Santo pecado – Parte III
Sebastián estaba dándole la bendición al paciente. Al oírme entrar, me queda mirando por un segundo y sigue haciendo lo suyo. Yo pido disculpas por interrumpir y salgo de la habitación con mi bandeja con el medicamento en la mano. Cierro la puerta de la habitación y me quedo afuera, tomando aire y sintiendo una leve angustia en el pecho. Comienzo a caminar hacia la estación de enfermería y me trato de calmar. Un colega me pregunta que si estoy bien, le respondo que si, pero la verdad, no me sentía bien.
Sentía una profunda angustia por la situación. Ver a Sebastián ya convertido en sacerdote me hacía cerciorarme de que mi decisión había sido la correcta, pero de algún modo, sentía que había perdido. No fue capaz de elegirme. Eligió a Dios. Contra ese ser supremo, no puedo competir. Me había repetido en muchas ocasiones esa frase como si fuera un mantra: “contra Dios no puedo competir” Al rato, salió de la habitación solo. La familia siguió adentro. Al pasar por la estación de enfermería pasa a saludarme.
-buenas tardes, me dice.
-buenas tardes padre. Ya se retira?
El me queda mirando con cara de tristeza, como queriendo decirme algo, sus ojos hablaban más de lo que sus palabras podían decir. Lo quedé mirando fijo mientras aguardaba su respuesta.
- si, me contestó. El paciente quedó con su familia. Me comenta.
- gracias. Le respondo.
Me paro, tomo la bandeja con el medicamento y me dirijo a la habitación. Sebastián me sigue dos pasos y me doy vuelta. Le digo:
- padre, es hora de que se vaya. No tiene nada más que hacer aquí!!!
- necesito hablar contigo. Me dice susurrando pero con un tono de insistencia.
- no tengo nada que hablar con usted, padre Sebastián. Le ruego se retire.
- insisto.
- padre, de qué quiere hablar? De algún paciente que necesite su bendición?
Puede pasar por la habitación 412, hay un señor….
Me interrumpe y me dice:
- necesito conversar contigo. Podemos vernos después?? No puedes salir a tomar un café o algo?
- no, no puedo. Estoy en turno. Hoy estoy de 24 así que no saldré hasta mañana. Le informo.
- podemos vernos mañana?
- no. No podemos!!!! Le ruego se retire PADRE, por favor. Necesito ir a pasar este medicamento.
- te llamo!!
- cambie el número. Lo siento. Solo lo tienen mis más cercanos.
- voy a tu departamento.
- ya no vivo ahí. Ahora vivo con mi pareja en otro lugar. Mentí.
- oh. Ok. Me retiro. Agacha la cabeza con una evidente vergüenza.
- que tenga un buen día. Me desea.
- hasta luego. Y me dirijo a la habitación a pasar el tratamiento.
Al ingresar, la familia me agradece el momento y me permite un espacio para colocar el tratamiento endovenoso. Les explico que estoy colocando y me retiro de la habitación. Al salir, le aviso a mi colega que saldré un minuto a tomar aire. No me sentía bien. Salgo de la unidad y me dirijo a la cafetería. Hago la fila para comprarme un jugo y al salir del recinto, me encuentro con Sebastián de nuevo. Traté de evitarlo pero me fue imposible, ya que me lo encontré de frente. - parece que Dios quiere que hablemos. Hola de nuevo!
No contesto, lo rodeo y comienzo a caminar, apurando el paso.
- Marcelo, necesito que conversemos. Por favor.
- padre Sebastián, eso es usted ahora, un padre, un sacerdote. Por favor, no vuelvas a hablarme. Tomaste una decisión y claramente no estoy en ella. Te ruego, me dejes vivir mi vida y tu vive la tuya conforme a la elección que hiciste. Por favor. Se honesto contigo mismo.
Sigo caminando y me sigue, me toma del brazo y me gira. Todos los presentes observan la situación. Yo me detengo avergonzado de lo ocurrido y algo molesto.
- padre Sebastián, olvidó decirme algo? Le digo apretando los dientes para no alzar mi voz.
