Mi compañero de Galicia parte 3

Como ya había contado anteriormente en otros relatos el gallego y yo éramos compañeros de clase y lo que empezó como un juego acabó convirtiéndose en nuestro mayor pasatiempo de placer durante dos cursos. En este relato contaré como ya dije hace meses el relato sobre cuando nos disfrazamos de Batman y Robin es relato es corto pero tengo mas por publicar.

Las tardes en su casa se convirtieron en ritual. Él seguía marcando las reglas, y yo solo quería complacerlo, explorar cada rincón de su piel, y descubrir qué nuevas formas tenía para dominarme.
Una tarde de otoño, me escribió un mensaje:
“Ven esta noche. Tengo algo para ti.”
Llegué a su piso cuando ya era de noche. Las luces bajas, la música suave. Me abrió con una sonrisa misteriosa y me señaló una bolsa grande en la entrada.
—Pasa y ponte esto —dijo—. Te gustará.
Saco dos disfraces: uno de Batman, otro de Robin. Ambos ajustados, de esos que se pegan al cuerpo y resaltan cada músculo.
—A ver si estás a la altura —me retó, mirándome con esos ojos negros que me hacían perder la cabeza.
Me vestí rápido y me miré en el espejo. Nunca me había sentido tan expuesto y, a la vez, tan poderoso.
Él apareció vestido de Batman, con la máscara puesta, serio, dominante. Yo era Robin, su fiel compañero, su juguete.
—Robin, hoy eres mío para jugar —ordenó con voz grave.
Me tomó de la muñeca y me arrastró hasta el sofá, donde comenzó a besarme con fuerza, mientras sus manos exploraban mi cuerpo con hambre. Sus dedos apretaban firme, desabrochándome el disfraz, tocando mi piel desnuda con una mezcla de ternura y deseo.
—Eres mi pequeño secreto —susurró—, y hoy no te dejo escapar.
Me tumbó, y su boca recorrió cada centímetro: cuello, pecho, abdomen. Me chupó los pezones hasta que estaban duros, y luego bajó a mis ingles, donde empezó a jugar con mi miembro con la lengua.
Yo me perdía en ese juego, en su dominio, en la sensación de ser suyo sin reservas.
Cuando finalmente me penetró, lo hizo con calma, disfrutando de cada reacción mía. Era intenso, era salvaje, era nuestro secreto en la oscuridad. Me volvía loco y me ponía mucho estar completamente desnudo mientras el estaba vestido con su disfraz negro de murciélago. realmente fue todo morbo.
Al terminar, nos quedamos abrazados, sudados, con la respiración entrecortada.
—No olvides, Robin —me dijo—, que siempre mando yo.

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