dije que vale. Obviamente lo conseguí no era muy difícil de hacerlo, dijimos de vernos a las 16:30 en su casa, ese día las clases terminaban a las 14:00. Estaba muy nervioso, era como si había conseguido desbloquear algún logro. Llegué a su casa un poco tarde, mi casa estaba a unos 15 minutos de la suya. Toqué el timbre y me abrió su padre, nos saludamos y me dijo que podía pasar a la habitación de su hijo que ahora venia que estaba ocupado con su madre, cuando el Gallego entró me saludó y nos pusimos o mejor dicho fingimos que hacíamos tareas del colegio. Sus padres dijeron que se iban a dar una vuelta que volverían en un rato. Escuchamos como se cerró la puerta y mi compañero se puso de pie dándome la espalda y me dijo – bueno entonces la quieres ver? –

Me quedé congelado un segundo, sentado en el borde de su cama, mirándole la espalda mientras él esperaba mi respuesta. El ambiente se sentía denso, como si el aire se hubiese cargado de electricidad. Tragando saliva, me puse de pie también, acercándome despacio hasta quedar a pocos centímetros de él.

—Sí… —le respondí casi en un susurro, mi voz temblando ligeramente por los nervios y la excitación.

El Gallego giró solo un poco la cabeza, con esa media sonrisa que siempre le salía cuando estaba a punto de hacer algo que sabía que estaba mal, pero le daba igual. Se desabrochó el botón del pantalón con tranquilidad, como si no tuviera ninguna prisa, y luego bajó la cremallera. Yo no podía apartar los ojos.

Metió los pulgares por debajo del borde de sus calzoncillos y, sin mirarme, se los bajó lentamente. Su pantalón cayó al suelo, y con él, su ropa interior. Ahí estaba, completamente expuesto. Lo tenía semi erecto ya, como si toda esa tensión también le estuviese afectando. No era enorme, pero tenía una forma perfecta, lisa, sin un solo vello a la vista. Yo apenas respiraba.

—¿Y? ¿Te gusta lo que ves? —me dijo sin volverse del todo.

No pude evitar acercarme más. Mi mano se alzó casi sin pensar, como si no fuera yo quien la controlaba, y la apoyé en su cadera. Él no se apartó. Sentí el calor de su piel, la suavidad, su respiración contenida. Mis dedos temblaban un poco mientras me atrevía a tocarle por fin… era la primera vez que tenía al Gallego desnudo frente a mi.

Le acaricié con suavidad, primero explorando, luego rodeando su miembro con la mano. Él soltó un suspiro, y su cuerpo reaccionó enseguida: se endureció en segundos. Me giró con una mano firme, ahora mirándome de frente. Sus ojos eran oscuros, intensos.

—Tócala bien, si la querías ver, ahora también la puedes usar…

Y no hizo falta decir más.

Si os ha gustado seguiré escribiendo mas sobre el gallego.

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1 Comentario

  • Anónimo
    julio 14, 2025 a las 3:08 pm

    Que más pasoooo

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