Sebastián me suelta y me pide disculpas. Me insiste en varias ocasiones que desea hablar conmigo. Las mismas veces me niego y le digo que no tenemos nada que conversar. Me retiro del lugar y vuelvo a la unidad. Continué mi turno ese día de forma inestable, no podía concentrarme. Sentir que haya tomado mi brazo al girarme provocó una reacción en mí que no esperaba, aunque no tengo como negarlo. Sentir su piel en mi brazo, ese leve contacto, bastó para que vinieran a mi corazón, a mi mente, los recuerdos de aquello que había decidió sepultar en lo más profundo del abismo de los recuerdos, pero era imposible negar que ese pequeño tacto, había significado que la electricidad de los recuerdos se hicieran presente.
Termine mi turno a las 20.00 horas como era de costumbre. Salgo de la unidad y me detengo unos minutos para hablar con una colega amiga que venía al turno de noche. Conversamos brevemente y me dirijo al estacionamiento de funcionarios.
Al llegar a mi auto, le quito la alarma a unos centímetros de mi llegada y por el frente aparece Sebastián. Yo me sobresalto de la impresión. Me asusté.
- qué haces aquí? Le digo. Te dije que no tenemos nada, absolutamente nada de que hablar.
- necesito verte. Necesito que hablemos. Sabía que estabas mintiendo con lo de tu horario de salida, así que te vine a esperar al estacionamiento. No me equivoqué.
- Sebastián, no quiero hablar contigo. No tenemos nada de que hablar. Por favor, ándate!!
- no me iré hasta que me escuches. Si es necesario gritaré mientras te hablo. Comienza a alzar la voz y le pido que se calle.
- está bien. Hablemos. Dime!!
- acá no. Podemos ir a otro lado??
- no. Dime. Te escucho!!
- vamos a otro lado. Podemos ir a tu departamento?
- no, no puedes. Si quieres que te escuche, habla. Soy todo oídos.
-podemos al menos subir a tu auto? Encontré que la petición era razonable. Accedí.
Nos subimos a mi auto y tome una actitud corporal de escucha pero a la defensiva. Cruce los brazos como señal de frío, aunque la noche estaba tibia.
- te escucho.
-quiero pedirte perdón.
-ajá… y eso no lo podías hacer enviándome un mensaje de texto o diciéndolo en vez de tratar de que conversáramos con tanta insistencia? - Marcelo, necesito que me perdones.
- ok. Te perdono. Ya se acabó esta historia. No hay nada guardado. Tú tomaste tu decisión y yo la mía.
-Estamos bien. Algo más? Necesito irme. - Marcelo, para mí no ha sido fácil tomar esta decisión. Me ordené sacerdote pero mi corazón no le es del todo fiel a Dios. No te he podido olvidar. Tu recuerdo vive en mí y no puedo ser fiel a Dios amándote de esta manera.
Yo quedé en silencio. Por un momento conmovido por lo que escuchaba, pero a la vez indignado por su confesión. Se lo pedí en innumerables ocasiones. Que fuera fiel a lo que sentía y a pesar de todo, yo me aparté para que él sea feliz con la decisión que tomó.
- por favor no, no me digas eso. No me hagas sentir culpable por tu infelicidad. Tú tomaste tu propia decisión, tuviste tiempo para elegir y así lo hiciste. Yo ya no soy parte de tu vida. Tu elegiste una vida sin mí. Y eso está bien, no hay lamentaciones ni quejas respecto a esto.
Tú me dijiste que no podías. Y en ocasiones yo te dije que no lo hicieras, vienes de una tradición de personas consagradas en tu familia y no podías darte el lujo de ser quien rompiera eso. Tu familia ni siquiera sabe que eres gay o que te enamoraste. Para ellos eres un ejemplo a seguir. No podías abandonar todo por mi. - lo se, pero no puedo sacarme esto de ahí adentro. Quiero estar contigo. Eres lo único que pienso. Lo único que anhelo, lo único que deseo.
Mientras dice lo último, coloca su mano en mi pierna. Por alguna razón no lo quito. - lo único que amo. Dice finalmente y comienza a acercarse en dirección a mi cuerpo.
