Mi compañero de Galicia parte 2

Lo tenía frente a mí, completamente desnudo de cintura para abajo, con ese cuerpo moreno y suave que siempre me había llamado la atención. No tenía ni un solo pelo. Su polla, recta y palpitante, apuntaba ligeramente hacia arriba, gruesa, con la piel tirante dejando ver claramente el glande húmedo, y su respiración empezaba a acelerarse.

—Pero esto no significa nada, ¿eh? —me soltó de repente, rompiendo el momento—. Yo tengo novia, ya lo sabes… Esto es… bueno lo hago solo por curiosidad.
Asentí. No necesitaba que me explicara nada. Yo lo sabía. Él no era como yo. No buscaba cariño, ni conexión… solo placer. Y si eso era lo que podía darme, yo estaba dispuesto a tomarlo todo.
Me arrodillé frente a él, con el corazón a mil. Mis manos temblaban cuando lo rodeé por completo, sintiendo el calor, la suavidad, la firmeza. Le acaricié lento, explorando cada centímetro, mientras él apoyaba una mano contra la pared y dejaba caer la cabeza hacia atrás.
—Joder, Lukas… no sé cómo lo haces, pero… —murmuró con los ojos cerrados, los músculos de su abdomen tensándose.

Seguí tocándolo, suave al principio, subiendo y bajando el ritmo mientras mi pulgar acariciaba la punta, repartiendo el líquido preseminal que había empezado a salir. El Gallego no decía nada más, solo gemía muy bajo, mordiéndose el labio, sin moverse. Yo estaba completamente centrado en darle placer.
Me incliné más, dejando un beso tímido en su bajo vientre, y él no se quejó. De hecho, noté un pequeño espasmo en su cuerpo, una señal clara de que le gustaba. Seguí con la mano, firme ahora, notando cómo se tensaban sus muslos. En menos de un minuto, empezó a jadear más fuerte.
—Lukas… tío… me voy a correr… —me avisó con la voz entrecortada.

No respondí, solo seguí, apretando más fuerte, bombeando su polla con determinación. Y de pronto, soltó un gemido ronco y largo, aferrándose a mi hombro mientras su cuerpo se sacudía. Me manchó la mano y un poco la camiseta. Se dejó caer sobre la cama, jadeando, con los ojos cerrados y una sonrisa floja en los labios.
—Madre mía… eso ha sido brutal. Pero que no se entere nadie, ¿vale? Ni una palabra… Ni a Teresa, ni a nadie. Esto queda entre tú y yo.
—Claro —le dije—. No voy a decir nada.
Y así empezó todo. Esa fue la primera vez. Solo eso. Nada más. No me besó, no me tocó, no hizo nada por mí. Solo se dejó hacer. Pero a mí me bastaba.

Las siguientes veces fueron parecidas. Empezamos a quedar por las tardes, en su habitación. Siempre en su cama. Esperábamos la señal, que era la salida de sus padres, era escuchar cómo se cerraba la puerta y él se tumbaba boca arriba, se bajaba el pantalón y me miraba con una sonrisa:
—¿Vas a hacerme lo de la otra vez?
Y yo asentía, sin dudarlo.
Le hacía pajas, cada vez más intensas. A veces me dejaba lamerle un poco, hasta que un día me atreví a meterla en mi boca. Al principio se tensó.
—Tío, tío… espera… nunca me han hecho esto…osea si pero no un chico —me dijo nervioso.
—Solo relájate. Si no te gusta, paro.
Pero no paré. Porque sabia que lo decia porque estaba nervioso, pero le oí gemir y supe que le encantaba. Desde entonces, me convertí en su secreto más sucio, más placentero, más constante. El nunca me besó. Nunca me tocó. Nunca preguntó si yo me corría o si me quedaba con ganas. Él solo se tumbaba y recibía.

Después vinieron otras veces: en la ducha, en el sofá, en el suelo, incluso una tarde nos disfrazamos de Batman y Robin. Él con el traje negro ajustado, yo con los calzoncillos verdes, como si fuéramos niños jugando… pero no era un juego. Acabé arrodillado, chupándosela por debajo del disfraz, mientras él me llamaba “mi fiel ayudante”. se que nunca fue amor, que solo era morbo y deseo. El gallego no era muy normal la verdad y, lo se, cada uno tiene sus cosas pero el era bastante curioso, creo que le gustaba curiosear bastante la verdad. Otro dia ya contare mejor lo de batman y robin jaja y por supuesto las veces que tuvimos sexo. Espero que les haya gustado.