Yo no tengo forma de moverme y me quedo quieto, mientras su mano se dirige hacia mi pene y su boca a la mía. Comienza a besarme intensamente mientras yo respondo ese beso.
Su mano trata de entrar por debajo del buzo de enfermero hasta que llega a su destino. Sentir su mano tocando mis partes íntimas de nuevo fue una intensa sensación de placer. Yo lo abrazo y con mis manos recorrí su pecho, ese pecho que albergó mis caricias por mucho tiempo. Sentía su aliento dulce y suave, con esa piel suave que siempre ha tenido. El paso del tiempo solo lo ha beneficiado y sigue teniendo un rostro hermoso con una cabellera tan rubia que era imposible no compararlo con el oro, con el sol. - Marcelo, vámonos de aquí. Enciende el auto y vámonos.
Yo obediente, coloco la llave y enciendo el auto, con destino al único lugar donde podía cometer ese pecado tranquilo, sin la presencia de su Dios mirándome o cuestionándome.
Llegamos al edifico y subimos juntos por el ascensor, nos besamos todo el trayecto hasta el piso 9. Salimos del ascensor e ingresamos a mi departamento. Al cerrar la puerta, nos miramos fijamente por unos segundos, mientras nuestras respiraciones agitadas nos hacían mover el pecho de forma sobresaltada, como quien termina una carrera. Me acerco a él y comienzo a besarlo. El rápidamente comienza a levantar mi polera y la saca, yo hago lo mismo con su ropa de cura. Desabotonó lentamente su camisa y la sacó hacia atrás, dejando ese pecho a mi vista.
Sebastián me abraza por la cintura fuertemente y comenzamos a comernos intensamente. Tan intensamente que yo sentía que mi corazón iba a salir por mi pecho. Mi pene estaba muy erecto, ya húmedo. Sentía el suyo haciendo presión y me imaginada que llevaba tiempo sin acción.
Sebastián me baja el pantalón y me da vuelta, apoyándome en el mesón de la cocina. Apoyo mis brazos en el mueble y comienza a besarme el cuello, la espalda; sentía sus manos recorrer mi pecho y luego me besa el trasero, se agacha y comienza a lamer mi ano. Yo gemía de una manera agitada. Solo quería que no se detuviera y era incapaz de pensar en sí hacía lo correcto o no. Deseaba a ese hombre tanto como él día desea a la noche.
Sebastián termina de besarme el ano y me lleva hacia la cama.
Me acuesto sobre ella y él me abraza, poniéndose encima de mí. Yo lo doy vuelta y lo dejo de espaldas, y comienzo a besar su cuerpo hasta llegar a su pene, un pene célibe, que no ha tenido otros labios más que los míos. Otro cuerpo más que el mío.
Comienzo a besar su pene y a comérmelo entero, luego de unas breves movidas con mi boca, Sebastián me detiene y me anuncia lo que imagino, que ya está por acabar, que me detenga. Lo miro con un extremo deseo de poseer su cuerpo y me subo encima de él, introduciendo todo su pene en mi interior. Sentía que su pene estaba caliente, grueso, y llenaba todo el espacio que por tanto tiempo ha estado vacío sin el, de alguna manera este encuentro me llenaba hasta la vida. Lentamente me apoyo en su pecho y comienzo a moverme. El se sienta y me abraza y comenzamos a besarnos. Todo el momento estuvimos así, en esa posición, comiéndonos la boca y haciéndolo al movimiento de nuestros cuerpos. Yo sentía que su pene ingresaba a lugares donde nunca antes había llegado.
Momentos después, nos derrumbamos en un profundo orgasmo. De ambos. Juntos. Con completa sincronía. Y así, gimiendo y jadeando nos miramos por un largo rato.
Sebastián no me soltaba. Yo no quería que me soltara. Quería seguir en esa perfecta unión por el resto de mi vida. No me importaba que Dios estuviera mirando lo que yo hacía con su operario. Estaba siendo feliz. Mi corazón era feliz. Sebastián se veía feliz. Poco me importaba que este santo pecado me condenara al infierno, pues mi alma había regresado a mi cuerpo.
Esa noche se quedó conmigo.
Lo hicimos dos veces más.
A la mañana siguiente, despertamos y ahora yo se lo hice a Sebastián.
Nos quedamos juntos toda la mañana.
A medio día, se fue. Yo tenía turno en la noche.
Durante la noche, me escribió mucho. Nos pusimos al día de nuestras vidas este tiempo largo sin vernos.
Quedamos de vernos en la tarde.
Mi intención de vernos, era que conversáramos. Yo sabía que esto tendría un final. No podía ser el amante del ahora cura de la parroquia. No podía degradarme de esa manera. Ni él tendría que seguir en una doble vida. Pero teníamos que conversar.
Aunque de alguna manera sospechaba que este niñera el final, algo me hacía pensar que esto no tendría final. Está historia parecía que que estaba escrita para vivirse de esta forma, de forma ilegal o desde el anonimato. Desde el pecado. Pero también sabía que no podía continuar así. No era bueno para los dos.
Alrededor de las 18.00 horas me llama. Me dice que algo surgió en la parroquia y que no podrá verme. Pero que hará lo posible por verme a la noche.
A eso de las 22.40 horas me llama pidiéndome subir.
Al entrar al departamento me dice:
- tenemos que conversar.
Por la forma en la que me dijo eso, me di cuenta de que era grave.
Nuestra primera experiencia en el internado
Hola qué tal, me puse a escribir este relató porque el chico que fue protagonista ya no está y me puso muy triste saber que falleció, pero me puse a recordar cómo se dio lo que pasó entre nosotros.
Todo comenzó en mi época en el liceo. Soy del sur y tuve que internarme en el liceo porque el invierno era muy crudo y muchas veces el bus no me pasaba a buscar, en el primer día que mi mamá me fue a dejar lo vi a él, le diré Matías, era moreno, bajito, pero bastante maceteado, me recordó al lobo de Crepúsculo jaja, yo también soy moreno y de baja estatura, pero muy delgado y culón, nunca fuimos tan cercanos, aunque él y lo demás siempre buscaban apoyo en mi por estar lejos de casa o algún problema al ser yo el mayor de edad del internado.
Pues esto sucedió una vez que llegué de noche al dormitorio, me fui a duchar y él estaba en el baño mirándose y arreglándose para irse a acostar, también estaba recién duchado, me empezó a tirar agua helada mientras yo estaba en la ducha desnudo, siempre hacía comentarios que tenía un culo gordo y le gustaba, yo salí de la ducha y pasé a darle una patada y me salió persiguiendo por el pasillo, el en bóxer y yo en toalla, llegué a mi cama y empezamos a forcejear, él tenía mucho más fuerza, los roces y cosquillas hicieron que tuviéramos ambos una erección, quedé debajo de él pero sentí su paquete entre mis piernas, le dije que pondría cortina para dormir más oscuro y sin molestia, básicamente era poner una frazada en la orilla de la litera de arriba, así no se veía nada desde las otras camas, después seguimos jugando a las luchitas, y con la calentura él me quería quitar la toalla y yo le tiraba el bóxer queriendo bajárselo.
Estuvimos mucho rato en eso hasta que quedé frente a su bóxer con mi rostro sin poder movernos porque estábamos sujetos y cansados por el tira y afloja, en eso metí un dedo por el elástico de su bóxer, con mucho esfuerzo se lo bajé dejando su pene al aire y entre risas se me ocurrió meterlo en mi boca, él quedo impactado y empezó a crecer en mi boca, lo lamí y lo mantuve ahí, hasta que lo saqué para decirle que me soltara que igual seguiría haciendo eso, en eso me suelta y lleva sus manos a mi cabeza y me hunde en su entrepierna, la tenía como de 15 cm pero muy gruesa y morena, se la chupé como 20 min él solo disfrutaba y suspiraba, ya en eso apagan las luces, nos quedamos quietos y en silencio, se metió en mi cama y me dijo al oído que le gustaría seguir, que quería experimentar.
Me metí igual a la cama, él sentado en mi almohada, yo de lado con su pene en mi boca, estaba extasiado, nos besamos y tocamos conociendo nuestros cuerpos mientras temblábamos por el nerviosismo de la situación.
En eso me dice al oído que si le dejaba meter su pene en mi culo, le dije que sí, me di vuelta, me puse de lado y pasó su glande caliente por mi ano, se sentía húmedo y el roce hacía que mi trasero empezará a abrirse, su aroma era embriagante y quedé como en trance, no era primera vez que me penetraban pero era él el que no tenía experiencia y con la ansiedad era un poco brusco, lo introdujo hasta el fondo y se quedó ahí, me dolió pero estaba tan caliente que lo aguanté y él me sujetaba fuerte contra si mismo, me suspiraba al oído y decía que estaba muy rico, me empezó a dar lento pero con mucha fuerza, era increíble sentirlo, era una pasión que pocas veces he sentido, me dijo que me ponga en cuatro, rápidamente lo hice, se montó sobre mi y el roce de su fierro caliente y sus bolas en mi culo me tenían sudando, era salvaje, me tomaba fuerte y me penetraba duro, su miembro como una roca abría mi culo sin dificultad, después de un rato yo estaba tiritando, entre su fuerza y la calentura estaba agotado, en eso me lo saca y me dice al oído que quería probar, la verdad siempre había sido pasivo pero no dejé pasar la oportunidad de experimentar eso y menos con él, cambiamos de lugar, se puso en 4, su culo era muy suave y sin ningún pelo, muy duro la verdad, puse mi cara entre sus nalgas y metí mi lengua en su ano, él solo gimió y seguí, era mi primera experiencia haciendo eso pero no quería quedar mal, no saben cómo lo disfruté, también tocaba su pene y lo masturbaba, llegué lo más profundo que pude, lo tenía muy caliente y la verdad jamás imaginé que eso llegara a pasar menos con él, estaba en trance como bebiendo de su exquisito culo, me dice quiero que me lo metas, acerqué mi pene a su ano (el mío es como de 15 cm bien cabezón), y como pude fui empujando, era muy duro y tenía mucha resistencia, me costó mucho solo meter la cabeza, sentía una presión enorme en el pene pero logré llegar al fondo, tocar su culo con mis bolas fue impactante, empecé el vaivén lento porque sentía que me quería expulsar pero mantuve el ritmo, él literal mordía la almohada pero sentía como su cuerpo se empinaba hacia mi y como le estaba gustando entregarme su cuerpo, le di bastante rato, cambié de ritmo varias veces, le pedí que se acostarse y abra las piernas, las subí y se lo introduje velozmente, él solo hizo un pequeño gemido y seguí bombeando su trasero, a esas alturas estábamos empapados en sudor pero estaba embriagado en la lujuria del momento, hasta que le empecé a dar más fuerte y de un momento a otro me fui dentro de él, me mareé por un momento, como que me dio vueltas todo, quedé quieto un momento y fui saliendo de él lentamente.
Después en la oscuridad me dirigió a su pene, que me sentase en él, como pude por el poco espacio lo hice, lo cabalgué lentamente y suave, mucho rato, hasta que él me empezó a dar fuerte y duro, sentí como inundó mi recto y latía su pene dentro de mi, me lo sacó y me acosté al lado, estaba tan cansado que me quedé dormido de inmediato y él también, porque cuando desperté estaba ahí y cuando me iba a levantar abrió los ojos y me miró con cara de picardía. Él se fue a su pieza y su cama, fui al baño y me miré el pene, me rasqué y tenía sangre, me asusté un poco y por atrás igual tenía sangre, todo fue por lo salvaje y la inexperiencia, y aunque no lo crean tenía moretones en todo el cuerpo, brazos, costillas, piernas, quedé todo molido como si hubiera hecho ejercicio por horas, pero fue una de mis mejores experiencias en la vida, se repitió una vez más con él y tuve mucho sexo en el internado con otros chicos y muchas experiencias bastante divertidas, después y antes de esa etapa, espero les guste el relato, perdón por la redacción y ortografía, saludos.
🔥 ÚNETE A NUESTROS CANALES DE TELEGRAM 🔥
Recibe los mejores relatos directamente en tu celular
IR AL CANAL DE TELEGRAM
No hay comentarios aún. ¡Sé el primero en comentar!